“A veces pienso que la psiquiatría es algo libertofóbico” una conversación con Agustín Barúa Caffarena

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En esta conversación Agustín nos habla acerca de los aportes de la antropología a la psiquiatría, del encuentro de la salud mental con lo comunitario, buscando llegar a procesos desinstitucionalizadores apuntando a la diversidad, la diferencia y a la libertad.

Agustín Barúa Caffarena (Asunción, 1971). Es médico por la Universidad Nacional de Asunción. Psiquiatra de Atención Primaria  de Salud por el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana. Maestría en Antropología social por la Universidad Católica de Asunción.  Psicodramatista por GRUPA (Grupo  Psicodrama Asunción). Certificado en prácticas colaborativas y dialógicas por el Houston Galveston Institute y el The Taos Institute. Actualmente en formación en terapia narrativa (Nárrate, Chile).

Psicoterapeuta en la Clínica placera. Investigador y docente por la Universidad Nacional de Pilar.

Autor de los libros “clinitaria: andando, de a chiquito, con la gente. Acompañamientos clínicos en salud mental desde sensibilidades comunitarias” (2011) y “Ejedesencuadrá: Del encierro hacia el vy’a. Transgresiones para una salud mental sin manicomios” (2020).

Ha trabajado como temas de investigación: comunicaciones cercanas y pandemia; intercuidados en equipos sociales; desmanicomialización, clinitaria y salud mental comunitaria; lo suicida desde perspectivas comunitarias; adultocentrismo e intergeneracionalidad; masculinidades y patriarcado; coloradismos desde la mirada de Baruch Spinoza.

Algo que siempre me ha llamado la atención de tu postura, de tu trabajo es este encuentro entre la Psiquiatría, la Antropología y la Salud Mental, es un encuentro que me parece muy interesante, porque es un encuentro que por lo menos acá no tenemos tan frecuente; desde tu perspectiva, tu experiencia, ¿Cuáles han sido los aportes de la Antropología al campo de la Salud Mental, o cómo se podrían ir entrelazando?

Yo empezaría con una advertencia, tanto la Antropología como la Psiquiatría tienen antecedentes muy nefastos, han sido temas para todos de dominación muy fuerte históricamente, entonces, exige una vigilancia extra.

La Antropología, históricamente su noción central fue la cultura, y ahora en la Antropología Contemporánea la noción central es la diferencia, y ahí hay un linkeo interesante con las miradas libertarias en salud mental , si la diferencia tiene sentido, valor, incluso si tiene legitimidad científica si quieres, eso enriquece muchísimo la mirada que uno puede tener en salud mental; en ese sentido una noción que me parece fundamental es la alteridad, o la otredad; la alteridad no es un diagnostico es la posibilidad de la diferencia legítima, y esa diferencia legítima es algo que a la psiquiatría hegemónica le cuesta muchísimo reconocer, y se para habitualmente en un lugar de mucha certeza, de mucha “categorizidad”, de mucha cerrazón, la alteridad es también una invitación a reconocernos, a hacer ese viaje por lo desconocido que a veces nos resulta tan amenazante, siempre que decimos el nudo central de la manicomialidad hablamos de la asociación entre diversidad psíquica y peligro, entonces, esta vitalización de la diferencia de la mirada antropológica me parece muy interesante, porque da la herramienta para parar ese nudo.

Hay un antropólogo brasileiro Gustavo Lins Ribeiro, que tiene una categoría que me gusta mucho que es el extrañamiento, y el extrañamiento tiene que ver con tomar distancia de lo que no es familiar, de lo que parece resuelto como comprensión, como definición, ¿cómo puede eso vincularse con el campo de la salud mental, cómo podría entrar? Y es como entrar desnudos en nuestras categorías diagnósticas psiquiátricas y que el otro tenga validez en el relato, que aparezca en el escenario discursivo con legitimidad.

Hay perspectivas duales que están muy paradas ahí, como el construccionismo social, y le doy muchas vueltas, ¿Qué pasaría si la psiquiatría contemporánea dialogara con la antropología contemporánea, que mixturas podrán hacer de campo a campo?

Hay otra noción que me gusta mucho también y es la inmersión subjetiva, en la antropología se dice que se aprende siendo con, estando con, hay un con que es demasiado importante, que te vincula y habitualmente la práctica en la psiquiatría hegemónica es sobre, es arriba y es alejante, tiene un efecto jerarquizante y un efecto insensibilizante, y esas cuestiones me parece que son interesantísimas de pensar; nosotros, cuando era docente de medicina en la Universidad Nacional de Asunción, hacíamos una experiencia que era la simulación de una internación con los estudiantes de medicina, yo era docente de la materia de psicología médica y preparaba hablando con el equipo de una de las salas de internación del hospital de clínica, hablaba con familiares y personas internadas de esa sala, les decía que iba a ir un estudiante de medicina que iba a hacer un ensayo de lo que era un ratito como es ser internado en este hospital, entonces, a los estudiantes les decía, cuando entren no le hablen a nadie, solamente llegan, se desnudan los pies, o sea se descalzan, se acuestan boca arriba en una cama que va a estar preparada para ustedes y descubren su ombligo y se quedan un rato sintiendo a ver que les pasa, esa experiencia que sería como nimia, diríamos en guaraní vyrorei, una tontería,tenía un efecto muy significativo, y yo creo que se explica por lo siguiente, habitualmente los médicos estamos tan distanciados de fragilizarnos que un movimiento ligero de fragilización es una tormenta.

