Texto publicado originalmente por Mad in America https://www.madinamerica.com/2024/09/right-wing-or-left-wing-who-really-owns-the-critique-of-over-medicalisation/ traducido al español por parte de Mad in México
En los últimos meses ha resurgido un antiguo debate en el ámbito de la salud mental, que ha generado discusiones volátiles en las redes sociales y en la prensa. Este debate gira en torno a la crítica de la sobremedicalización y si esta crítica sirve realmente al bien público. Tradicionalmente, esta crítica ha sido utilizada por activistas y académicos de izquierdas para abogar por una atención a la salud mental más despatologizada, humana y psicosocialmente informada. Sin embargo, en la actualidad algunos políticos y comentaristas de derechas también emplean esta crítica, a veces para argumentar en contra de la prestación de cualquier tipo de atención. Esto ha causado confusión entre los profesionales y los usuarios de los servicios, dejando a muchos con la incertidumbre de si alinearse con esta crítica o no.
Para aclarar esta confusión, esbozaré aquí dos críticas distintas a la sobremedicalización que ponen de relieve la creciente división entre las perspectivas de izquierdas y de derechas. Comprendiendo estas diferencias, podemos navegar mejor por el debate y determinar cuál es nuestra posición en relación con ambas posturas.

Tanto las críticas de izquierdas como las de derechas parten de la idea de que estamos medicalizando en exceso cada vez más ámbitos de la vida emocional y mental, ampliando arbitrariamente la definición de “trastorno mental” para abarcar experiencias que antes no se consideraban en términos médicos. Esto ha llevado a que cada vez más formas de angustia se consideren patologías que requieren intervenciones médicas (sobre todo farmacológicas). Ambas partes están de acuerdo en que esta tendencia está generando daños importantes, pero difieren considerablemente (incluso fervientemente) en lo que consideran que son esos daños.
Para la derecha, el exceso de medicalización se considera una carga cada vez mayor para los recursos del Estado y los sistemas de asistencia social (y esto, para ellos, es un grave mal social). Cuanto más extendamos innecesariamente el alcance de la medicalización, más reclamaciones innecesarias al erario. Algunos miembros de la derecha van incluso más allá y afirman que buscar un diagnóstico de salud mental se ha normalizado tanto (y es tan fácil) que la gente lo utiliza para engañar al sistema. Esta opinión fue expresada por el anterior Primer Ministro del Reino Unido, Rishi Sunak, quien afirmó que las etiquetas psiquiátricas y las incapacidades por enfermedad estaban siendo ampliamente explotados para escapar del trabajo. Su propuesta de solución consistía en dificultar el acceso a los permisos por enfermedad y a las ayudas sanitarias, con el fin de reducir el gasto público en discapacidad y asistencia sanitaria.
Uno de los supuestos centrales de esta crítica de derechas, como expliqué en The Guardian, es que la mayor parte de la angustia que se medicaliza erróneamente es demasiado leve para justificar la ayuda estatal. Esta suposición declara que al bajar el umbral de lo que se considera emocionalmente tolerable, la sobremedicalización ha creado necesidades artificiales de apoyo. Un artículo reciente del Telegraph titulado “The Mental Health Con is Bankrupting Britain” (La estafa de la salud mental está llevando a Gran Bretaña a la bancarrota) se hacía eco de un argumento similar: la disminución de la resiliencia en el lugar de trabajo está alimentando la falta de trabajo, una ociosidad ocupacional que la sobremedicalización valida y financia. En lugar de aumentar el gasto en salud mental, insiste el artículo, deberíamos restringir las prestaciones y hacer de la vuelta al trabajo (y la resiliencia) la vía central hacia la salud.
Mientras que las críticas de derechas hacen recaer en los individuos la carga de ser más fuertes y autogestionar su sufrimiento (a menos que sea del tipo más grave), la crítica de izquierdas, por el contrario, rechaza de plano la idea de que la sobremedicalización fomente el engaño o las falsas reclamaciones al Estado. Rechaza la idea de que el sufrimiento que se califica erróneamente de “psiquiátrico” sea de algún modo irreal o no merezca apoyo. Para la izquierda, la gente sufre, pero no por los problemas que el modelo médico considera. Sufren por múltiples y complejos determinantes sociales, financieros y psicológicos que requieren soluciones sociales, relacionales, psicológicas y económicas no patologizantes, no médicas. Así que sí, necesitamos más financiación para los servicios, argumenta la izquierda, pero no para más de lo mismo, medicalizado y fallido. Tenemos que abordar los determinantes sociales de la angustia, impulsar la provisión psicosocial, al tiempo que aumentamos el apoyo financiero sólido cuando sea necesario. (Véase la lista de lecturas a continuación para consultar las críticas de la izquierda).
