En su libro Estados Mórbidos, Dresda Méndez nos abre la posibilidad de pensar el dolor corporal más allá de la individualización, pensarlo no solo desde las causantes médicas, sino como resultado de políticas y sistemas sociales que cronifican el dolor, que responsabilizan a la persona y la aíslan en su malestar; es a partir de su trabajo con mujeres con fibromialgia que Dresda nos lleva a pensar en la posibilidad de politizar dolor, de crear nuevos lenguajes y medios para pensar en nuestros dolores, a la vez que se vehiculiza la posibilidad de exigir al Estado asuma la responsabilidad de aquellas condiciones de vida que nos han empujado hacía la cronificación de nuestros dolores.

Los Estados Mórbidos son aquellos que nos quieren cansados, que nos desean enfermos, aquellos que nos imposibilitan a exigir y nos reducen a cuerpos explotables y consumidores.

Esta es la segunda parte de la conversación que pudimos tener con Dresda Méndez acerca de su libro Estados Mórbidos, desgaste corporal en la vida contemporánea, el cual hace tan solo un par de meses cumplió su primer año de haber sido publicado.

Puede acceder a la primera parte de la entrevista en este enlace: https://madinmexico.org/estados-morbidos-desgaste-corporal-en-la-vida-contemporanea-conversacion-con-dresda-e-mendez-de-la-brena-parte-1/

Luis Arroyo: creo que va muy de la mano con la idea de que la individualización de los malestares es también un acto de violencia, que es algo que comentabas, el culpabilizar a la persona de las dolencias, de los malestares cuando hay todo un sistema que obliga a llevar esa vida.

Dresda Méndez: Clara Valverde, que es una autora que yo menciono en mi libro, nos habla de este concepto denominado verbicidio que es aquel que utiliza el lenguaje médico, que individualiza, que responsabiliza y que de alguna manera te hace sentir completamente responsable de tu condición enferma; y para mí no hay mayor oportunidad que la experiencia de las mujeres participantes en el libro para encontrar maneras de romper con esos lenguajes médicos y empezar a crear lenguajes corporales propios.

Por eso creo que mi libro, y los de otras compañeras y compañeros que están escribiendo desde los estudios sobre discapacidad en español, son muy importantes, porque normalmente la mayoría de los conceptos y teorías que tenemos son de origen anglosajón – estudios crip, disability studies –  y gran parte de lo que se convirtió en el ethos político de mi libro era encontrar vocabularios propios situados, desde el lenguaje castellano, para nombrar los dolores que pasan en los países que hablan español desde nuestros propios acentos, y que respondan a circunstancias que nos pasan.

Y, quizá, es una de las críticas que podría hacer de mi propio libro, que sigue utilizando muchas citas de autoras que escriben en inglés, pero escribir es también hacerlo con nuestras propias limitantes, pero sí creo que se pueden construir cosas sobre el andiamaje teórico ya existente y estoy segura que en América Latina tenemos otra manera de entender y nombrar la discapacidad, que no tiene nada que pedirle a la experiecia de los estudios de la discapacidad ingleses.

En América Latina tenemos una relación con discapacidad todo el tiempo, constantemente. Por ejemplo, sal al metro, ve a la calle y ve a la persona que no tiene piernas, que no tiene brazos, que está pidiendo dinero en la calle porque no tiene acceso a lo básico indispesable. Es decir, tenemos maneras propias de abordar la discapacidad física-biológica, pero también social la cual está inducida por el gobierno, que no garantiza servicios de salud que atiendan a las personas que padecen algún malestar. El gobierno descapacita, es descapacitante. La autora Jasbir Puar lo habla desde lo que está pasando en Gaza, en Palestina, y desde ahí saca el concepto del derecho a mutilar, pero en México tenemos una experiencia similar de muerte lenta, entonces, ¿Cóomo encontramos vocabularios que también hablen de la experiencia que pasa aquí?. Los estudios de discapacidad y las teorías tullidas en español están comenzando a crear gramáticas y vocabularios propios que hablan de lo que nos está pasando y, al hacerlo, politizan el dolor.