Todas estas categorías que fui mencionando me parece interesante, porque yo creo que la psiquiatría tiene tradicionalmente un efecto colonizador muy fuerte: porque nombra, porque define conductas, porque castiga, todo el trayecto foucaultiano que tenemos tan estudiado, pero. ¿a ese efecto de captura cómo le hacemos preguntas? ¿cómo le hacemos preguntas a ese efecto de captura tan fuerte? Yo creo que en ese sentido la antropología es importante.

Lo primero que me llama mucho es esto que comentas, que de inicio ambas ramas tienen en la base o de origen, estas raíces colonializadoras, opresivas, utilizadas mucho para marcar los distintos juegos de poder que hay entre unos y otros, pero ahora este giro que la Antropología permite al entrar al campo de la Psiquiatría, permitiendo la apertura a la diversidad, creo que es la diferencia total, pero yo me quedo con la duda, ¿cómo hacer para no regresas a esas bases, para no retomar esas posturas, para no tomar esas posturas de saber sobre los demás, sobre sus experiencias?

Yo creo que por un lado todavía no estamos en la problemática del regresar, en un sentido aún ni llegamos; son aspiraciones, son experiencias más puntuales, pero creo que mayoritariamente nuestra psiquiatría hegemónica sigue siendo avasallante, colonizadora, y eso hay que reconocerlo.

Por otro lado, hay que ver como visibilizamos la ventaja de este otro modelo, una de las cuestiones interesantes es también el efecto de la omnipotencia médica, ¿qué perdemos los médicos cuando nos colocamos en un lugar de certeza? Está muy claro, por lo menos en apariencia, lo que ganamos: ganamos poder, ganamos status, pero ¿qué perdemos? Yo creo que en ese sentido la Antropología pone en valor la cuestión de la libertad, un tema que habitualmente está muy desestimado, bueno, sabemos que la noción fundante de la arquitectura de la psiquiatría hegemónica es la noción de peligro, miras el peligro, respondes el peligro, entonces, esa captura pone el desafío de ver cuál es la importancia de la libertad para la salud mental.

¿cuál es la importancia de la libertad en la salud mental? Yo escucho muy poco esa discusión, y si me preguntas cuántas veces hablaron de libertad en tu formación médica de grado, yo no recuerdo, no es un tema, si la libertad no es un tema de la medicina, no entendida solo como la salud orgánica, no restringida solo a esta cuestión, sino la libertad que incluye: la libertad de ser, la libertad de decir, la libertad de hacer; y creo que ahí la Antropología se para fuertemente, porque por ejemplo, toda la metodología de la investigación antropológica trata de construir una delicadeza en el encuentro con la diferencia humana, lo que es: la ropa, la respiración, las preguntas, los horarios, los lugares, etc. Hay una cantidad interminable de cuestiones que están en interrogación por la cuestión de la diferencia humana, y la diferencia es importante, no solo per se, si no también porque hay una cuestión de derecho y de libertad importante en la antropología contemporánea.

Esa discusión, si vos me decís, que fantasee, por ejemplo, ¿qué procesos formativos antropológicos necesita un médico residente de psiquiatría?, ¿qué bagaje bibliográfico le hace falta?, ¿qué experiencias convivencial en antropología necesita para poner en juego en su praxis esta cosmovisión de lo antropológico? Sería fantástico incluir eso, yo me sumo.

Sería bastante interesante poder ir empujando estas posturas en las formaciones tanto académicas, como en las formaciones prácticas o vivenciales, que al final son las que definen las posturas que uno asumirá; comentando sobre que aporta la Antropología, mencionas que suma esta pregunta por la libertad, esta pregunta por el más allá de la salud orgánica, enfocándola a la cuestión de los derechos, en este sentido, en cuanto a los enfoques de derechos humanos, de activismo, ¿qué papel podría tener esta postura en relación a estos movimientos?

Creo que cuando el enfoque antropológico está centrado en estas cuestiones de la diferencia humana, y está centrado en el reconocimiento de esta diferencia y en la cuestión de la construcción de esa diferencia, se genera la posibilidad de ver todo de otro modo, de otras formas, por ejemplo, las posibilidades de escucha, la escucha antropológica tiene una noción que a mi me gusta mucho, que es la de la docta ignorancia, en donde se plantea que uno tiene que “saber-no-saber” y saber-no-saber tiene que ver con que el otro te pueda plantear un relato válido, que esa validación no pase solamente ni centralmente por tu criterio, es solo un ejemplo metodológico, pero que tiene que ver con esa cuestión de la antropología contemporánea, se mueve muchísimo ya hacía la posibilidad de que se incluya la perspectiva de los derechos humanos, por ejemplo, que una persona en crisis sigue siendo persona, ese tipo de cosas que parece tan simple, pero que en la psiquiatría hay que repetirlo incontables veces.

O con los movimientos activistas, con todas sus diversas nomenclaturas, estamos en condiciones de ser interpelados por los movimientos directamente sin portavoces, ¿podemos escuchar la locura?, en general yo creo que no, todavía nos cuesta muchísimo, la Antropología podría ser un gran mediador, le imagino sentado a la mesa entre la Psiquiatría y la Locura, esa conversación mediada por la Antropología, podría tener mucho enriquecimiento en muchos sentidos.

