¿Puede la discapacidad psicosocial decolonizar la salud mental? Conversación con Luis Arroyo y Justin Karter

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Word Inclusion on school blackboard written with chalk

Subtítulo: Luis Arroyo, de Mad in Mexico, entrevista a Justin Karter, de MIA, sobre cómo la inclusión de la discapacidad psicosocial puede transformar la Salud Mental Global.

Introducción:

Esta entrevista es una conversación entre Luis Gerardo Arroyo Lynn y Justin Karter.  

Mad in México es creado en septiembre de 2021, no es sólo una extensión, sino una rama esencial de la iniciativa internacional de Mad In America. Su misión resuena con los valores centrales de desafiar el pensamiento convencional en torno a la salud mental, centrándose en las comunidades latinas y de habla hispana de los Estados Unidos.

Luis es editor de Mad in México, psicólogo egresado de la Universidad La Salle, cursando la maestría en Psicología Social de Grupos e Instituciones en la UAM Xochimilco, realizando una investigación sobre “Despsiquiatrización de la Salud Mental”. Con una postura desde la psicología crítica, la antipsiquiatría y el antiespecismo.

Luis conversa hoy con Justin M. Karter, de Mad in America, cuyo trabajo multidisciplinar se sitúa en la intersección de la psicología, el periodismo, los estudios sobre discapacidad y la salud mental global. Como psicólogo, instructor del Center for Psychological Humanities & Ethics del Boston College y editor de noticias de investigación de Mad in America desde 2015, el enfoque de Justin sobre la salud mental va más allá de la práctica clínica.

En el punto de mira está la investigación de Justin titulada “Inclusión hacia la transformación: La defensa de la discapacidad psicosocial y la salud mental global”. Este estudio, finalizado en agosto de 2021, aborda problemas acuciantes en el discurso moderno sobre salud mental. Critica las nociones occidentales predominantes que conforman el Movimiento para la Salud Mental Global (MGMH) y defiende una perspectiva basada en los derechos, teniendo en cuenta las condiciones culturales, políticas y económicas.

Esta entrevista explora la base de la investigación de Justin, examinando el potencial transformador de un marco integrado de discapacidad psicosocial. Al interrogar y deconstruir los discursos dominantes, esta conversación promete arrojar luz sobre cómo podemos servir mejor a las personas con experiencias sufrimiento psíquico, trascendiendo los límites tradicionales y adoptando un enfoque más inclusivo y basado en los derechos. Esta conversación pretende redefinir la forma en que abordamos la salud mental, la locura, la psiquiatría y el sufrimiento psicológico, en un mundo que necesita desesperadamente una perspectiva compasiva y crítica.

A continuación puede escuchar el episodio del podcast en idioma inglés:

Una versión transcrita en idioma inglés puede consultarse en el sitio de Mad in America: https://www.madinamerica.com/2023/08/can-psychosocial-disability-decolonize-mental-health-a-conversation-with-luis-arroyo-and-justin-karter/

Luis Arroyo:  Así pues, la idea de esta entrevista o conversación es hablar de tu disertación y de otros artículos que has escrito sobre Salud Mental Global, centrándonos especialmente en la relación establecida con el movimiento de las discapacidades psicosociales y el activismo. En este momento, estoy trabajando en un proyecto que explora cómo el activismo está impulsando cambios significativos en la forma en que pensamos sobre la salud mental, durante la investigación, sin embargo, me encuentro atrapado en situaciones en las que los discursos de la salud mental y la psiquiatría parecen aprovecharse de estos cambios. Basan sus propias narrativas en el activismo, lo que les hace parecer progresistas, pero de una forma casi extractivista.

Cuando empecé a leer tus artículos y tesis, me sentí inspirado, es un trabajo extraordinario, y pensé: “Más gente tiene que saber de esto, leerlo y ser consciente de estas situaciones”. Te envié algunos temas para dialogar, junto con preguntas concretas, pero la idea es ver adónde nos lleva la conversación, buscando algo más flexible, pero, el primer tema, con el que quiero empezar, es “¿Qué es la salud mental global?” inicialmente, pensaba en ella como un discurso establecido por la OMS, un discurso psiquiátrico, pero en el artículo “The Poison in the Cure” (el veneno en la cura) haces una distinción entre la Salud Mental Global y la OMS.

