Entrevista con Greis Cárdenas de Psicoterapia Punk
Greis Cárdenas ha sido música baterista desde el 2010, desempeñándose en distintos grupos undergrounds de Punk-Rock-Garage y presentándose en diversos foros importantes de la escena local de la CDMX, la periferia, hasta llegar a Colombia.
Del 2015 a la fecha se desempeña como Psicóloga Social, colaborando con distintos colectivos, instancias y asociaciones desde el trabajo de las prácticas narrativas, la perspectiva de género y acompañamientos para mujeres en la música. Así mismo realiza actividades de psicoeducación desde las pedagogías comunitarias, asesorías sobre gestión de riesgos y placeres en el uso de sustancias psicoactivas, primeros auxilios psicológicos y acompañamiento psicosocial en temas de violencias por razón de género.
Se desarrolla como investigadora en el trabajo, desarrollo y creación de las mujeres en la música y sus narrativas desde la resistencia. Y es la desarrolladora del proyecto PSICOTERAPIA PUNK, espacio de acompañamiento seguro, crítico; con una mirada autogestiva, comunitaria, respetuosa, desde la justicia social, sin estigma y decolonial al alcance de todas las personas.
Durante esta conversación, Greis nos presentó un proyecto psicoterapéutico que pone de manifiesto las posibilidades de construir dispositivos de agenciamiento retomando elementos contraculturales. En esta primera entrega cuenta cómo surgió y cómo una práctica de acompañamiento puede constituirse rebelde frente al desafío de los protocolos estandarizados de los modelos psicoterapéuticos hegemónicos.
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Oscar: – Hola, buen día, Greis, espero que te encuentres muy bien. Te saluda Oscar Frarum de Mad In México. Agradezco tu tiempo, tu disposición y los afectos puestos para hacer posible este ejercicio de charla y escucha.
Nos conocemos hace algunos meses y he tenido la oportunidad de escucharte hablar sobre ciertos temas, entre ellos, tu proyecto llamado Psicoterapia Punk; mismo que me despertó mucho interés desde la primera ocasión en que le conocí debido al andamiaje de saberes y prácticas que le componen.
Es por ello que me encantaría que la comunidad lectora de Mad In México pudiera conocerle y conocerte. Entonces, para comenzar, me gustaría pedirte que nos compartas acerca de tí, ¿quién es Greis?
Greis: – Hola, Oscar, gracias, espero que tú también.
Les cuento que mi nombre es Greis Cardenas, soy de la Ciudad de México y me considero una persona rebelde y transgresora. En el presente pienso mi transitar como un proceso fuera de líneas comunes, rompiendo normas y estereotipos. Y desde hace un tiempo me he vuelto muy apasionada -y hasta romántica- al pensar algunas circunstancias que en determinado momento me atravesaron y que no pude nombrar, pero que ahora puedo trabajar.
Desde los 17 años me dediqué a la música, sin embargo, también me interesé por las ciencias sociales, sobre todo, la psicología, campo en el que me desenvuelvo desde hace cinco años a través de la psicoterapia con enfoque narrativo y centrado en soluciones.
Mi primer acercamiento a la psicología fue desde la social, aunque después migré hacia la clínica. Esta me permitió comprender mi contexto y mi historia de vida, familiar y de vínculos. Dar cuenta que lo que hacía tenía una razón de ser. Eventualmente me apropié del prejuicio hacia aquellas formas y comportamientos que me fueron señalados en algún momento por “mal vistos”. Desde ahí me nombro.
Me considero activista en primera persona en salud mental y en los ámbitos del rock and roll y del punk. Cuestiones que me hicieron construir este proyecto llamado Psicoterapia Punk del que platicaremos en un momento.
Por ahora estoy viviendo una fase bonita e interesante de entender y compartir mis experiencias y mi dolor, abrazar la incertidumbre que sigue siendo la vida y continuar desenvolviéndome en este género.
O: – Perfecto, vayamos entonces a conocer de qué va Psicoterapia Punk.