Luis Arroyo: Si, justo tenemos todas esas influencias y exigencias del Norte Global, que finalmente se ven reflejados en los procesos de escritura, de investigación y producción de conocimiento, que a veces pareciera solo es válido si se hace desde esos parámetros.

Dresda Méndez: Sí, porque lo que tiene la academia, desafortunadamente, es que si quieres acreditarte sabes que tienes que citar lo que es canón, porque tienes que ser  parte de una conversación más amplia. Pero también es verdad, por ejemplo, que hay movimientos desde la academia y movimientos activistas que piensan en descolonizar el Syllabus. Esto incluye, dejar de citar tanto a Donnay Haraway – ya ella no necesita tantas citas,  no le haces un favor si la sigues poniendo como parte de los textos- y mejor ponerla en el pie de página y citar en el texto otras personas; escritoras de color que tienen otros conceptos, a veces, muchas más ricos e identitarios. Al final seguimos privilegiando a la académica blanca y no a la autora de color que tiene otra manera de entender que es el conocimiento situado través de sus políticas de locación.

Entonces, también la manera en que citamos los textos tiene mucho que ver en cómo vamos ayudando a (des)colonizar el pensamiento en los estudios de la discapacidad. Entonces encontremos otras autoras, otras técnicas (#citaatuabuela), otros formatos de citación y reconocimiento. Por eso me gusta mucho el concepto de “vivir a destiempo”, que viene en mi libro, porque es un concepto muy específico, de un cuerpo con una experiencia muy particular que habla de una experiencia que no tienen en inglés.

Luis Arroyo: justo ahora, con la idea de destiempo, creo que es una palabra con la que es muy fácil identificarse, porque creo que es imposible pensar que todas o todos no hayamos vivido a destiempo en algún momento, siempre nos encontramos con un montón de exigencias, y simplemente no logra coincidir con el momento de vida en el que nos encontramos.

Al leerlo lo pensaba en relación el pequeño que tenemos en casa, que tiene ya 3 años, donde sus tiempos y sus ritmos son infinitamente distintos a las exigencias que hay, pero nosotros tenemos que cuidar nuestros tiempos, los de él, y también cuidar los tiempos que se nos exigen, y claro que a los sistemas sociales en los que nos encontramos no siempre les importa, no les importa el cansancio que se pueda tener, el tiempo que se dedica a cuidar a las infancias, a jugar con ellas, etc. y continúan las exigencias de cumplimiento.

Entonces, claro que uno a veces se encuentra a destiempo, no precisamente por alguna cuestión de enfermedad, sino por las propias condiciones de vida en que nos movemos, que no es posible encuadrarlas a las exigencias que vienen de fuera.

Dresda Méndez: Si, por eso a mí destiempo me gusta, porque destiempo es algo que entendemos, porque lo hemos vivido en distintas cuestiones, ésta idea de siempre llegar tarde, de que nunca nos alcanza el tiempo. Destiempo es un vocabulario que logramos entender, y cuando mi participante lo dijo, pensé en que la sabiduría de los cuerpos con discapacidad es algo que no estamos llegando a entender, porque esos cuerpos resignifican el lenguaje y ponen la experiencia ordinaria de un cuerpo con dolor como otra manera de estar en el mundo.  Ella decía “siempre vivo a destiempo” y yo pensaba “pues claro, nosotros también, lo que pasa es que tú lo nombras desde una realidad cotidiana que te pasa por el cuerpo y yo lo veo tan revelador porque no padezco los impedimientos que vienen con ese destiempo”. Hay que reivindicar esas palabras, esos estados corporales y esas temporalidades que solo entendemos cuando nos vemos en condición de ver que vivimos diferentes tiempos.

Luis Arroyo: y que a veces pareciera que solo se nos da la posibilidad de estar a destiempo cuando ocurre alguna tragedia, alguna calamidad, y se exige que después nos repongamos y retomemos, pero hay gente que se encuentra en esa condición día a día, que no le es posible “salir” de esa situación.