Justin Karter:  Sí, en primer lugar, gracias por tu interés en este trabajo, creo que es un tema importante que no ha recibido mucha atención dentro de las disciplinas psicológicas y psiquiátricas, particularmente en el Norte Global. Es decir, los movimientos de consumidores, supervivientes, ex-pacientes, académicos y activistas han sido en gran medida marginados en nuestras disciplinas profesionales. Ahora bien, prestar atención a la forma en que la discapacidad psicosocial, tanto como identidad como marco de defensa, ha desafiado nuestros campos no ha sido realmente reconocido ni se ha hablado de él como un discurso transformador, así que sí, me parece bien que se le preste más atención.

Además, no soy una persona con discapacidad psicosocial y soy un investigador del Norte Global, así que hay todas estas limitaciones a mi propia comprensión que quiero reconocer. Espero que pueda servir de puente hasta cierto punto, invitando a otros profesionales a hacer el esfuerzo de empezar a escuchar estas voces y a comprometerse con el conocimiento de una manera que creo que podría ser transformadora para nuestra disciplina, y también podría mejorar las condiciones de tratamiento de las personas en todo el mundo.

Empezando por ahí, ¿qué es el Movimiento Mundial de Salud Mental? Bueno, es difícil de definir, ¿cierto? Porque es amorfo y hay muchas instituciones implicadas, hay muchas conceptualizaciones y enfoques de tratamiento diferentes dentro de este marco más amplio de la Salud Mental Global. Pero para la mayoría, el movimiento de la Salud Mental Global está relacionado con la Comisión Lancet. The Lancet es una destacada revista médica, y el informe de la Comisión de Psiquiatría de The Lancet sobre Salud Mental Global ha sido dirigido por Vikram Patel y muchos otros reconocidos estudiosos de la psiquiatría, desde el principio, también estuvo relacionado con actores institucionales como la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial e incluso los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. La idea, como menciona en el artículo con la Dra. Cosgrove, “The Poison in the Cure”, era que existe un incentivo económico y político a nivel mundial para mejorar el tratamiento de la salud mental. La idea era que el Sur Global tiene un gran número de personas que podrían estar sufriendo condiciones de salud mental, y la existencia de estas condiciones estaba impidiendo a las personas ser trabajadores o ciudadanos productivos. Esto obstaculizaba los intentos del Sur Global de aumentar el PIB y alcanzar la productividad económica del Norte Global. Hay muchas cosas problemáticas en esta narrativa, y podemos desmenuzarla un poco, pero ese fue el marco económico inicial, la comunidad mundial ayudó a dar forma a los tratamientos de salud mental en el Sur Global que habrían ayudado a estos países a alcanzar un nivel económico que podría mejorar sus condiciones.

Luis Arroyo: Estaba pensando en una situación que mencionaste con respecto a tu propia perspectiva en el campo, sobre el como no eres una persona con una discapacidad psicosocial y además eres un investigador del Norte Global, y ubicas esto como una especie de limitación a la hora de discutir contra-discursos y diversas perspectivas. Dejaste claro que esta condición existente podría influir en tu punto de vista, y antes de continuar con los temas, me preguntaba si esta situación específica complicó tu investigación, o si tal vez te dio algunas ventajas. ¿Cómo te enfrentas a este tipo de situaciones cuando hablas de discapacidades psicosociales, sin que se te considere parte de un sistema extractivista?

Justin Karter:  Es una pregunta complicada, y creo que tiene dos vertientes. Como alguien con el privilegio de pertenecer a disciplinas académicas del Norte Global y ser un investigador blanco, la sociedad me concede ciertos privilegios, estos me permiten influir en el discurso de maneras específicas, se me toma en serio como investigador y se me concede acceso a instituciones que normalmente excluyen a las personas con discapacidad psicosocial, como las conferencias psiquiátricas y los actos de la Asociación Americana de Psicología.

En la medida en que sea capaz de representar fielmente los intereses de grupos de los que no formo parte, creo que puedo ser influyente, es importante contar con aliados que ayuden a impulsar la narrativa, sin embargo, el riesgo reside en cómo mis propios intereses, tanto consciente como inconscientemente, influyen en cómo represento el mundo. También tengo que trabajar con ciertas limitaciones en el mundo académico o como estudiante de posgrado, ya sea por la presión de publicar rápidamente o de traducir el lenguaje de quienes tienen “experiencias vividas”[1] a una jerga académica reconocible para que se me considere un investigador serio.