Pensando un poco en esta conversación que comentas entre la Psiquiatría y la Locura, mediada por la Antropología, y recordando lo comentas sobre la docta ignorancia, no se si te has encontrado con el concepto de Sujeto Supuesto Saber y el lugar del No Saber del Psicoanálisis, pienso que pueden ser muy similares, porque colocan al supuesto profesionista en este lugar no autorizado, si no que el discurso de la persona es suficientemente válido en la experiencia, pero creo que la gran diferencia, y no sé que piensas, pero la Antropología abre todavía este campo a la relación con lo Comunitario, a la relación entre los otros.

Creo que hay una multiplicidad, el campo son los psicoanálisis, hay muchas derivas psicoanalíticas, y existen derivas psicoanalíticas que hablan de lo social, se paran en las instituciones, hablan de lo comunitario, hay un debate.

Y la Antropología, claro, en general como no está centrado en lo individual, o mayormente no, aunque claro uno lo puede trabajar y se pueden inferir cuestiones, en general, trabaja con conjuntos humanos, y eso con-junto tiene un efecto muy interesante.

Voy a hacer una pausa para hablar un poco de la psiquiatría hegemónica individualista, por poner un aspecto, la serialidad, la psiquiatría trabaja serialmente: paciente 1, paciente 2, paciente 3, paciente 4, entra uno, entra otro, secuencial, de alguna manera se pone de espaldas,  mayoritariamente, ocasionalmente pueden hacer una entrevista familiar, de pareja, pero, lo cotidiano es que trabajen serialmente y eso dificulta, cuando no, impide directamente la comprensión relacional de los procesos y eso tiene un sentido político fundamental, que nosotros nos pensemos vinculado con los otros es decisivo hasta ambientalmente, es decir, tenemos que ver con el clima, con la vegetación, con el agua, con el sol, eso que en otro momento hubiera parecido científicamente absurdo hay todo un argumento y un desarrollo ambientalista muy fuerte, y eso es solo un aspecto de lo que en la psiquiatría serial perdemos, la psiquiatría serial individualista también construye chivos expiatorios y expiatorias, es decir, si yo recorto la explicación de lo que pasa es que “te” pasa, y solo “te” pasa, y no hay un plural, no hay un contexto, no hay una historia, no hay un territorio, ¿qué se pierde? Se pierde la comprensión de los procesos, se pierden muchísimos de los recursos terapéuticos que hacen a lo colectivo, hacen a lo vincular, a lo grupal, eso que se pierde no es casual, no es ingenuo, potencia las herramientas psiquiátricas que son mayoritariamente individualistas, se potencia el abordaje psicofarmacológico, en este intercambio de síntomas por pastillas; y al mismo tiempo impotentiza a la gente, porque muchos de los recursos de los que estamos hablando, lo colectivo, lo comunitario, lo territorial, no tiene valor, no tiene una pertinencia.

Y aquí me parece interesante el diagnóstico como juguete rabioso de la psiquiatría, el diagnóstico es el ejercicio validador de todo el abordaje individualista, entonces, cuando yo no problematizo la lógica diagnóstica construyo un sujeto aislado, ahistórico y con eso facilito un abordaje de docilización, de domesticación, porque confirma que soy el experto porque yo defino la escena, yo dirijo la escena, y por que vos no tenés nada que hacer sino obedecer, y si no obedeces eres un mal paciente; es como un juego muy bien armado, una lógica interna muy coherente y muy perversa.

Justo con esto nos vamos encaminando al siguiente punto, que es el paso de una salud mental como algo individual a una salud mental como algo comunitario, ¿cómo podemos trabajar la salud mental para llegar a esto? Para salirnos de la psiquiatría de serie, que implica un abordaje comunitario, ambiental, territorial, ¿cómo pensar la salud mental desde ese contexto?

Hay una cuestión que creo que hay que tomar para entrar de lleno a la respuesta, una es que nosotros estamos llenos de mundo, eso que nombramos como individuo está repleto de mundo, de significaciones, de vivencias, de sensorialidades, de memorias, etc. Construida mucho más allá de lo que entendemos como individuo, y eso es importante, es imposible escaparse por más que uno haga el recorte más individualista desde su abordaje terapéutico-clínico, imposible escaparse de lo histórico, por más que mi checklist de síntomas sea de una pretensión individualista se va a derramar en algún momento.

Después, hay algunos aspectos que tienen que ver con ese pasaje que vos comentabas que tienen que ver con ir de lo individual a lo comunitario, la posibilidad de que uno haga una escucha, una presencia, una contención, una intervención, un gesto terapéutico, no a solas, sino entramado con el mundo de sentido y de vínculo de la persona tiene una potencia muy grande, en varios sentidos, uno es que el terapeuta queda liberado de aquel lugar que a la vez da poder y a la vez captura tanto como es ser la única referencia, no es menor que nosotros podamos decir ¿qué hacemos con esto? A decir ¿Qué hago? Segundo, la riqueza que se puede tener en un abordaje más colectivo, más contextualizado, voy a dar un ejemplo que doy siempre; una vez que estábamos entrevistando en el dispositivo que trabajo que es el de clínica placera, con una mujer estábamos conversando y un perro detrás de nosotros comenzó a hacer una tormenta de tierra cavando algo detrás del banco, ¿el perro hizo una intervención terapéutica? No lo sé, pero hizo algo, y ese algo tuvo efectos, esos efectos generaron primero una gran sacudida de nosotros que nos llenamos de tierra, segundo risas, y tercero toda una reflexión sobre lo que pasa en el mundo cuando uno está angustiado, ese tipo de posibilidad de que existan diferentes tipos de intervenciones y no solamente centrada en uno, devuelve lo terapéutico al gran torrente de la vida, que habitualmente nosotros solemos pretender como una especie de aparte, incluso como un anti,como ocurre en las comunidades terapéuticas “acá sí, pero afuera no”, incluso una forma hasta maniquea “acá bueno, afuera malo”.