Dresda Méndez: Por eso es que el COVID fue tan revelador en muchos aspectos, porque significó muchas cosas para el mundo. ¿Cuándo el mundo pudo parar? Cuando los que tienen cuerpos normativos, en posiciones normativas, deciden que es necesario porque  hay potencialidad de que ellos enfermen, de que ellos se infecten, de que a ellos les pase algo, es ahí donde para el mundo. El mundo se dio cuenta de que se necesitan otros tipo de asistencias para ir a reuniones, otros horarios, otrs recursos mentales – emocionales. Pero en ese formato de mundo es en el que han vivido muchas personas desde siempre.

Entonces, el COVID significó que la posibilidad de enfermar tiene clase social y que es normativa, por un lado, pero también que sí es posible parar y acomodar el mundo en formatos más accesibles y que tenemos la capacidad de adaptarnos. Ya vimos que es posible salir de catástrofes, pero también vimos que en esos escenarios de catástrofe sigue habiendo gente desechable, con trabajos precarios, y que esa gente la condenamos a muerte lenta.

Hay un grupo en Rusia, The Dead Party, que durante los tiempos de COVID hizo un performance donde repartidores de comida rápida se vestían como calaveras e iban por la ciudad entregando pizzas, con una leyenda que decía “necro entrega de la muerte”, como una forma de reflexionar sobre la gente que es desechable, que vive en muerte social, en muerte lenta, y que se necesita que haya gente desechable para que otros sobrevivan. Este análisis necropolitico está en mi libro: necesitamos cuerpos enfermos, el sistema necesita cuerpos enfermos para sobrevivir, el capitalismo necesita gente que se desgaste, gente que se canse, para poder sobrevivir como sistema.

Luis Arroyo: y que en alguna parte también mencionas, que no solo es el uso del cuerpo como físico, sino también la cuestión mental, emocional, y haces referencia a Byung-Chul Han, comentando que el lo aborda en psicopolítica, pero que ya lo habían dicho antes las feministas, que más bien él vino a plantearlo, en otros términos, y que no es solo que no tengamos tiempo para hacer cosas, sino que emocionalmente hay un desgaste, la atención se encuentra difusa pensando en cómo obtener tiempos de ocio al mismo momento que nos preocupamos pensando en cómo sobrevivir.

Y regresando al tema del COVID, me recuerda aquellos videos de gente famosa pidiéndole a la gente que se quede en casa, pero lanzando esos mensajes desde mansiones, con grandes jardines, con albercas, y que la respuesta era “me dicen que me quede en casa, pero debo asegurar la renta, no tengo la comida segura, debo pagar escuelas, etc., no me puedo quedar solo aquí” y aunque ese encierro podía haber sido tomado como un descanso implicó también ese desgaste emocional de estar pensando en cómo tener que seguir produciendo.

Dresda Méndez: De entrada Byung-Chul Han, tiene una mania de no citar a nadie, como si su conocimiento viniera solo, lo que se me hace una práctica muy perversa, que se le permite a los grandes autores y grandes académicos. Hace unos meses vimos, por ejemplo,  la destitución de la directora -mujer de color – de la Universidad de Harvard[1], pero el académico John Comaroff, antropólogo acusado de acoso sexual por sus alumnas sigue ahí, apoyado por otros académicos y académicas. El privilegio de ser académico y escritor sigue siendo apabullante y esto también desgasta los cuerpos de las mujeres.

El desgaste es corporal, pero es también de la psique, y por eso los Estados Mórbidos tienen como componente principal entender que el racismo cansa, el machismo desgasta, la discriminación desgasta, el Estado enferma. Justo veía en la mañana un reportaje sobre la falta de medicamentos en el país, que es de la más alta en los últimos 10-15 años, eso es Estados Mórbidos, eso es necropolítica, eso es dejar morir a la gente intencionalmente, dejarla morir paulatinamente. Por eso retomo mucho el concepto de capitalismo gore, de la autora Sayak Valencia. Lo gore no tiene que ser exclusivamente manifestado en actos espectaculares de violencia, sino que está presente en discursos tan minúsculos e insignificantes. No tener acceso a salud pública de calidad, no tener acceso a medicamentos es una política que decide quien tene derecho a vivir, que la vida de unos va a ser lo que nos va a hacer vivir a otros. Para mí eso es el Estado Mórbido y lo que llamó morbopolíticas, es decir,  situar la enfermedad y la muerte como parte de un vocabulario cotidiano de desgaste. Entonces, para mí, situar la morbopolítica y los Estados Mórbidos en la conversación de los estudios críticos de la discapacidad es uno de los aportes de mi libro. Una manera de entender qué le pasa a nuestros cuerpos en el mundo contemporáneo.