Todas estas presiones pueden distorsionar el mensaje de forma que lo coopte y lo haga más digerible para el establishment psiquiátrico o psicológico, o que me lleve a hablar en nombre de la gente cuando ésta puede hablar por sí misma, así que creo que es esencial ser consciente de las dos caras de la moneda: cómo puedo ser útil e influyente y cómo puedo aprovechar mis privilegios para dar cabida a este movimiento en ámbitos en los que no se está dando cabida. Al mismo tiempo, debo reconocer mis limitaciones y las formas en las que no siempre puedo ser un aliado fiel, y estar abierto a la retroalimentación cuando eso ocurra.

No creo que haya una respuesta clara, salvo reconocer las tensiones en ambos lados e intentar adoptar una postura sobre un terreno inestable. Un profesor de mi programa de maestría, Bob McInerney, dio una gran conferencia sobre cómo todos nuestros conceptos se construyen sobre un terreno inestable, pero aún así tenemos que decidir qué nos importa, cuáles son nuestros valores y por qué estamos dispuestos a luchar. Así que intento defender lo que me parece correcto en cada momento, incluso cuando me veo atrapado en la parálisis de cuestionar mi papel y mi influencia, y permanezco abierto a aprender de mis errores.

Luis Arroyo: Estaba reflexionando sobre el momento en que empecé a leer tu disertación, “Inclusion Toward Transformation”[2]. Cuando hablas de la discapacidad psicosocial como un contra-discurso contra el complejo psi, concretamente en el Sur Global, me pareció que tenía todo el sentido del mundo, pero al mismo tiempo, contemplaba la particular dificultad que estabas sorteando, siendo del Norte Global y hablando sobre el Sur Global. Al menos desde mi perspectiva, cuando lo leí, sentí que eras realmente respetuoso con los discursos de las personas con “experiencia vivida”.

Volviendo a “Inclusion Toward Transformation”, usted describe la discapacidad psicosocial como un término paraguas que engloba a supervivientes psiquiátricos, personas locas y otras identidades. ¿Crees que hay alguna diferencia en que se refieran a uno u otro término? ¿Implica algo diferente, o todo forma parte de la misma identidad?

Justin Karter: Creo que hay diferencias realmente importantes, y el lenguaje que utilizamos para entendernos a nosotros mismos y nuestras experiencias es super importante. El propio lenguaje abre posibilidades para entender cómo responder, y también puede ocultar otras formas de responder. En mi investigación, descubrí que la discapacidad psicosocial, como término procedente de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU, ofrece un nuevo marco, es un término general que han adoptado muchas personas de todo el mundo, con diferentes experiencias de defensa y narrativas sobre su sufrimiento psíquico, muchos de estos grupos ya habían interactuado y debatido anteriormente, pero otros no.

La discapacidad psicosocial no sólo ofrece a las personas una forma de luchar contra el discurso psiquiátrico y actuar como un contra-discurso, sino que también sirve para unir a personas con diferentes contra-discursos, creando una fricción productiva. A menudo, en la organización política, los grupos que se resisten pueden dividirse y luchar entre ellos, impidiendo un frente unificado contra el régimen opresor contra el que luchan, esto podría ocurrir en el marco de la discapacidad psicosocial, pero parece, al menos, por los participantes con los que pude trabajar, que hay condiciones básicas en las que están de acuerdo. No están de acuerdo en muchas cosas, pero sí en dejar que la gente cuente sus propias experiencias, reconocen que las personas pueden tener una fuerte conexión con su propia historia y creen que se les debe permitir tenerla y revisarla con el tiempo.

La razón por la que se cree tan firmemente en permitir que las personas lleguen a su propia comprensión es que no querían reproducir la dinámica de poder que se experimenta en los entornos psiquiátricos, donde alguien dice: “esto es lo que te pasa, esta es la verdadera historia de tu episodio psicótico”. No quieren replicar esa dinámica, así que dejan espacio para el desacuerdo y respetan el proceso de la gente al hacerlo.

En concreto, mencionas la identidad de superviviente psiquiátrico frente a la discapacidad psicosocial. Para mí, la discapacidad psicosocial es un término general que sirve a un propósito muy pragmático, es una identidad para algunos y una categoría jurídica, vinculada al discurso de los derechos humanos y a un marco de defensa de la discapacidad. Ofrece una forma de responder a las prácticas psiquiátricas en todo el mundo que exigen una respuesta, mientras que los discursos anteriores como superviviente psiquiátrico, ex-paciente o estudios de locos podían ser ignorados o marginados. La discapacidad psicosocial, con su importancia jurídica y el apoyo de organizaciones como la ONU, obliga a la psiquiatría a responder.