Sin embargo, la crítica de izquierdas a la sobremedicalización va más allá, argumentando que la medicalización desempeña un papel central en la perpetuación y el mantenimiento de muchas injusticias sociales dominantes del capitalismo tardío. En palabras del fallecido teórico de la cultura, Mark Fisher:
“La actual ontología dominante niega toda posibilidad de una causalidad social de las enfermedades mentales. Considerar la enfermedad mental como un problema químico-biológico individual tiene enormes beneficios para el capitalismo. En primer lugar, refuerza el impulso del capital hacia la individualización atomista (estás enfermo debido a la química de tu cerebro). En segundo lugar, proporciona un mercado enormemente lucrativo en el que las multinacionales farmacéuticas pueden vender sus productos farmacéuticos (podemos curarte con nuestros ISRS). Huelga decir que todas las enfermedades mentales tienen una instanciación neurológica, pero esto no dice nada sobre su causalidad…. Esto requiere una explicación social y política; y la tarea de repolitizar la enfermedad mental es urgente si la izquierda quiere desafiar al realismo capitalista”.
En resumen, para la izquierda, la sobremedicalización mercantiliza perjudicialmente nuestro sufrimiento para obtener enormes beneficios farmacéuticos (incentivando la negación de los daños de los medicamentos y la exageración de sus beneficios), despolitiza la angustia al enmarcarla como un problema individual en lugar de uno arraigado en disfunciones sociales más amplias, y socava la solidaridad comunitaria al aislar las luchas como personales en lugar de colectivas. Al patologizar la angustia, exonera a los sistemas sociales, laborales y financieros perjudiciales, y al privatizar la angustia libera a la gobernanza neoliberal de abordar las causas sistémicas. De este modo, la sobremedicalización se ha convertido en una servidora del statu quo neoliberal, facilitándolo e instigándolo, un argumento clave que desarrollo en mi libro Sedated: Por qué el capitalismo está provocando nuestra crisis de salud mental.
Como crítico de izquierdas de la sobremedicalización desde hace mucho tiempo, me parece cada vez más preocupante que las distinciones cruciales comentadas anteriormente se estén desdibujando en la mente de muchos. A veces esta confusión surge de una inocente falta de comprensión, pero a menudo es alimentada deliberadamente por quienes se oponen a la posición crítica. Al defender el statu quo excesivamente medicalizado, algunos han tratado activamente de difuminar las líneas entre las críticas de izquierdas y de derechas, sugiriendo que no existe una crítica de izquierdas diferenciada. Insinúan que cualquiera que cuestione la sobremedicalización debe estar alineado con la derecha y, por tanto, no es digno de consideración.
Cualquiera que esté familiarizado con estos debates reconocerá las fuentes de estos argumentos, como se discute y expone aquí. Estas son las personas que tachan a todos los críticos de “szazianos”[1] (de derechas), crean narrativas sesgadas sobre quiénes son “realmente” los críticos y manipulan la historia de la crítica y la antipsiquiatría para adaptarla a sus ideologías y agendas actuales. Aunque es lamentable que se produzca este tipo de comportamiento, no es de extrañar, ya que la crítica de izquierdas siempre ha desafiado a poderosos intereses creados que prefieren no ser molestados. Lo importante es superar la tergiversación para comprender la esencia de los argumentos reales, algo que he intentado hacer, al menos superficialmente, más arriba.
Sobre el autor:
El Dr. James Davies es Profesor Asociado de Antropología Médica y Psicología en la Universidad de Roehampton, Londres. También es psicoterapeuta en ejercicio (Reg. UKCP). Se doctoró en antropología social y médica por la Universidad de Oxford en 2006 y es autor de los libros Cracked: Why Psychiatry Is Doing More Harm Than Good y Sedated: Cómo el capitalismo moderno creó nuestra epidemia de salud mental .
[1] En referencia a Thomas Szasz, psiquiatra húngaro, ubicado mayormente como antipsiquiatra, mantenía una postura crítica frente a la psiquiatrización, pero, haciendo énfasis en las responsabilidades individuales y rechazando la colectividad, manteniendo una simpatía por las corrientes políticas de derechas.