Luis Arroyo: Para continuar con lo último que comentas, al pensar como desde un sistema patriarcal, a un hombre blanco, de cierta edad, de cierta clase social, se le permiten ciertas cosas, como lo que mencionas con Byung-Chul Han, con el tema de Harvard, y al pensarlo en relación con las enfermedades, es más fácil que si un hombre llega quejándose al hospital se le tome como algo de gravedad a si una mujer llega quejándose al hospital por lo mismo tienden a ocurrir cosas como “seguro está cansada, solo es estrés”, e incluso se llega a retratar muy bien en los memes, donde a manera de broma se hace un comparativo en cómo se enferma un hombre, como se enferma una mujer; en donde una gripa leve en un hombre se retrata en “me siento mal, necesito que me cuiden”, mientras que en la mujer se maneja que aguanta, que no ocurre nada, niega el malestar, e incluso a la mujer se le exige que mantenga no solo el cuidado de si misma, si no de los demás, y todo esto minimiza el padecer, los malestares y dolores.

Dresda Méndez: No quiero caer en el discurso de feminismo clase media que habla de un patriarcado de manera homogénea. Creo que hablar de hombres y privilegios es hablar también de una matriz de opresión que afecta a los hombres de formas muy específicas. En esta idea, no es lo mismo el hombre que se enferma siendo blanco, que trabaja en una oficina y tiene acceso a seguro médico, a cómo enferma un hombre racializado y precarizado. Es decir, las escalas de privilegios son diferentes. En Estados Mórbidos yo estoy hablando de estos cuerpos precarizados, esos cuerpos que entienden la enfermedad de manera diferente y que son cubiertos por las instituciones de manera diferente. Cuerpos que están en la intemperie social y política, puestos ahí para que mueran.

Luis Arroyo: Tengo un par de preguntas más, pudieran parecer un poco raras en este momento porque eran más bien introductorias, pero retomando esto último, al hablar de un cuerpo enfermo, me pregunto, ¿cómo llegaste al tema de la fibromialgia? ¿qué te hizo voltear hacia allá?

Dresda Méndez: Yo estaba trabajando en Morelos, era directora de una fundación, y me dí cuenta que me faltaban ciertas terminologías y herramientas para hacer mi trabajo, entonces, apliqué a una beca para hacer máster en género y me fui a España y Holanda. Estando allá decidí hacer una tesis intergeneracional sobre historias de familia, un poco para unirnos en un momento de mucho dolor emocional – la muerte de una de mis tías -, y elegí hacer una tesis sobre historias familiares aldedeor de la menstruación, es decir, qué historias, mitos y realidades de la menstruación nos habíamos transmitido, y entre esas historias, el dolor era una de ellas.  Entonces, me quedé con esa idea del dolor, y cuando me fui a España al doctorado empecé a buscar historias de endometriosis, que me fueron llevando a la fibromialgia. Un síndrome que no tiene un origen orgánico claro, y cuyas sintomatologías son variadas, pero el dolor cronificado es una constante; un dolor que afecta mayoritariamente a cuerpos de mujer.

Luis Arroyo: y finalmente la última pregunta, que en realidad iba a ser la primera, ¿qué son los Estados Mórbidos?

Dresda Méndez: Los Estados Mórbidos son un concepto, una herramienta teórica como resultado de muchas conversaciones que se insertan en una torrente filosófica que se adscriben a los estudios biopolíticos y los estudios necropolíticos, desde Foucault, Achille Mbembe, pasando por Margrit Shildrick, Jasbir Puar, Sayak Valencia, Clara Valverde, López-Petit, que son los y las autoras con quienes estoy dialogando constantemente.