El término superviviente psiquiátrico surgió en Estados Unidos, y uno de mis participantes señaló que sigue centrando el discurso psiquiátrico. Si vienes de una comunidad que no tiene una historia psiquiátrica fuerte, sin asilos, etc., puede que no haya nada de lo que ser un superviviente. La gente duda a la hora de definirse en oposición a una institución con la que nunca ha interactuado realmente, y a veces desean más acceso al tratamiento dentro de un marco de derechos humanos, sin imposición ni involuntariedad, les gustaría tener más acceso a medicación, psicoterapia y servicios informados y culturalmente apropiados.

Hubo cierta tensión en torno al término superviviente psiquiátrico en el Sur Global, ya que no siempre tiene sentido para la gente de comunidades donde no hay una larga historia de psiquiatría, del mismo modo, que tiene sentido en Estados Unidos tal y como se desarrolló en la década de 1970.

Luis Arroyo: Estaba pensando que el término “sobreviviente psiquiátrico” es difícil de encontrar, al menos acá en la Ciudad de México, no lo he encontrado fácilmente, y creo que es por lo que mencionas: no hay antecedentes de abuso psiquiátrico de la misma manera que en Estados Unidos, con esto no quiero decir que no haya abuso por parte de la psiquiatría en México; claro que lo hay, pero se da en un contexto y situación diferente al de Estados Unidos.

Estoy recordando que en los Estados Unidos, la policía está más alineada con las instituciones psiquiátricas, lo que permite a la policía intervenir en ciertas situaciones. Esto es algo que no sucede tan a menudo en México, por lo que creo que estas son algunas de las distinciones que explican por qué el concepto de “sobreviviente psiquiátrico” no es tan comúnmente utilizado aquí en México.

Además, con la idea de la discapacidad psicosocial sirviendo como categoría legal y como identidad, y teniendo el trasfondo de la defensa de los derechos humanos o la alineación con la ONU y la Convención, de alguna manera está forzando a la psiquiatría a reconocer este concepto y responder. Creo que la psiquiatría no está respondiendo realmente a las personas con experiencia vivida, sino más bien a otras instituciones y “autoridades” en este sentido y bajo ese contexto, ¿cree que es posible hablar de salud mental fuera del discurso psiquiátrico, o el discurso psiquiátrico está siempre implícito cuando hablamos de salud mental?

Justin Karter: Es una buena pregunta, y me pregunto -y no respondo desde un punto de vista experto, sino desde la curiosidad- sí, a medida que las cosas se han globalizado tanto y el Norte Global ha desempeñado un papel tan importante en la colonización no sólo de las instituciones del Sur Global, sino también del lenguaje y los conceptos, cada vez es menos posible existir fuera de un discurso de base que ha sido influenciado por la historia psiquiátrica occidental. Puede que todavía haya lugares en los que esto sea más posible que en otros, pero creo que, a cierto nivel, puede darse el caso de que las alternativas se mantengan como alternativas más que como tratamientos primarios porque el enfoque primario parece ser este tipo de conjunto de conceptos o marco biomédico occidental.

Es como preguntarse si hay formas de experimentar la tristeza o sentirse angustiado sin invocar implícitamente el concepto de depresión, que está arraigado en el lenguaje occidental y en la práctica psiquiátrica. Creo que sí, pero cada vez es más difícil no tenerlo como parte de tu marco implícito cuando intentas entender qué está pasando con tu estado de ánimo.

Luis Arroyo: Sobre eso, acabo de hablar con Tina Minkowitz sobre un libro que escribió, “Re-Imaging Crisis Support: Matrix, Roadmap and Policy”, y en la conversación mencionaba: “Bueno, quizá ‘crisis’ no sea la mejor palabra, ya que nos devuelve a la psiquiatría”. La angustia, la tristeza, incluso los sentimientos, los afectos, las percepciones siempre nos llevan de vuelta a la idea de: “¿Es normal o no es normal?” y “¿Debemos o podemos medicarlo?”.

Justin Karter: Laidea de que las emociones están arraigadas en el individuo es coherente con la filosofía ilustrada occidental. Este punto de vista postula que los sentimientos están contenidos en nosotros y son posesiones personales, en lugar de manifestaciones de interacciones complejas en las que intervienen nuestras relaciones, el mundo que nos rodea y el universo material con el que nos relacionamos a diario. Esta perspectiva individualista puede limitar nuestro lenguaje y comprensión, dificultando la exploración de conceptos más matizados. Por ejemplo, ¿cómo podemos articular lo que significa que una emoción sea interpersonal o relacional, en lugar de una experiencia exclusivamente individual? Este tema va más allá de la mera semántica, pues aborda cuestiones profundas sobre la interconexión de nuestros sentimientos con los de los demás al hablar, nuestra historia compartida, nuestra ascendencia y los diversos factores presentes en nuestras interacciones. Una perspectiva holística de este tipo reconoce las emociones como fenómenos dinámicos y emergentes, conformados por una compleja interacción y no aislados dentro de mentes individuales.