Para el conocimiento de nuestra comunidad lectora, el proyecto de Greis cuenta con un canal de YouTube en donde se han subido, hasta ahora, dos videos informativos sobre éste. Del primero me encanta que brindan una explicación integral iniciando por la cultura y el movimiento punk (resaltando el DIY -do it yourself- o hazlo tú misme) y yendo hacia la conciliación y la conexión entre las epistemologías de la psicoterapia y del punk mismo. Dos localizaciones de la producción del sentido y del manejo de las sensibilidades, ambas coincidentes en la mediación de los malestares y la posibilidad de brindar vías de bienestar. Sea un proceso psicoterapéutico, un toquín, una caguama con alguien, algo que aminore la percepción del malestar -como comentabas antes de comenzar a grabar.
Y en ese primer video también se hace mención al punk como una forma artística y una práctica libertaria. Entonces me pregunté acerca de cómo opera la psicoterapia -un ejercicio históricamente orientado a la instalación de dispositivos de control y dominación- situada en un marco libertario.
¿Qué se busca precipitar en la persona?, ¿se le prescribe una psicoterapéutica de diván o se indaga en el deseo de la persona y se le insta a que genere su propia ritualidad para sostenerse? En términos generales saber de qué va y cómo opera el proyecto?, ¿quiénes lo conforman? Porque yo te veo frente a cámara en los videos pero no sé si haya alguien más. Igual saber si hay fecha de datación en que el proyecto surgió. Cuéntanos, por favor.
G: – Uno de los objetivos del proyecto es consecuentar la libertad y la autonomía individual y colectiva. Mover a la persona a través de sus deseos, afectos, pasiones. Abrazar sus narrativas y el andar en sus entornos.
En principio, Psicoterapia Punk nace como un espacio virtual de acompañamiento para mujeres en la música. Siendo una mujer baterista de la Ciudad de México, empecé a construir con aquello que me producía la experimentación de las violencias capitalistas y patriarcales del desempleo y la marginalización, de no tener un título de reconocimiento como mujer en la música y que primero estuviera la discusión de si usaba falda o no.
Venía de esta memoria y herida que viven las mujeres en la música: los (des)encuentros con la maternidad, la conciliación de las relaciones afectivas, nuestra organización, la sororidad. Para mí, todo eso se tambaleó durante el tiempo que toqué en la Ciudad de México. La presencia de las mujeres en los escenarios se esfumó, sobre todo en grupos de punk y rock and roll, por lo que empezó a emerger el hazlo tú misma, grabarse en casa y usar las redes sociales para difundir la música producida.
Yo estaba preguntándome acerca de para qué era buena, qué me gustaba, qué deseaba hacer en la música, pero también qué hacer en este campo en el que estudié -seguía con ese aparato-. Quería que las personas creyeran que era posible conciliar mi fiesta, mi cotorreo y mi andar en espacios nocturnos con mi apuesta de acompañamiento y que esa misma fiesta me había permitido conocer y trabajar con mujeres. Quería convencer a otras personas y a mí misma de que mis dos pasiones podían intersectarse.
Antes de nombrar el espacio, amigos filósofos y sociólogos me dijeron que hablar de psicoterapia punk era imposible por ser un aparato represivo. Sin embargo hemos venido construyendo una metodología y un marco de respaldo a partir de algunos paradigmas, miradas y escritos de personas que han aportado desde los anarquismos, el orgullo loco, la antipsiquiatría y la contrapsicología. También comencé a encontrarme con personajes y espacios de okupa, clandestinos, fuera de un consultorio, en donde se producían herramientas de acompañamiento, entonces dije: De aquí soy.
Me preguntaba cómo es posible que quienes nos formamos en estos campos -de lo psi- hablemos de mentes, cuerpos, personas y espacios chuecos y derechos y que sigamos juzgando y marginando por no encajar en las lógicas, prácticas, metodologías y epistemologías dominantes.