¿Cómo hacemos para que seamos parte de la vida, nuestras interacciones sean parte de la vida? Y no un aparte, así fuimos alfabetizados profesionalmente e institucionalmente.

Me quedo en este punto con dos dudas, la primera es algo que se mencionó en un punto anterior, sobre los diagnósticos, en la salud mental con un enfoque comunitario, ¿un diagnóstico tendría cabida, queda fuera, sirve de algo?

Entro a la pregunta, voy a testimoniar, no sé si pueda hacer de esto una generalización, personalmente cuando hago escucha en estos procesos terapéuticos placeros, hay una parte mía que escucha desde la psiquiatría convencional, mucho más atenuada que antes, pero ocasionalmente me salen nombre psiquiátricos en la cabeza, esos nombres yo jamás los verbalizo, pero es como parte del entrenamiento que no tengo totalmente desmontado y que no sé si quiero desmontarlo totalmente, a veces pienso que la psiquiatría es un saber también, no es una verdad, menos todavía es la verdad, en ese contexto ocupa un lugar en mi mirada, pero me es muy importante: uno, la mirada del otro sobre sí, dos, la pregunta abierta, la no conclusión, tres, el pedir permiso para hacer las valoraciones a uno de fuera, cuatro, escuchar como la persona recibe el planteo de uno y ver que hace uno con esa recepción; estos planos me parece que son muy enriquecedores para no simplemente aplicar, un verbo que se usa mucho en el mundo médico, aplicar terapéuticas que son monologales, son unilaterales y por ende son autoritarias, todo esto de nuevo tributa a la discusión sobre la libertad.

Repito mucho una frase de un psicopatólogo francés, Henry Ey, que decía que todos los problemas psiquiátricos son problemas con la libertad, entonces, a veces pienso que la psiquiatría es algo libertofóbico, nos cuesta muchísimo la comprensión porque estamos alfabetizados en el peligro, o sea, en el miedo, somos miedológos, y de la miedología es muy difícil la comprensión sensible de la diferencia.

Justo al ir enfocando el tema en la libertad, la segunda pregunta que tenía era en ese sentido, tú mencionabas las comunidades terapéuticas que llegan a manejar esa dinámica de “malo afuera, bueno adentro” y ni se diga de los asilos u hospitales donde a veces pareciera que es “malo adentro y malo afuera” ¿un enfoque comunitario tendría lugar dentro de estas instituciones o la idea es simplemente contradictoria?

Me acuerdo un par de compañeras argentinas, Florencia y Florencia, que converse en un congreso de Salud Mental Comunitaria en la Universidad de La Plata, un de ellas estuvo en La Borde, la clínica en donde estuvo Guattari en Francia, y ella decía que allí tenía una frase que era “el tema no es salir o entrar, es hacer otra cosa”, y entonces, ahí el afuera y el adentro siempre es controversial, a mí me parece interesante que primero las comunidades terapéuticas también son un campo complejo, no caemos en una generalización, hay experiencias particulares, hay matices, el problema que yo quiero señalar, y lo aclaro de entrada, no es exclusivo de las comunidades terapéuticas, es lo que en un capítulo del libro Ejedesencuadrá llamo las violencias morales, vengo de una tradición de violencia muy fuerte: de violencia patriarcal, violencia profesional, violencia militante muy fuerte, en donde de diferentes maneras estaba convencido de la superioridad de mis ideas respecto a las de otras personas que no coincidían conmigo, cuando me coloco en ese lugar de superioridad moral dejo de tener una apertura sensible a la diferencia, si yo considero que Jesús o la biblia o Marx, son referentes indiscutibles pierdo la capacidad de encontrar acuerdos en la diferencia y ese me parece un tema dramáticamente importante.

Por eso me parece importante esta cuestión que estamos abordando, ahora que mencionas el tema de la comunidad terapéutica, porque creo que no es tanto “afuera y adentro”, si no que es lo otro que estamos haciendo.

Con esto que comentas que es lo “otro” que estamos haciendo, y aprovechando que mencionas el libro de Ejedesencuadrá, otro tema que tengo aquí es como podemos ir pavimentando un enfoque o un camino desinstitucionalizador, cómo podemos tomar todo esto para generar esta otra vía, ¿cuál es tu experiencia con este enfoque, cómo ha sido tu trabajo? y ¿cuál es aún la relevancia de estos sistemas institucionales actualmente? Porque a veces nos suena como si fuera algo que ya se superó, pero es algo que sigue presente, en varios contextos, en varios países estás instituciones permanecen, bajo unas condiciones deplorables, y en este sentido, con todo el trabajo que desarrollas en Ejedesencuadrá, ¿tú cómo vas apuntando a la salida de estas instituciones y si realmente crees que en algún momento podamos prescindir de ellas y tengan un cierre?