Luis Arroyo: Con eso, vuelvo a “Inclusion Toward Transformation”, porque creo recordar una parte en la que mencionas que los grupos de defensa en el Sur Global están desafiando la idea de Salud Mental Global. Argumentan que no tiene en cuenta el contexto y los aspectos políticos, pareciendo centrarse sólo en situaciones particulares, como ya has mencionado. Teniendo esto en cuenta, ¿cómo podemos empezar a pensar en la salud mental fuera del discurso psiquiátrico y abordarla desde la perspectiva de la experiencia vivida? ¿Cómo podemos cambiar el escenario, y qué papel desempeñan los grupos de activismo[3] para hacer posible ese cambio?

Justin Karter: Es una gran pregunta, y me gustaría tener una respuesta clara. Creo que tengo dos líneas de pensamiento diferentes. Una es de tipo filosófico, es decir, que tenemos que desnaturalizar los conceptos psiquiátricos. En el sentido de que los examinemos, debemos reconocer que el discurso plural de la psiquiatría, al hablar de nuestra mente, está hablando de nuestra esencia y de nuestra función cerebral natural, como si tuviera una base científica. Creo que tenemos que seguir desafiando eso y abrir espacio a contra-discursos que cuestionen esas ideas. Así, culturalmente, podremos estar abiertos a pensar de otra manera. El primer paso es como sacudir las cosas, para que no trabajemos con suposiciones en el fondo de nuestra mente como “realmente estamos hablando de un trastorno cerebral, que es puramente un desequilibrio químico”, o cosas por el estilo, tenemos que seguir sacudiendo eso, y creo que la gente está haciendo un trabajo importante en ese frente para que estemos abiertos a otras formas de pensar.

Y luego creo que debe haber un cambio institucional que garantice la inclusión plena y efectiva de las personas con discapacidad psicosocial, o como quiera que se definan, pero que también ofrezca protecciones contra la cooptación, la marginación y la discriminación dentro de esos espacios. Este cambio debe tener en cuenta la importancia de que en la investigación participen personas con experiencias específicas de la comunidad, la cultura y el entorno religioso locales. No se puede elegir a alguien con una discapacidad psicosocial del Norte Global y hacer que forme parte de un panel sobre Salud Mental Global en su área local, como Ciudad de México, y asumir que lo sabrá todo. También deben ser capaces de corregir todos los conceptos erróneos que se producen al aplicar un marco psiquiátrico occidental a Centroamérica, ¿cierto? Así que también tenemos que pensar en ello, y creo que es algo que podemos hacer legal, estructural e institucionalmente. Podemos establecer salvaguardias y garantías sobre lo que debe ocurrir, quién debe ser incluido y qué casillas deben marcarse para que la investigación se financie, cumpla con la CNUDPD y se ajuste al marco de derechos humanos aprobado por cualquier ONG o fundación que financie la investigación o por la junta de revisión institucional de la universidad. Hay cosas prácticas que se han hecho y se pueden seguir haciendo para hacer posible este tipo de espacios y para cuestionar el discurso en los lugares donde se construye y desarrolla.

Luis Arroyo:  Por lo que mencionas, es importante dar a la gente la oportunidad de participar en estos espacios siendo conscientes de la posición que adoptan las personas. Como en el ejemplo, no es lo mismo una persona con discapacidad psicosocial del Norte Global que una persona del Sur Global, y empiezo a pensar, ¿cómo podemos evitar individualizar de nuevo estas situaciones? Porque desde un enfoque de defensa de los Derechos Humanos y la Convención se habla de ajustes razonables, y todo ese tipo de cosas tienen que hacerse específicamente para cada caso y situación. No es el mismo ajuste para una persona que para otra, sino que tiene en cuenta el contexto social.

Estoy pensando en ese escenario de una manera muy superficial. Quizá alguien podría decir: “Es exactamente lo mismo; la psiquiatría dice que la salud mental es una situación individual que requiere un tratamiento individual, y la Convención dice exactamente lo mismo, pero con otras palabras”. Así que sé que es difícil de responder, pero ¿qué opinas de esa situación y cómo podemos evitar esa comparación?

