Nota: Este escrito forma parte de la reflexión y análisis desde el programa APRENDIZ, en el ITESO (Universidad jesuita de Guadalajara), el cual busca dar respuesta a las necesidades de los estudiantes que tienen alguna necesidad de acompañamiento académico vinculado a alguna Neurodivergencia.
Diagnóstico actual del TDAH y el modelo biomédico.
Actualmente se habla del “lo que se ha denominado ‘Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH)’” y su prevalencia en niños, entre el 5% y 12% (Rusca-Jordán & Cortez-Vergara, 2020), y adultos entre el 2.5 y 3.5% (Piacentino et al., 2020). Sobre todo, el tratamiento de los síntomas en adultos se ha hecho cada vez más visible o se habla de que los problemas de atención e hiperactividad no desaparecen con la edad en el 50% de los casos (Piacentino et al., 2020). Esto implica que probablemente las conductas que fueron complicadas en la niñez o adolescencia pueden seguir siendo así en la etapa adulta.
Para explicar las causas de este tema, una de las principales líneas de acción procura tomar datos genéticos o estudios que quieren demostrar la problemática a partir de condiciones meramente biológicas o médicas, pero sin alguna relación con el contexto y sin poder ser concluyentes (Timimi 2018).
En esta misma línea, Gabor Maté (2013), en su libro “Mentes Dispersas”, señala lo complicado que sería identificar a partir de los genes los problemas de atención o hiperactividad y puede interpretarse como una moda o tendencia cultural en el ámbito médico y social basarse en explicaciones genéticas para describir comportamientos o preferencias.
También Matthew Smith (2012), estudia la pertinencia del diagnóstico desde la noción histórica. Retoma como algunos de los datos duros que se mencionan no tienen una perspectiva psicosocial desde 1950 a la fecha. Por ejemplo, en la explicación de las primeras referencias del diagnóstico está la propuesta del médico Alexander Crichton. Al hacer un análisis más detallado de su postura frente al tema, se observa que él menciona esta situación como una condición de crianza al menospreciar los estudios, lo relaciona con reacciones de los niños ante la exigencia de memorizar palabras, y otras condiciones relacionadas con otros problemas filosóficos y las pasiones humanas y no solo como una condición biomédica.
De esta manera, al querer tratar problemática solo con las condiciones médicas o de nuevas pautas de comportamiento, como las terapias de segunda generación, no se pudiera afirmar que se atiendan las causas del problema, el malestar se mantenga a lo largo de los años y se eviten otros temas neurales por enfocarse en un problema del cerebro o genético.
Explicaciones alternativas al modelo biomédico.
La evidencia neurológica respecto a las estructuras cerebrales es poco consistente como una explicación del problema atencional como lo menciona Sami Timimi (2018), psiquiatra inglés. Algunos resultados de estudios, como es el sistema de recompensa, pueden ser integrados como una descripción detallada del síntoma, no como explicación única, y reflexionar en otros niveles bajo los cuales se puede explicar las fallas en la atención o el comportamiento hiperactivo (Desmurget 2023).
Desde la perspectiva de Sami Timimi (2018) se señala si la validez de los estudios está centrada en ignorar la hipótesis nula o la no existencia del TDAH como un problema en el cerebro; lo menciona de la siguiente manera “El uso de ciertas medidas de variación estadística les permite hacer esta afirmación sobre diferencias que son tan pequeñas que no tienen relevancia clínica. Este método les permite ocultar los hallazgos consistentemente inconsistentes”.
En una perspectiva similar, nos encontramos a Richard Saul (2015) que anota 20 condiciones que pueden explicar de mejor manera esta sintomatología del TDAH, como problemas de vista, oído, pocas horas de sueño, adicciones, depresión, entre otros. En su análisis retoma el cuestionamiento a la condición genética como explicación del problema y nombra un estudio de Harvard donde en un análisis de 60,000 casos la predicción es ambigua o inexacta; un único gen para este problema es el mismo que la esquizofrenia, depresión, ansiedad entre otros, como es el gen DRD4, vinculado con la síntesis de la proteína que genera la dopamina.
Desde esta reflexión o análisis que se presenta en este escrito, habría que acerarnos más a las propuestas experienciales como la de Esteban Laso (2014), quién señala que uno de los principios básicos en las sesiones de psicoterapia es permitir que el individuo o la persona pueda hacer contacto con sus necesidades y desde esta consciencia definir sus relaciones, en lugar de pensar que solo la disfunción cerebral pudiera explicar el malestar psicológico.
