El artículo se publicó originalmente en Mad in America https://www.madinamerica.com/2024/05/decoding-therapeutic-success-strategies-of-an-expert-psychotherapist/ la traducción fue realizada por el equipo editorial de Mad in México.

La investigación sobre un psicoterapeuta experto demostró colaboración, seguridad emocional, exploración significativa y capacidad de respuesta a las necesidades de los clientes.

No todos los psicoterapeutas son igual de eficaces, por lo que determinar qué hace que ciertos terapeutas sean más eficaces que otros es esencial para mejorar la experiencia de los clientes con la psicoterapia. Un estudio publicado recientemente en Counselling and Psychotherapy Research examinó el comportamiento de una psicoterapeuta muy eficaz en las primeras sesiones con sus clientes. Los análisis cualitativos de las sesiones grabadas mostraron que esta psicoterapeuta actuaba de formas con sus clientes para promover su sentido de agencia y la colaboración entre ellos, apoyar su exploración de experiencias significativas y crear un clima de seguridad emocional.

Estos resultados respaldan el papel central de la relación terapéutica y la importancia de la capacidad de respuesta de los terapeutas a las necesidades de los clientes, y sugieren competencias para la formación de los terapeutas.

Los investigadores, dirigidos por Sílvia Caçado, del Instituto Universitario de Lisboa, Portugal, se describieron a sí mismos como centrados en la persona y existencialistas en su orientación terapéutica, informados por los factores comunes de la terapia eficaz en todas las orientaciones. Hablaron de varias cualidades de los psicoterapeutas eficaces, tal y como se definen en la literatura. Estas cualidades iban desde la valoración de su desarrollo personal y profesional mediante el aprendizaje continuo y la retroalimentación hasta la mejora de la motivación y la esperanza de cambio de los clientes, guiándoles para que aumenten su autoconciencia.

Señalan:

“Sin embargo, hasta la fecha, hay poca investigación empírica centrada en el estudio de las acciones clínicas concretas de los terapeutas altamente eficaces en las primeras etapas de la terapia. La literatura identifica estas primeras fases como momentos cruciales para establecer buenos resultados próximos, como la alianza terapéutica y la introducción de expectativas sobre el cambio.
El objetivo de este estudio era identificar los aspectos más destacados de la realización de las primeras sesiones de psicoterapia por parte de un terapeuta altamente eficaz. Las preguntas específicas fueron las siguientes (a) ¿Qué actividades terapéuticas practica este terapeuta altamente eficaz en las tres primeras sesiones iniciales con estos clientes de buenos resultados? (b) ¿Cómo parecen contribuir estas actividades terapéuticas al éxito de estas intervenciones psicológicas?”.


 Los investigadores seleccionaron a una psicoterapeuta experta de un centro de asesoramiento de una universidad británica basándose en sus resultados clínicos superiores a los de sus colegas y no en la reputación de otros terapeutas, como se hace a veces en los estudios sobre terapeutas expertos. Las grabaciones de las tres primeras sesiones se tomaron de dos clientes que obtuvieron los mejores resultados de su casuística, ambos jóvenes universitarios con depresión.

Para estudiar las acciones de la terapeuta durante la sesión de forma inductiva y contextualizada, los investigadores emplearon un método constructivista de teoría fundamentada para analizar cualitativamente las grabaciones de las sesiones. Las sesiones se transcribieron y codificaron para identificar las estrategias clínicas de la terapeuta mediante el análisis de sus comportamientos e intenciones terapéuticas. La codificación comenzó en un nivel básico analizando las transcripciones línea por línea y, a continuación, mediante la comparación constante de estos códigos, condujo a categorías más centradas y de orden superior hasta que alcanzaron la saturación o cuando el análisis posterior de los datos no produjo nuevas categorías.

Para mantener la reflexividad durante el análisis, los investigadores intentaron poner entre paréntesis sus suposiciones sobre la terapia. Una vez finalizado el análisis, los investigadores llegaron a tres dominios generales de la estrategia clínica del terapeuta, que incluían 12 categorías. Se incluyeron citas de las transcripciones para resaltar estas categorías. Entre ellas, las siguientes:

“Promover el sentido de agencia de los clientes y la naturaleza colaborativa del proceso terapéutico”.

La terapeuta utilizó preguntas abiertas y el diálogo para animar a sus clientes a reflexionar sobre sí mismos, su visión del mundo y sus ambiciones. Les animaba a verse a sí mismos como competentes para afrontar los retos de la vida reflexionando sobre cómo se las habían arreglado bien antes y los recursos psicológicos que habían demostrado. De forma a veces sutil, comunicaba su interés por cómo entendían sus problemas y centraba las voces de sus clientes asegurándose de que fueran ellos quienes dirigieran en última instancia el tratamiento y de que las perspectivas de ella fueran tentativas a su acuerdo.

Al intentar continuamente aclarar y reevaluar los objetivos de los clientes para la terapia, la terapeuta animó a los clientes a expresar sus necesidades y a centrar sus sesiones en ellas. Al negociar y formular conjuntamente las expectativas de la terapia con los clientes, la terapeuta parecía fomentar un sentimiento de reciprocidad entre ella y sus clientes. A menudo se meta-comunicaba sobre sus intenciones respecto a diversos comportamientos y las dificultades relacionales que experimentaban entre ellos en las sesiones.