Justin Karter: Es una pregunta esencial que subraya una paradoja: el marco de los Derechos Humanos, aunque arraigado en la ilustración occidental y la filosofía del Norte Global, se ha convertido en una poderosa herramienta para defender los derechos y la inclusión. Pero, como todo marco, revela ciertas verdades y oscurece otras, aclara algunas cuestiones y deja otras ocultas y difíciles de defender.

Consideremos el dilema del daño frente al beneficio, que podría hacerse eco del discurso psiquiátrico preguntando: “¿Los efectos secundarios superan a los beneficios?”. Es vital que sigamos cuestionando las limitaciones del marco de los Derechos Humanos, incluso cuando lo empleamos para el activismo. Podemos decir: “Estamos utilizando este marco para mejorar las vidas y los derechos legales”, pero también debemos reconocer que podríamos estar pasando por alto perspectivas críticas dentro de este mismo enfoque.

¿Cuáles son las incógnitas conocidas? ¿Qué aspectos no tenemos en cuenta porque nuestro marco ni siquiera nos permite reconocerlos? Debemos buscar activamente estos puntos ciegos, examinando los bordes del marco y planteando preguntas sobre sus limitaciones, como estás haciendo tú. Una limitación notable que has identificado es el persistente enfoque en el individuo.

La complejidad de los trastornos mentales requiere una exploración polifacética, que tenga en cuenta desde la historia, el entorno social, la política, la economía, la comunidad y las creencias religiosas hasta la dinámica familiar. Estos factores interactúan de manera profunda, dando forma a nuestras experiencias y percepciones. Los marcos existentes, centrados en conceptos individualistas, tienen dificultades para captar estas intrincadas relaciones. Necesitamos desesperadamente marcos que reflejen adecuadamente esta complejidad, aunque sean confusos y difíciles de aplicar.

Destacados pensadores como el psiquiatra transcultural Laurence Kirmayer y el sociólogo Nikolas Rose ya han estudiado cómo desarrollar conceptos que abarquen esta compleja interacción. Se esfuerzan por comprender las múltiples influencias que conforman la experiencia única del mundo de una persona en un contexto histórico y cultural específico.

A medida que mejoremos nuestra capacidad de articular estos marcos matizados, tendrán el potencial de transformar nuestra comprensión, incluso dentro de las limitaciones del marco de los derechos humanos, que a su vez se basa en el concepto de derechos individuales. El reto es enorme, pero la búsqueda es vital; debemos esforzarnos por comprender la condición humana en toda su intrincada complejidad, sin perder de vista el panorama social y cultural más amplio que nos da forma y nos define.

Luis Arroyo: Sobre lo que mencionas, recuerdo que en el artículo “The Poison in the Cure” hablabas del sistema neoliberal, enfatizabas que no es sólo un sistema económico, sino que construye subjetividad, moldea la forma en que nos relacionamos unos con otros e inculca la idea de que los individuos deben cuidar de sí mismos. Esto lleva a una autovigilancia constante, creando un escenario definido por lo que podría llamarse biopoder.

Creo que la pandemia ha llevado esta situación a un punto de ebullición, no puedo hablar de tu experiencia, pero aquí en México, me tocó llenar un informe diario, monitorear mis síntomas, como sensación de fiebre u otros signos de enfermedad, y si había recibido la vacuna o no. Este seguimiento parece disfrazar la noción de que el problema reside en el individuo y no en la sociedad. Promueve el mensaje de que si tú no te cuidas, nadie más lo hará, y este pensamiento me lleva de nuevo al énfasis contemporáneo en la automedicación.

Actualmente, hay un importante discurso sobre el bienestar, el mindfulness, el coaching de vida y otros conceptos afines que atribuyen toda la responsabilidad al individuo. El mensaje predominante es: “Tienes la oportunidad de cambiarte a ti mismo”. A menudo, esto va unido a la idea de autorrealización, productividad y esfuerzo por “ser más”. Estas perspectivas tienen un impacto sustancial en cómo pensamos sobre nuestra salud mental.

En este contexto, creo que reconocer la discapacidad psicosocial nos permite reconocer y decir: “Bueno, no me siento bien en este momento; me siento estresado, ansioso”, etc. Nos da la oportunidad de experimentar y explorar genuinamente el amplio espectro de emociones que la psiquiatría a menudo intenta suprimir o gestionar de alguna manera.