Desde el análisis contextual propuesto por Raúl Medina (2011), se destaca el impacto del entorno social en el abordaje del ‘trastorno’ por déficit de atención. A través de una técnica narrativa conocida como “una técnica narrativa conocida como “preguntas estúpidas” (denominación provocadora que busca cuestionar lo obvio)”, donde se busca hacer preguntas sencillas sobre las acciones cotidianas para descubrir las creencias de fondo y con ello se logra una perspectiva distinta de los síntomas al cuestionar lo implícito en aspectos cotidianos de la vida familiar. Este enfoque se ilustra específicamente en el caso de una adolescente con “trastorno” alimenticio, donde se sugiere una resistencia inteligente como alternativa a su actual comportamiento, mediante la formulación de preguntas que desafían las acciones autodestructivas como forma de afrontar los conflictos familiares. En esta misma línea, es posible cuestionar los síntomas del TDAH para comprender la complejidad de las interacciones y así lograr intervenciones pertinentes.
El abordaje contextual y el diálogo como propuesta.
Entonces pudiéramos resaltar la importancia de la historia de la persona y los comportamientos que tuvo que aprender el estudiante para adaptarse a su mundo como lo menciona Gabor Maté (2012) al subrayar que el cerebro se adapta al medio y lo explica desde la teoría del apego o la dinámica de relación de las principales figuras de cuidado de la persona, en los primeros años de vida. Esta propuesta no es nueva, en los 50’s cuando el psicoanálisis era una de las principales perspectivas en la psiquiatría, explicaba la hiperactividad como “la falta de cuidado de la mamá, eran indulgentes e inatentas en otro momento” (Smith 2012).
Una de las causas del abandono del contexto social fue el escenario político y social en los 70´s, ya que en ese entonces pesó más la perspectiva biomédica por sus ventajas políticas y económicas, especialmente en relación con la industria farmacéutica y la presión por mejorar el sistema educativo en el gobierno de esa época en EUA (Smith, 2012), lo que implicó el abandonar algunos puntos importantes, como el sentido de la problemática y las interacciones como principios explicativos.
Esta condición “abandonada” de la biografía de la persona se propone como una línea de trabajo, que abone al bienestar, permitiendo hablar de miedos, tristeza o injusticias, que al dialogarlas pueda ayudar a una mejor actitud en el manejo de los síntomas.
Dialogar sobre el sentido de los aprendizajes comportamentales es una fortaleza para manejar estas deficiencias y el medicamento debe utilizarse con precaución; podría funcionar como una “muleta” temporal que permita mejorar el comportamiento, pero no está claro que contribuya a abordar las causas profundas del problema, es un tema complejo y no unicausal como se pudiera pensar, inclusive el uso de estimulantes se ha asociado con complicaciones cardiovasculares (Le et al., 2023), en problemas testiculares en experimentos con ratas (Montagnini et al., 2014) o con efectos secundarios como “disminución del apetito, retardo del crecimiento, insomnio o el desarrollo de tics” (Ávila, 2004)
Para algunas familias esta reflexión puede invitar a una pausa sobre sus modos de convivencia, su estilo de vida o sus esquemas para tomar decisiones de crianza y evitar una actitud violenta, impulsiva o reduccionista del problema relacionado con el TDAH enfocado solo en el hijo o la hija. Además, es importante ajustar las expectativas en los hijos y darse el tiempo de conocer sus procesos de aprendizaje a pesar de que ya estén en los estudios universitarios y tomar perspectiva prudente sobre el beneficio de los estimulantes: “el ritalin no aumenta el coeficiente intelectual ni supera las inhabilidades de aprendizaje, pero sí mejora la atención temporalmente” (Ávila, 2004)
Es relevante escuchar a los niños, adolescentes y jóvenes, y en lugar de culpar o señalar estas problemáticas desde el funcionamiento “interno” de los hijos o las “fallas” en la crianza de los papás y mamás; es necesario fomentar una actitud compasiva para repensar todos los factores relacionados con el problema y entender la complejidad de la situación, lo que hace que los síntomas tengan un sentido, no se reduzcan a un mal funcionamiento cerebral, y ya no sean solo una deficiencia o “trastorno”, sino una condición vinculada a su contexto, biografía y características personales. Si acaso se usa medicamento, que sea la última opción como lo recomendaba William Phelam (Pelham & Fabiano, 2008) o como lo señala Jonathan Haid al entrevistar a Sami Timimi y comentar que hay algunos casos que las intervenciones conductuales y el análisis del contexto no generan un cambio necesario y la hiperactividad del niño se mantiene.