“Apoyar la exploración de contenidos significativos por parte de los clientes, equilibrando responsablemente entre el seguimiento de los clientes y la introducción de nuevas dimensiones”.

La terapeuta intentaba mantenerse cerca de las narrativas de sus clientes, centrándose en sus experiencias internas de episodios específicos y alejando su atención de las abstracciones sobre estas narrativas y lo que podrían significar. Sus formulaciones clínicas solían ser abiertas. Cuando los pacientes tenían problemas para permanecer en su experiencia, les guiaba de forma más directa, por ejemplo, pidiéndoles que eligieran una etiqueta para un sentimiento en un caso concreto.

La terapeuta era sensible a diversas señales de los clientes durante la sesión, tanto verbales como no verbales, y las señalaba en ocasiones para destacar posibles preocupaciones pertinentes que el cliente aún no había expresado directamente. Intentó aclarar los distintos patrones relevantes que observó en los relatos de los clientes, ya fueran conflictos, patrones interpersonales o estilos de afrontamiento. Estas aclaraciones tentativas parecían resaltar aspectos problemáticos de las experiencias de los clientes, lo que podía conducir a un mayor procesamiento por parte del cliente. La terapeuta también ofrecía interpretaciones a las narrativas de sus clientes, a veces desafiándolas, pero en última instancia estaba atenta a las reacciones de sus clientes para considerar cómo aterrizaban.

“Crear un clima de seguridad emocional basado en la presencia empática, la autenticidad y la consideración positiva”.

La terapeuta utilizó indicios sutiles para comunicar su presencia atenta a los clientes, ya fuera mediante expresiones breves (por ejemplo, “mhmm”) o reflejando las propias palabras de los clientes para validar sus experiencias. Ocasionalmente, como señal de su presencia auténtica, la terapeuta revelaba al cliente su experiencia interna de la sesión para ayudar a interpretar las experiencias del cliente que resonaban con ella.

A través de reflexiones e inferencias, expresó empatía y validó las experiencias de los clientes, lo que condujo a una sintonía entre ella y sus clientes, como lo demuestra la confirmación por parte de éstos de sus aclaraciones y la rapidez con la que se turnaban en el diálogo. Tales acciones parecían cultivar un entorno emocionalmente seguro que llevaba a los clientes a explorar sus problemas en las sesiones con mayor profundidad.

A continuación, los investigadores analizaron cómo se relacionan estos ámbitos y categorías con los hallazgos de la literatura sobre psicoterapia. En particular, se centraron en la importancia de que los terapeutas promovieran la capacidad de acción de los clientes, ayudándoles a explorar sus experiencias de forma significativa y respondiendo adecuadamente para saber si debían guiar o seguir durante determinados momentos de la sesión. Hablaron de cómo la presencia terapéutica se notaba en las acciones de la terapeuta, a veces no verbales, así como en su empatía corporal, que, al sintonizar con su propia experiencia interna, le permitía empatizar con los clientes y comunicárselo.

Basándose en estos resultados, los investigadores sugirieron:

“…Las tres dimensiones principales y sus subcategorías pueden considerarse como una lista de comprobación para los terapeutas en formación. Es decir, los terapeutas en formación pueden observar (o escuchar) sus sesiones de terapia para evaluar si estas competencias están presentes en su intervención terapéutica con los clientes. Esta parte específica de la formación se centra en las primeras sesiones. El mismo procedimiento puede ser aplicado por terapeutas más experimentados”.

Las conclusiones de este estudio reflejan otras investigaciones sobre terapeutas eficaces. Esto es especialmente cierto en lo que respecta a la importancia de cultivar una buena relación terapéutica con los clientes, que consideran que esta relación es una parte significativa de su experiencia de tratamiento.

Los terapeutas eficaces desarrollan habilidades interpersonales en su profesión, a menudo enraizadas en su desarrollo relacional personal. En estudios metaanalíticos recientes, se observó que la capacidad de los terapeutas para formar alianzas de trabajo positivas con sus clientes estaba relacionada con unos resultados de tratamiento más satisfactorios. Los terapeutas empáticos, especialmente cuando son valorados por sus clientes, tenían más probabilidades de obtener mejores resultados clínicos.

La investigación sobre las preocupaciones existenciales y la eficacia del terapeuta muestra que los terapeutas con clientes que desarrollaron un mayor sentido de la vida a través de un fuerte vínculo terapéutico demostraron mejores resultados clínicos. Además, los terapeutas informaron de que cuanto más en contacto estaban con sus propias preocupaciones existenciales, más capaces eran de responder adecuadamente a las preocupaciones existenciales de los clientes.

Existen claras limitaciones en el análisis de un terapeuta y dos de sus casos, incluida la generalizabilidad de tales hallazgos a díadas terapéuticas (terapeuta-cliente) que difieren en las presentaciones diagnósticas y con importantes diferencias en el posicionamiento social. Sin embargo, esta investigación sugiere que los terapeutas de todas las orientaciones podrían aprender a ser más colaboradores con sus clientes y proporcionarles las condiciones necesarias para realizar el difícil trabajo de la terapia.

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