Primero, yo vengo de contextos donde todavía se péndula entre la institución represiva y el abandono, son menores las experiencias de desinstitucionalización sensible, creo que hay tres niveles de cuestiones que ya mencionamos, pero quiero poner, lo institucional hegemónico proscribe: la libertad, los derechos y la diferencia, si esa es la tríada proscripta por la institucionalización represiva entonces perdemos la mirada relacional, perdemos la mirada solidaria, y esto es gravísimo, yo lo anuncio en quizá en términos un poco abstractos pero tiene implicaciones concretas gigantescas, yo siempre discuto el tema del electroshock, para mí por ejemplo, el electroshock es la máxima expresión de que no tenemos tiempo los unos para los otros, administramos nuestra precariedad vincular electrocutando gente, porque estamos demasiados apurados cada quien en nuestro individualismo, miedos e indiferencia, y la institucionalización eléctrica, el electroshock es emblemático en ese sentido.

Ahora, yo creo que de alguna manera lo institucional va mutando, no sé si es superable en términos de una a-institucionalización total, si no en parcialidades y se mueve, a veces para peor también, a mi me pasó el otro día estando acá en Caracas que les decía, conversando a compas aquí que mi experiencia es de trabajador de territorios de salud mental, de docente, de investigador, pero no de gestor y cuando uno es gestor tiene un nivel ineludible para trabajar con el tema de las complejidades institucionales, nunca se escapa, pero en la gestión particularmente haces frente con eso, entonces, tengo experiencias muy significativas con la desinstitucionalización, como decía hace rato parcial, pero que pueden ser interesantes, una es la de clinitaria.

clinitaria que viene un poco de la idea de hacer clínica de salud mental desde sensibilidades comunitarias, fue una experiencia que hicimos desde 2008 a 2012 con equipos de atención primaria de salud de la Universidad Nacional de Asunción con estudiantes voluntarios, el colectivo clinitaria trabajando salud mental en los bañados de Asunción entre las zonas ribereñas entre el río Paraguay y la ciudad alta.

¿Cuáles son los elementos desinstitucionalizadores que identifico en esa experiencia? Uno, cada equipo tenía y tiene agentes comunitarios de salud mental, en aquel tiempo eran fundamentalmente vecinas consensuadas por los territorios que tenía representatividad elegida por ellos en su territorio, y eso era fantástico en su potencial político, las voces plebeyas tengan un lugar validado, en la institucionalidad estatal en este caso, porque eran voces que hablaban de yuyos, de herbolaria medicinal, hablaban de juegos, de los reportes que se practicaban en el barrio, hablaban de la red y vínculos de supervivencia cotidiana, como el contrabando, los pequeños robos que había en los territorios populares, hablaban de las creencias religiosas cristianas e indígenas del territorio, traían una serie de cosmovisiones que en general la institucionalidad formal no sabría que hacer con eso o a veces entendía que “sabía” y que había que rechazarlo, sin embargo, estás mujeres que estaban insertas en la cultura local tenía muchísimas posibilidades de intervenir en el territorio de manera terapéutica que el profesional que cumplía un horario, que no tenía la cultura local, que no conocía el territorio.

Lo otro, desinstitucionalizador en clinitaria, es que la gente te abra sus puertas para que vos entres a su casa, a su vida, a su vivienda, a su lugar de residencia, a donde estaba, no ser local tiene un efecto político fantástico también, uno pierde su lugar de referencia, pierde su oficina, su escritorio, su secretaria, sus paredes, sus temporalidades, entonces, para poder entrar a la casa de una persona hay que ser persona con la persona, por lo menos para que el perro no te muerda, pero esos ejercicios de ser con son fantásticos como potencia de desarme; y aquí quiero pasar a la otra experiencia,la clínica placera, que mencioné hace rato, la clínica placera también tiene un hincapié fundamentalmente político, el dispositivo es un banco, un banco de plaza, la propiedad del banco está abierta, no es mi banco, no es tú banco, no es nuestro banco, pero lo estamos usando, la propiedad, es por ejemplo en una discusión.

Otras cuestiones que son importantes políticamente es, en general, el sufrimiento psíquico es más vergonzoso que el sufrimiento físico, ese doble rasero válida los encierros, detrás de la llamada privacidad muchas veces se esconde la legitimación de los encierros, porqué, ¿por qué tendríamos que necesariamente entender que la privacidad se construye con cemento, con ladrillos? ¿acaso no hay otros sentidos de intimidad que tienen que ver con la conversación, con el encuentro, con la escucha, con el silencio? Otra cosa que hace muchísimo la clínica placera, también lo hacía clínitaria, es el mundo sabe, yo hablaba del perro, siempre recuerdo a una compañera psicopedagoga de clinitaria dando una intervención en una escuela, un niño se le acercó y le dijo “vos tenés el mismo olor que la señora que viene a regalarnos comida” y eso generó una pequeña crisis en el colectivo, en el sentido de que nunca habían politizado nuestro olor, pero a la veces y sobretodo, no nos habíamos dado cuenta de cuán aguda era la mirada de la gente sobre nosotros, no lo habíamos politizado tanto, el mundo sabe; recuerdo mucho la frase de un psiquiatra que decía “yo puedo oler la esquizofrenia” el diagnóstico con la mayor carga estigmatizando esta persona pretendía poder hacerlo en una primera impresión, imagínate en donde podemos estar parados los psiquiatras con nuestros niveles de omnipotencia y  violencia simbólica, que podemos afirmar, que podemos adjudicar este diagnostico y toda su carga de prejuicios y discriminación de entrada, y pretender que solo nosotros sabemos, todo lo que el mundo sabe.