Justin Karter:  Hay muchos puntos significativos a considerar. En primer lugar, dentro de la lógica neoliberal, vemos la ideología que alimenta el capitalismo y el libre mercado. Esta ideología hace hincapié en los individuos que deben tomar decisiones racionales en un mercado que decide los ganadores y los perdedores. Produce un cierto tipo de persona que permite que esta ideología siga funcionando, permitiendo que las sociedades “funcionen”. Pero aquí, “funcionar” no significa necesariamente producir bienestar para las personas; significa mantener al sistema andando, al menos hasta que destruya lo suficiente del planeta como para que deje de funcionar.

Cuando hablamos de esta tendencia individual, es esencial reconocer que estamos nadando contra una potente corriente. Viviendo en sociedades neoliberales, es un reto pensar en nosotros mismos fuera de esos términos, en cierto modo, es como escapar de la historia; es excepcionalmente difícil.

El ejemplo de la pandemia es una buena ilustración de ello. Una forma de abordar una pandemia, o la propagación de enfermedades, es a través de la hiperindividualización y la hiperresponsabilidad individual, todos estamos obligados a autocontrolarnos continuamente, y el gobierno nos ayuda en esto proporcionando sistemas que imponen este autocontrol y la responsabilidad individual por la propagación de enfermedades.

Pero también podemos imaginar un mundo en el que pensemos más en las condiciones del medio ambiente, en las condiciones políticas y comunitarias, y en la salud general de la comunidad. Podríamos imaginar más espacios verdes, más entornos al aire libre y gobiernos que proporcionen una renta universal para evitar que la gente tenga que exponerse a situaciones peligrosas para ganar dinero.

Podríamos planteárnoslo de otro modo. El marco de la discapacidad psicosocial nos invita a considerar qué entorno material e ideológico produce experiencias de discapacidad para una comunidad o un individuo. Al articular estas reflexiones, se vuelven más susceptibles de desafío y cambio.

Si en cambio nos centramos en la discapacidad dentro del individuo, pensando en cambiar lo que hay dentro de la persona mediante medicación, psicoterapia o mindfulness, pasamos por alto lo que hay que cambiar ideológicamente en la comunidad, el país y el mundo. Pasamos por alto los cambios necesarios en el entorno físico construido, como el acceso a espacios verdes, zonas comunitarias que propicien relaciones sanas y derechos que impidan la discriminación, la opresión o el acoso.

Este cambio de perspectiva, aunque aparentemente sencillo, puede revelar vías para cuestionar y transformar nuestras estructuras actuales.

Pero debemos recordar que una transformación de este tipo no coincide con los objetivos de la ideología neoliberal. Puede crear comunidades que no encajen perfectamente en los moldes existentes, que desafíen en lugar de cumplir. Y en ese desafío, en esa voluntad de pensar y actuar de forma diferente, reside la profunda oportunidad de cambio.

Luis Arroyo: Me he acordado de una cita que mencionas tanto en “The Poison in the Cure” y también en “Inclusion Toward Transformation”, es de Rose y pregunta: “¿En qué clase de criaturas creemos que debemos convertirnos?”. Planteas esta pregunta como un reto que debe llevarnos más allá de cambiarnos a nosotros mismos y a considerar cómo podemos transformar a los demás y lograr un cambio colectivo.

También quería mencionar un ejemplo que utilizas en el artículo, cuando hablas de la situación de los refugiados sirios. La describes no sólo como una “pérdida de sus mentes, sino de sus mundos”, sin embargo, las únicas alternativas que ofrecemos son medicación y terapia, sin ningún esfuerzo por cambiar la situación material de la gente. Es como si dijéramos: “El problema no es que hayas tenido que dejar tu país porque lo bombardeaban; el problema es que estás triste, así que mientras no estés triste, todo va bien”. Esto me lleva a preguntar, ¿realmente queremos convertirnos en criaturas que niegan estas situaciones y las experiencias de los demás?

Además, y reconozco que se trata de una cuestión compleja, ¿qué papel deben asumir los profesionales de la salud mental en este nuevo escenario y contexto? ¿Deben participar en estos nuevos marcos y contra-discursos, o deben hacerse a un lado y dejar que las personas con discapacidad psicosocial y los defensores de los derechos humanos tomen el control total de la situación?

Justin Karter: Qué buenas preguntas, y todo da mucho que pensar. Quiero reconocer que la idea de que “no es que hayan perdido la cabeza, sino que han perdido el mundo” procede del psiquiatra Derek Summerfield, que ha realizado un trabajo realmente importante contra la conceptualización occidental de la depresión, sobre todo en estas zonas de combate.