Es cierto que los problemas asociados con la sintomatología con TDAH tienen efectos negativos en la calidad de vida de los adultos (Rodríguez & Beatriz, 2021), el punto que se quiere subrayar o mencionar es que la atención solamente basada en el medicamento, uso de estimulantes o la explicación centrada en las funciones del cerebro, limita a la persona al entendimiento de su comportamiento. Es necesario atender otras causas médicas o psicoemocionales más pertinentes y a hablar de sus heridas o dolores emocionales para aceptar más el afecto o el amor en su vida (Laso 2014), conocer el contexto y no solo enfocarse en técnicas de cambios de conducta (Luciano Soriano & Sonsoles Valdivia Salas, 2006). Este principio permite tener cambios más cercanos a las necesidades y al ritmo de la persona. También es importante desde esta noción ir integrando herramientas para el manejo del tiempo, la concentración o la ejecución de tareas y vincularlo a nuevas narrativas en la persona que vive con estas dificultades, y en conjunto lograr cambios más armónicos y compasivos.
REFERENCIAS
Ávila, M. E. (2004). Datos y reflexiones acerca del uso del metilfenidato (ritalín) para el tratamiento del ‘trastorno’ por déficit de atención e hiperactividad. Revista de la Facultad de Medicina, 47(1), 31-34. https://www.medigraphic.com/pdfs/facmed/un-2004/un041j.pdf
Le, Z., Li, L., Andell, P., Garcia‐Argibay, M., Quinn, P. D., D’Onofrio, B. M., Brikell, I., Kuja‐Halkola, R., Lichtenstein, P., Johnell, K., Larsson, H., & Chang, Z. (2023). Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder Medications and Long-Term Risk of Cardiovascular Diseases. JAMA Psychiatry. https://doi.org/10.1001/jamapsychiatry.2023.4294
Microsoft Copilot. (2025). Asistencia en la edición y revisión del texto “Retomar la propuesta psico social sobre el TDAH”. Herramienta de inteligencia artificial basada en GPT-4. Microsoft
Montagnini, B. G., Silva, L. S., Santos, A. H. D., Anselmo-Franci, J. A., Fernandes, G. S. A., De Fátima Paccola Mesquita, S., & Gerardin, D. C. C. (2014). Effects of repeated administration of methylphenidate on reproductive parameters in male rats. Physiology & Behavior, 133, 122-129. https://doi.org/10.1016/j.physbeh.2014.05.016
Pelham, W. E., & Fabiano, G. A. (2008). Evidence-Based Psychosocial Treatments for Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder. Journal Of Clinical Child And Adolescent Psychology, 37(1), 184-214. https://doi.org/10.1080/15374410701818681
Piacentino, D., De Rossi, P., Kotzalidis, G. D., Maniscalco, I., Pompili, M., Giupponi, G., Hiemke, C., & Conca, A. (2020). Methylphenidate Challenge test in Adults with Attention Deficit/hyperactivity Disorder (ADHD): clinical effects and their predictors. Human Psychopharmacology: Clinical and Experimental, 35(5). https://doi.org/10.1002/hup.2740
Rusca-Jordán, F., & Cortez-Vergara, C. (2020). Trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) en niños y adolescentes. Una revisión clínica. Revista de neuro-psiquiatría, 83(3), 148-156. https://doi.org/10.20453/rnp.v83i3.3794
Rodríguez, H. J. M., & Beatriz, M. (2021). Calidad de vida en adultos jóvenes con TDAH diagnosticados en la adultez: revisión sistemática. Actualidades En Psicología (Impresa), 35(130), 97-113. https://doi.org/10.15517/ap.v35i130.38298
Saul, R. (2015). ADHD Does Not Exist: The Truth About Attention Deficit and Hyperactivity Disorder. Harper Wave
Luciano Soriano, M. C., & Sonsoles Valdivia Salas, M. (2006). LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN y COMPROMISO (ACT) 1 . FUNDAMENTOS, CARACTERÍSTICAS y EVIDENCIA. Papeles del Psicológo, 27. https://www.redalyc.org/pdf/778/77827203.pdf
Smith, M. (2012). Hyperactive: The controversial history of ADHD (Primera edición). Reaktion Books.
Timimi, S., MD. (2018b, febrero 20). The Scientism of Attention Deficit Hyperactivity Disorder (ADHD) – mad in America. Mad In America. https://www.madinamerica.com/2018/02/scientism-attention-deficit-hyperactivity-disorder/
Nota sobre el autor: Profesor en el Departamento de Psicología, Educación y Salud DPES, en el ITESO Universidad Jesuita de Guadalajara. [email protected]