Lo otro que es interesante también, en esta cuestión, es la relación con el espacio público, como: el espacio de lo común, el espacio de lo inesperado y el espacio del encuentro, esas tres cuestiones me parecen fundamentales, para poder hacer un proceso desinstitucionalización, lo público como lo común entendido que es un espacio donde no necesariamente alguien es dueño, donde no necesariamente lo que puede consumir lo define como en un espacio mercantil, el espacio de lo inesperado como el espacio de la sorpresa, el espacio donde muchas veces es lo menos homogéneo, por ejemplo, yo voy a mi club de tenis o a mi partido trotskista y ahí tenemos ciertos códigos comunes, pero voy por la calle y es algo mucho más azaroso muchas veces, y tercero, el espacio del encuentro, es el espacio en donde otro me puede significar, desde decirme la hora, o decirme una dirección, hasta prestar una ayuda, pasando por un encuentro amistoso o un enamoramiento, todos los  encuentros posibles que permite el espacio público, y esto tiene un efecto potenciador, en la mirada de salud mental no solo desinstitucionalizada, sino post-manicomial, por eso yo suelo pensar mucho cuando cuento lo de los bancos de plaza, le digo a la gente que la idea no es que todo mundo tenga su banco de plaza o sus plazas sino que podamos preguntarnos cual es la relación política que quiero establecer entre mi practica como profesional de salud mental y lo público, entendido como lo común, lo inesperado y el espacio de los encuentros.

Justo antes de detenernos en la clínica placera, quisiera regresar un poco a clinitaria, me llama mucho la atención el cómo se puede intervenir dentro de una comunidad, qué condiciones deben de cubrirse tanto por parte del equipo como de la comunidad para poder intervenir, cómo no caer en posturas colonialistas, en dónde se asume el rol de “vengo a traerte, vengo a ayudarte, porque eres tú quien lo necesita”, ¿cómo no caer en eso  y llegar con una postura distinta para intervenir en esos contextos?

Hay cuestiones muy clásicas, como por ejemplo, el cuidar la vestimenta, el no usar batas blancas, me acuerdo que una vez por cuestionar a una psicóloga que trajo bata blanca a una intervención comunitaria ella habló con el ministro de salud y me sacaron de un hospital; no es un tema fácil de plantear sigue siendo muy tabú, no está resuelto eso para el trabajo territorial comunitario, por otro lado, creo que uno reconoce los privilegios que trae en este contexto, por ejemplo, nosotros usamos mucho esto en clinitaria, poder decirle a la gente “no confíe en nosotros de entrada, dejá que te demostremos que tenemos un interés genuino contigo mientras tanto, desconfía” y esto es también una postura política, yo no sé, alguna vez un par de compañeras psicólogas generaron un espacio que se llamó Psicóroga que quiere decir en guaraní “casa de los psicólogos”, en el territorio intentaron ir a residir ahí, por eso, a lo mejor eso puede ser interesante, y tomo de nuevo la frase “el tema no es intentar salir, como hacer otra cosa” y esa otra cosa me parece que tiene que ser humilde, hay cosas que no vamos a poder resolver con el privilegio y eso no quiere decir que no hay que hacer el intento.

Siempre cuento otra historia que para mí fue muy fuerte, a una persona del territorio bañadense, le dije “yo he intentado dos veces aprender guaraní”, yo vengo un poco de las clases medias que en mi infancia-adolescencia, estas capas medias no le enseñaban a sus hijas e hijos el guaraní, para que no ensuciaran el castellano, hablando de colonización, entonces cuando le conté que hice dos intentos a esta persona, guaraní parlante, bañadense, “sabes porque no aprendés, porque no te importamos, si te importáramos aprenderías” y fue como un shock, sigo sin aprender guaraní, sigo interpelado por eso, pero a veces uno dice también “puedo atravesar mis contradicciones y desde mis contradicciones seguir aportando”, aquí la idea de violencia moral, que a veces es el afán de uno de que con cierta pureza, con cierta idea de incorruptibilidad, tributas fuertemente otras formas de colonización, en este caso la colonización moral militante de la superioridad. Habría que ver, yo creo que la solución no es tan simple.

Lo primero que se me viene en mente es que parte de la importancia o del trabajo de lo antropológico en el trabajo de salud mental comunitario, es no sólo, estar abierto a la diferencia, a lo diverso, ya no solo a lo que está fuera de mí, si no también a lo propio, entrando a estos contextos quitándonos estas etiquetas de profesionista y hacer estos acercamientos de persona a persona, me quedo pensando que está también muy presente lo azaroso, en un consultorio conoces cuales son las condiciones, en una plaza en un parque queda completamente abierto al ambiente, a las interacciones, al azar, a la apertura que implica el desprenderse de las etiquetas.