Algo que encontré en la terapia narrativa fue la posibilidad de abrazar cada historia. Y es perfecto para conjuntar con aquello que el punk brinda: la autogestión, la resistencia anticapitalista, la defensa de todas las personas. animales y medioambiente. Lo que empezó como movimiento musical, artístico, devino en político y transgresor, y se ha quedado en la vena de la gente porque buscamos la libertad. Es un puño con llamas o una gran ola que te moja y te abraza.
Empezó con grupos de mujeres en la virtualidad para hablar de las vivencias en el espectro del género femenino y las discusiones en los movimientos feministas. Ellas estaban interesadas en eso, también en hablar sobre la precarización, la marginalización y el desempleo, por lo que tratamos temas que les hacían sentido. Empezamos a averiguar cómo estábamos en el día a día dentro de la pandemia. Había pena y temor a sentirse juzgadas al hablar sobre salud mental, pero fue surgiendo.
Habilitamos un protocolo para instalar espacios seguros y de confianza donde íbamos construyendo desde la curiosidad. Nos tocó elaborar con los hilos de nuestras madejas de vida, reconociendo que el proceso podía ser duro pues escucharse a una misma puede ser abrumador aunque también liberador. La terapia se da en la palabra. La narrativa habilita la escucha, escuchar a las otras es enriquecedor. Hubo dos generaciones, dos círculos de mujeres en virtual, con buena respuesta de latinoamericanas: Costa Rica, Chile y México. Del país, mujeres en la periferia, todas de fuera de la Ciudad de México.
Posteriormente empecé a recibir mensajes de personas con discapacidad física, auditiva, visual, preguntando por el proyecto. Es evidente que el punk está en todos lados y en todas aquellas personas a quienes les han dicho que no están bien, cada una con su cresta y estoperoles a su modo, y con un fuego interno que va a explotar.
Sobre la metodología, a mí me gusta hacerlo lúdico, así que veíamos series o películas, también escribíamos. Las herramientas del punk que rescato para el proyecto son el fanzine y las producciones audiovisuales y de basura. El hazlo tú misma que se sostiene en la epistemología del anarquismo con el apoyo mutuo. Psicoterapia Punk va por ese camino de la mutualidad, de la comunalidad, la resistencia y el Buen Vivir para construir otras pedagogías desde latinoamérica.
Se trata de dejarse mover por la gente, una no la va a mover con el diploma. La gente te indica su necesidad y también es muy punk porque ya no desea quedarse callada, ahora se permite llorar, gritar, patear la puerta y ponerse la playera de su banda favorita para enunciarse disca y loca. La crisis ya no es para vivirse en cautiverio.
Y algo muy importante es el respeto a las libertades, al acceso a la información y la comunicación. En un contexto de múltiples violencias tenemos que informarnos sobre estas y saber referir. En psicoterapia hay mucho ego y soberbia pero acá no estamos compitiendo. No es llegar y dar terapia solamente, hay que tener presente que el acceso a este ejercicio está atravesado no sólo por las posibilidades económicas, sino por otras tantas circunstancias y procesos más.
El acompañamiento y la involucración se deben dar. Estar en momentos en que una se tambalea -como sucedió en pandemia o ante sismos- es necesario. Así como realizar críticas a la práctica misma, a los modelos hegemónicos y tradicionalistas. Reconocer que el conocimiento y aprendizaje en la psicología es occidentalizado y blanco, y que se sostiene en una historicidad de transgresión de territorios y cuerpos.
Organizaba un tendedero para exponer las violencias en la psicoterapia con el objetivo de propiciar procesos de reparación y de diálogo. Es una forma de hacer ver que una también puede reproducir violencia -o ya lo hace- en el proceso psicoterapéutico y que es urgente que lo reconozcamos y nos hagamos cargo; reconocer quienes no estamos familiarizadas con tik tok, onlyfans, personas defensoras de derechos humanos, personas trans*, ambientalismo,… No es justo que te violenten y encima te cobren.