Estados Mórbidos es mi manera de entender la situación de desgaste y morbilidad contemporánea y que señala a este gran bloque de la población que está en constante estado de enfermedad. Estados Mórbidos es un proceso que tiene dos dimensiones: Estados Mórbidos (con mayúscula) y estados mórbidos (con minúscula). Cuando hablo de un estado de morbilidad (un estado mórbido con minúscula) me refiero a la individualización, la autoresponsabilización de la enfermedad, de un estado personal, de una serie de estructuras que juegan con nuestros regímenes afectivos, es decir, esta idea de “si tienes depresión es porque tú no vas al psicólogo”, darle paso al poder terapéutico que nos menciona Santiago López-Petit, ese de “es porque no lees libros de autoayuda, porque no comes adecuadamente”. Esta parte perversa de responsabilizar individualmente el desgaste, la enfermedad y, a partir de ahí, hacer un sesgo en lo que es la responsabilidad del Estado, porque cuando individualizas, la enfermedad se vuelve un átomo y no se entiende como parte de una estructura que te hace enfermar.

Y, por otro lado, cuando hablo de Estados Mórbidos (con mayúscula) me refiero a la necroadministración y necromanejo de la enfermedad, es decir, esas estructuras de poder que no solamente sostienen la enfermedad, sino que se deleitan con la enfermedad porque sacan provecho de ella, haciendo de la  enfermedad  un beneficio para el capital.

Trato de conjugar estas dos vertientes a través de este concepto y esto me ayuda a identificar los problemas de desgaste contemporáneo al cual nos enfrentamos, que si bien en este trabajo está plasmado en una enfermedad especifica que es la fibromialgia, creo que es un concepto que puede ser aplicable para entender, por ejemplo, el desabastecimiento de los medicamentos, para entender las políticas precarias de las jornadas laborales, el COVID Largo (Long-COVID) y la serie de sistemas de desgaste. Es un concepto que ayuda a entender como hay que poner atención a los cuerpos enfermos, pero también es un concepto que no se quiere quedar únicamente en esta crítica, sino que permita ver la potencialidad de los cuerpos con dolor.

Por eso en la introducción menciono como hay cuerpos que desde el mismo corazón de los Estados Mórbidos encuentran quiebres, y por eso en cada capítulo de este libro distingo formas de resistencia provenientes de cuerpos con dolor que, a diferencia de muchos actos de resistencia mayúsculos, son en cambio minúsculos, a veces imperceptibles, pero ahí están y es nuestro labor entenderlos, y ver de qué manera podemos aprender de ellos para una sobrevivencia colectiva.

En estos tiempo que hablamos de Antropoceno, de estados de crisis, de catástrofe, es el momento de voltear a los estudios de la discapacidad, a los cuerpos que siempre han vivido en crisis y han sobrevivido, porque ahí está la sabiduría para sacarnos de los mundos dañados que hemos construido, y de manera específica, creo que Estados Mórbidos es un concepto teórico que puede ser clave para darle nombre a los sistemas complejos que nos hacen enfermar y posibilitan nuestro desgaste. Esa es la contribución que quiero hacer a los estudios de la discapacidad, y Estados Mórbidos es un concepto que me permite ponerle nombre especifico a una condición de constante de desgaste ejercida sobre nuestros cuerpos.

El libro puede conseguirse en México en la librería U-Tópicas: https://www.u-topicas.com/libro/estados-morbidos_18623

O por medio de Amazon:

https://www.amazon.com.mx/Estados-m%C3%B3rbidos-Desgaste-corporal-contempor%C3%A1nea/dp/8412405595/ref=sr_1_1?crid=96O0ROC8A1H4&dib=eyJ2IjoiMSJ9.09cSBSs7xlCJczggtxKZTqbrgljNJlsP14HTQTOKQdjGjHj071QN20LucGBJIEps.vstmBDCMgSZhcdj586FzGdfKGWsycaw1Do0GP6R19Uk&dib_tag=se&keywords=dresda+mendez&qid=1710916244&sprefix=dresda+m%2Caps%2C145&sr=8-1

[1] Claudine Gay

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