Pensando en las etiquetas, yo antes me nombraba antipsiquiatra y psiquiatra, yo reivindicaba que por el poder otorgado a la psiquiatría socialmente, tenía que estar en crisis y tenía que sostener la contradicción permanentemente abierta, para poder estar haciendo una vigilancia política sobre mi práctica, por eso me nombraba como psiquiatra y antipsiquiatra, pero después me di cuenta que soy demasiado psiquiatra para ser antipsiquiatra, y no podía ponerme en un lugar pretencioso, porque yo uso medicación o hago un encuadre convencional de escucha psicoterapéutico, converso con profesionales pares sin la persona presente, había varios indicadores y yo me decía “¿por qué me pongo en un lugar que no?”, y ahí me comencé a nombrar como psiquiatra de atención primaria a la salud, que es lo que yo soy como certificación formal, pero por otro lado, las etiquetas a veces también son pretenciosas, pero es interesante de alguna manera en los procesos emancipatorios en salud mental no adjudicarse la totalidad de la verdad, con una perspectiva crítica, con una pretensión de perspectiva crítica, porque a veces también tomamos el rol que cuestionamos, decimos “la psiquiatría es violenta en tal y tal sentido, es unilateral, es punitiva, es moralista, etc.” Ahora ¿cómo hacemos para no reproducir lo que cuestionamos? Ahí me parece que es interesante cuales son los modos de conversación en la diferencia que necesitamos construir de la mirada reflectiva sensible.

Pensando sobre los enfoques, los encuadres, la vía de conversación, pienso en la clínica placera, esta experiencia que me parece muy única, muy particular, no he conocido otro enfoque similar, me parece muy interesante, pensar en la clínica placera como una vía, una propuesta o una alternativa, ya no solo para la desinstitucionalización, si no para los fines de la salud mental mismos, para los fines de una psicoterapia, por ejemplo, una propuesta que puede tener base en, pero ahora tan distinta lo que es una psicoterapia de consultorio, de hospital, etc. Entonces, me gustaría conocer cómo surge esta idea, cuáles son los retos, pero también cuál es su impacto y oportunidad.

Me preguntaba eso justo en el día dos de comenzar a hacer clínica placera acá en Venezuela, me pasó que ayer hice la primera y pasado mañana será la segunda formal, en la primera estuvo en un parque que se llama Los Cabos, donde había ardillas, nunca había estado en un parque con ardillas, y donde se escuchaban tambores afrovenezolanos, que en las plazas de Asunción, a menos que haya una marcha, no hay tambores, creo que es muy interesante comenzar por ese lado por la permeabilidad al contexto, la posibilidad de que el contexto haga una presencia, no en el relato verbal, si no en su presencia material y que el contexto diga cosas válidas para nosotros, es importantísimo.

Otro comentario, hoy comencé con un compañero psicólogo, Jorge Luis venezolano, que él también hace experiencias en el espacio público, en parques, y él me decía “yo respiro, yo camino con la gente, nosotros abrazamos árboles, nosotros nos acostamos en el pasto” y él tenía un dispositivo mucho menos verbal, porque yo lo que hago son conversaciones en contextos placeros, y yo decía que interesante esta versatilidad de abordajes, pero no son campos homogéneos tampoco.

La experiencia nació en un contexto de crisis, como tantas cosas, yo había estado viviendo, después del golpe de estado de Fernando Lugo, tres años en Montevideo, vuelvo a Asunción en el 2015 y tenía que reiniciar tareas laborales, pero no podía entrar de nuevo a donde había estado trabajando por diferentes razones, entonces subalquilo un consultorio o una camilla de psicólogas y me muero de la angustia: cortina, sofá, mesita de luz, baldosas limpias, paredes pintadas, y decía “yo no siento este espacio como un lugar donde me sienta cómodo”, y comencé a extrañar mi espacio de clinitaria: patios, ropa recién lavada goteando sobre tu cabeza, teléfonos encendidos, chanchos y perros, infancia por todas partes, a mí me interesa esa clínica de la cotidianeidad, entonces, me pregunté ¿dónde yo podía generar un espacio de dispositivo de escucha en espacios abierto, en el momento actual? Y ahí me vinieron los bancos de plaza como un lugar que me gusta para pensar con le gente y ese fue el inicio.

No tenía el chance de discutirlo profesionalmente en Asunción, cuando hicimos la presentación de la Sociedad de Psiquiatría de Paraguay fue solamente el presidente de la sociedad como psiquiatra, de alguna manera la respuesta no es rechazo es la indiferencia y uno se detiene a preguntar cuál es la indiferencia ante un planteo así, ¿qué es lo que podría estar funcionando como amenazante para qué no se pueda generar la conversación? Yo creo que interpela muchos planos: interpela el confort, interpela la localía, interpela la certeza, interpela nuestro cuerpo teórico-metodológico y varías nociones que son como axiomas de la privacidad, por ejemplo.

Entonces, de alguna manera esta experiencia de lo placero trata de preguntas donde no hay habitualmente preguntas, al contrario, hay certezas, no trae necesariamente una receta, trae una posibilidad, trae una invitación, trae un horizonte y todo eso me parece que no es menor.

Me es muy interesante, intento pensarlo en como aterrizaría en nuestro contexto, los parques con sus ruidos, su música, la gente, y al pensarlo, tal vez por una propia etiqueta me imagino lo difícil de enfrentarse a lo cotidiano, pero ¿cómo ha sido el recibimiento por parte de quienes te han acompañado en estos espacios? Me cuesta imaginar que hubiera pasado si yo al haber hecho una cita me hubieran dicho que sería en un parque.