Ya de por sí en el ser la oveja negra siempre hay incertidumbre, una piensa que va a terminar en los manicomios, en alguna Salpêtrière, o que la amenaza del abandono está siempre presente porque hay que decir que para ser reconocida en esta sociedad estatista se requieren ciertas características y nosotras no les somos tan funcionales, no quieren ni que nos enamoremos. Estas circunstancias me hicieron llegar a la salud mental comunitaria. Y Psicoterapia Punk incide desde ahí, en agenciar, en posibilitar el entendimiento del problema como algo situado por fuera y no en la persona, respetar las heridas y rescatar saberes ancestrales -como el uso de hierbas- para aminorar el malestar, bajar la ansiedad.
Hay psicoterapia punk en el mundo, me queda claro: en las comunas, en las okupas. Es la gente que quiere brindarle curitas a otras a través del arte y la música. Si tú habilitas servicios pertinentes contra el sistema, eso es punk.
Por el momento somos dos personas en el proyecto, mi compañero -que se encarga de contribuir desde la comunicación y la sociología- y yo. Pero me gustaría que fuera más comunidad, tener un lugarcito, una sede, sueño con más equipo, terapeutas y que dialoguemos sobre por qué tenemos epistemologías posmodernas en la psicoterapia.
O: – Es un proyecto muy integral que contempla diversas trincheras y posicionamientos de las personas. Mencionabas que iniciaste con mujeres pero que eventualmente se dio la posibilidad con personas con discapacidad. Eso es una okupación epistémica y estética porque también estás involucrando al mundo musical y habilitando comunidades, generando una composición de diversos cuerpos, sensibilidades y mundos circundantes.
Dominantemente se piensan los espacios psicoterapéuticos como propios de una ritualidad privada, expresado a través de un cuerpo inerte en un diván, porque el malestar no tiene lugar en el espacio público, y cuando sale se judicializa y se nombra como vandalismo o agresión. Pero Psicoterapia Punk -por lo que entiendo- apuesta a la expresión en el afuera y no como un tránsito interno, cerrado. Y a pesar de que tradicionalmente la psicoterapia es un dispositivo de desarme, desde el proyecto se reconoce que la rabia, como la quietud, también tiene un lugar, posibilidades de aparecer, pero contemplando a su vez procesos reparativos y antipunitivistas. Abre espacio para el fuego pero sin que se extienda y devenga un incendio descontrolado.
G: – No sólo se trata de ver quién nos la pague. Es necesario hacer un decálogo de las lágrimas sobre qué hacer con el dolor. Ya venimos quebradas de procesos complejos como para desear más castigo. Es necesario encontrar formas de habilitar el cambio. Y no me refiero a esto romantizado en el mundo psicoterapéutico sobre ver resultados inmediatos, algo que promueve la mercantilización.
No juzgo la formas de acompañar, ni de qué paradigma se haga, pero sí reiterar que si estás agrediendo, violentando, transgrediendo la mente y el cuerpo de alguien vamos a respaldar a la persona y a evidenciar la situación.
O: – Justo, yo mencionaba esta parte de la apuesta por el antipunitivismo, la reparación y que no podemos ir señalando a todas las personas como vicitimarias porque todas estamos en constante cuestionamiento y hay momentos en que llegas a ciertos sitios y te das cuenta que también haz reproducido violencia. Pero me alegra que puntualices la diferencia entre ser antipunitivista y no reconocer la violencia -por tanto permitiéndola. No se trata sólo de hablar de justicia restaurativa, despolitizar el malestar e imponer un ejercicio de perdón/absolución cuando la vida es atravesada por un dolor que la hace insostenible. Generar culpa a quien no puede o no desea perdonar también es un gesto de violencia.
Greis, me gustaría retomar esto que mencionaste al comienzo sobre la posibilidad de abrazar las historias a través de la terapia narrativa. Y que es también el paradigma desde el que trabajas en el proyecto. ¿Podrías contarnos de qué van las prácticas narrativas?
G: – La terapia narrativa es una práctica posmoderna que se extiende como alternativa a la sistémica en donde se indagan los sistemas en torno a la persona. Propicia que la persona tome postura en su historia de vida y se reconozca como co-autora de sus relatos, de su relato dominante, de aquello que la lleva al espacio psicoterapéutico y que elabore a través del lenguaje su sentir.
En ese proceso la persona va advirtiendo si sus relatos vienen de sí o si son externos, de la sociedad, de su familia. Para esto se apoya de mapas, estrategias y recursos, que pueden adoptar forma de escritura, de habla, un hola de nuevo. Se busca que la persona devenga experta en su historia, en sus emociones y su contexto, sin promover etiquetas diagnósticas, ni rutinas o tareas, estímulos y respuestas, la lógica del esclavo-amo del modelo cognitivo conductual.
Esto encaja con lo contracultural del punk y el enojo de las juventudes que quieren quemarlo todo, porque se opone a los métodos dominantes. En terapia narrativa construir es quemarlo todo.
Hay algo llamado testigos externos que implica que personas externas a tí -que te conocen- hablen sobre tí. Escuchar a otras sobre una misma es increíble. Por esto yo pienso que hemos tenido terapia en el metro, en el camión, después de una peda, en una fiesta, a través de esas conversaciones con amistades o personas circunstanciales que hacen de testigos externos y nos ofrecen una visión sobre nosotras.
Aquí ya no nos nombramos víctimas, sino que nos preguntamos cómo le hicimos para atravesar determinados procesos y planteamos formas de trazar una línea hacia un futuro y ver qué se puede hacer con qué elementos. No se trata tampoco de quitar el malestar, sino de vivirlo para entenderlo porque no entenderlo es repetirlo, recaer.
La terapia narrativa es un gran teatro, un gran escenario para construir historias. Aunque a las personas les resulte complicado pensar en tener metáforas en su vida porque lo sienten tonto, aquí hay que imaginar, soñar y volar. Y es aplicable para todas las circunstancias.
Hace poco tenía el debate con otras personas acerca de la posibilidad de brindar acompañamiento en un proceso de suicidio a alguien. ¿Por qué se lo tendríamos que juzgar? Hay personas que sienten el deseo de morir aunque a otras les haga mucho sentido la vida. Hay gente que necesita, para estar tranquilo, morir. Una debería contemplar despejarse de ideologías y estigmas para acompañar a las personas que lo necesitan. ¿Por qué no tendría el derecho a irse? Una no tiene posibilidad de elección de la vida, al menos decidir su bien morir Por esto surgió el tema en el episodio dos de Psicoterapia Punk.
Hay días en terapia narrativa que se platicará mucho, otros en que no se dirá nada, se dibujara, se diseñará un diploma acompañadas de los testigos externos. Lo sustancial es que las formas de atravesar las emociones de las circunstancia se colectivizan, tocan a otras personas aunque siempre respetando los umbrales de cada una porque hay quienes no se sienten cómodas cuando hay demasiada proximidad.
O: – Con lo que nos has compartido, me queda claro que la apuesta en el proyecto sí es muy punk. Mencionabas, por ejemplo, el tema de acompañar procesos de muerte digna y no es algo común dentro de los círculos psicoterapéuticos pero sí necesario de que sea posicionado y puesto en circulación y a consideración entre las personas profesionales de la psicoterapia.
G: – La gente misma ya lo hace en la cotidianidad y es muy punk porque habilitan colectivamente la autogestión de sus emociones, de sus percepciones y formas de afrontar la vida y los malestares.
O: – Te agradezco mucho, Greis. ¿Qué te parece si vamos a un descanso y retomamos en un momento?
G: – Claro que sí, hasta entonces.
Nota del editor:
La charla se ha dividido en dos partes, esta es la primera y la segunda la conformará la continuación después de la pausa señalada. misma que tendrá publicación la próxima semana.