Si fuera por la narrativa del peligro no hubiera nacido, porque para muchos relatos las plazas son lugares peligrosos, a la vez que las plazas sean construidas como lugares de peligro o el espacio público, en general, sea construido como lugar de peligro me parece que es una motivación para intentarlo, por lo que decía hace rato, son espacios de encuentro, espacios de la diferencia, etc. Eso hablando del espacio público.

La apuesta de lo placero, en general, le resulta invitante a gente que viene harta de los dispositivos de encierro de consultorio o viene harta de un dispositivo de encierro de la época, gente que ha hecho consulta tradicional y quiere probar otra cosa o que dicen que ya no creen, esos hartazgos habilitan la experimentación, yo suelo plantearle a la gente “hagamos una experiencia y después ve si te gustaría continuar”, generalmente la gente no lo hace cuando recibe la explicación “trabajo así, etc.”, ahí hay un sector donde la mayoría que no lo va a hacer, se niega a hacerlo, y que no le gusta, la mayoría de la gente que lo hace se siente a gusto, les hace sentido, se siente contenida, entonces, es como en tantas cosas de la vida, hay un saber experiencial, nuevo, que es inexplicable, y que no es transferible más allá de la propia vivencia, y eso también es interesante, porque siempre pienso que yo no podría trabajar en salud mental si no creyera fuertemente en lo transformativo, en las dinámicas de cambio de lo humano y esta experiencia invita a correrse de muchos lugares, a cambiar, a innovar una serie de cosas muy cerradas, muy predeterminadas, por otro lado, testimonialmente ahora en Asunción hace un calor muy fuerte y eso es un tema de como ajustarse, alguien diría que no habría que hacer placeras con este calor, pero le diría que este es planeta que tenemos, si nosotros volvemos el planeta como lo estamos volviendo en un gran aire acondicionado se va a extinguir la humanidad, necesitamos sentir el mundo, ¿qué más interesante que sentir el mundo en medio de una conversación que pretende ser sensible? Esa sinergia entre sentir el mundo y el ejercicio de la sensibilidad de la conversación me parece que tiene una potencia terapéutica gigante.

Con esto pienso que la clínica placera no es solo un acto terapéutico, sino también de reapropiación de los espacios, es un acto político que en si mismo lleva la diferencia, la diversidad, la sensibilidad, la crítica, retoma todos esos lugares los saca del consultorio todo aquello que se dice, todo que viene en textos y lo pone al alcance de la gente, donde puede apreciarlo.

Si, es una desestructuración, pega en muchos planos distintos, y sigue descubriendo en que otros planos pega, recuerdo por ejemplo, en una plaza en la que más trabajaba , plaza Italia, había un compañero que era del aseo público y él me decía quien era la persona que me estaba esperando, yo no los conocía pero él ya los identificó, “aquel ya te está esperando doctor” me decía, en su agudeza de observar las conductas de las personas en plaza ya había hecho un perfil de las personas que me esperan, y eso por poner un ejemplo muy puntual, es de las otras sabidurías que entran y que a mí me desestructuran, porque yo terminaba haciendo una especie de equipo de trabajo con él, entonces, a mi me parece que hay un maridaje muy fuerte de elitización de la psiquiatría, que tiene pretensiones casi aristocráticas, y le cuesta muchísimo plebeyisarze, le cuesta mucho ser mundana, callejera, en este caso placera, pero hay una sabiduría en este sentido de la humildad, de la comprensión, de los encuentros, que me parece imprescindible para pensar una supervivencia de sentido de la humanidad, esta experiencia de la clínica placera es una entre incontables otras que estamos en una búsqueda de este sentido.

Con esto podríamos ir cerrando, no sé si quisieras agregar algo más, algo que se nos esté escapando, algún comentario que quisieras dar, o podríamos terminar en este punto.

Quisiera poner en valor unas cosas, pero es de la inmediatez venezolana, en mi experiencia con Venezuela y Salud Mental; hay una severidad inicial, Venezuela es muy juzgada, muy valorada moralmente, como buena o mala, y yo me dije “no seré un juez más de Venezuela”; y me voy a poner en ese lugar como dice el blog de Silvio Rodríguez, que me gusta mucho, que se llama “El Zurrón del Aprendiz” en ese lugar aprendiente y me puse a explorar propuestas de salud mental que no se nombran como salud mental en la Venezuela contemporánea, me deja muchísimas cosas, estoy escribiendo algo sobre eso, sobre la posibilidad de cuanto necesitamos abrirnos desde el campo estricto, muchas veces restrictivo de la salud mental, que no se entienden como del campo, pero que nos pueden aportar muchísimo.

No sé si esto sirve para aportar algo al cierre de la entrevista, pero es algo de lo que habla de lo que estoy viviendo en este momento.

Para conocer más del trabajo de Agustín, puede revisarse su último trabajo “Ejedesencuadrá: del encierro al vy’a”, que puede adquirirse en el siguiente enlace https://www.amazon.com.mx/Ejedesencuadr%C3%A1-Del-encierro-hacia-CR%C3%8DTICA-ebook/dp/B08W8J384L

1 COMENTARIO

  1. Algo que Agustín podría hacer pero no hizo en esta entrevista es citar en sus “referencias teóricas” a autores y autoras locas, o experiencias gestionadas por personas sobrevivientes de la psiquiatría.

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