Hay mucho que decir: ¿Qué papel deben desempeñar los profesionales de la salud mental? Al intentar responder a una pregunta entre otras muchas -en qué clase de criaturas queremos convertirnos, deberíamos convertirnos o sería ético que nos convirtiéramos-, me pregunto si es bueno que psiquiatras, psicólogos y disciplinas psiquiátricas participen de forma tan amplia. No creo que lo sea. No creo que nuestras disciplinas hablen de esa cuestión con nuevas respuestas, complejidad o comprensión ética que otras disciplinas como la literatura, la historia, la sociología y la antropología podrían ofrecer. Sin embargo, probablemente porque las disciplinas psi encajan tan bien en la visión neoliberal del mundo, se nos ha concedido un megáfono muy grande para hablar de estas cuestiones. Los niños, los jóvenes y los adolescentes de hoy invocan cada vez más el lenguaje psicológico y psiquiátrico para entenderse a sí mismos y a sus relaciones de una forma que no tenía precedentes incluso hace una generación. Creo que la razón de ello es que encaja con la ideología imperante en lugar de desafiarla. Si a nuestras disciplinas se les pide y se les da ese megáfono, creo que es importante que los que están dentro de estas disciplinas piensen en los problemas lo más alto posible y traten de influir en ese discurso.

La pregunta de en qué tipo de personas podríamos convertirnos nos hace pensar en el colapso ecológico de nuestro planeta, y en el impacto desproporcionado que tendrá sobre los seres humanos de distintas posiciones. ¿Somos capaces de convertirnos en el tipo de seres que pueden afrontar la tragedia que se avecina, la destrucción de nuestro planeta? Si lo somos, ¿qué aspecto tiene eso y cómo podemos llegar a ello? Debemos transformar nuestra comprensión psicológica del yo hacia una comprensión más relacional-ecológica del ser humano. Debemos alejarnos de una comprensión capitalista-neoliberal de nuestro papel en el mundo, donde no sólo extraemos y explotamos para nuestro beneficio. Estamos mutuamente constituidos por los demás y por nuestro compromiso con el mundo, los animales y todo nuestro nicho ecológico, sin ellos, no somos lo que somos, y no somos capaces de convertirnos en criaturas felices, esta transformación requeriría algo más que un cambio en el discurso psicológico; también implicaría a las artes a la hora de articular una forma diferente de ser persona y hacer que ese tipo de subjetividades sean accesibles y posibles, especialmente para los jóvenes.

En cuanto al papel de las disciplinas psicológicas, los psicólogos y los psiquiatras en los movimientos de personas con discapacidades psicológicas, creo que es complicado y frágil. Como hemos dicho antes, podemos estar de acuerdo en acompañar a la gente con la idea de: “Sé algo; algunas de esas cosas pueden ser útiles y otras pueden ser perjudiciales”. Necesitamos saber más sobre lo que necesitan, cómo podemos unirnos a ellos y qué no debemos hacer. Debemos ser capaces de entablar una relación en la que ellos puedan hacernos saber cuándo les estamos estorbando, y nosotros podamos hacerles saber cuándo vemos algo que ellos podrían no haber considerado. Debemos hacerlo desde el respeto y la comprensión mutuos, sin dar por sentado que todo el mundo quiere que ese tipo de persona venga a acompañarle. Pero cuando es bienvenido, debemos pensar en cómo podemos desempeñar ese papel.

Luis Arroyo: Así pues, la participación de los profesionales de la salud mental debe adoptar siempre la forma de una pregunta: “¿Qué podemos añadir? ¿Deberíamos dejarlo?”. Siempre debemos intentar establecer este tipo de diálogo cuando se espera la respuesta de la otra parte.


[1] Personas expertas por experiencia

[2] Inclusión hacía la transformación.

[3] O defensores de Derechos Humanos

2 COMENTARIOS

  1. Luis Arroyo y/o Justin Karter: ¿Por qué utilizar o cuál es el significado de la etiqueta “discapacidad [es] psicosocial”? ¿Cómo podemos transformar/ trascender los binarios sociales/ individuales comunes? Cuando se habla del “Norte Global”, ¿se trata de un espacio/ ideologías particulares [occidentales, neoliberales, burocráticas…]? ¿Podemos también deconstruir hegemónicos, oligárquicos, coloniales, monolíticos… y globales? ¿Culturas interseccionales, unidades, separatismos y diversidades? ¿“Terapias callejeras” y profesionalismo académico? Gracias por el artículo. ¿Cómo hacer este tipo de trabajo dentro de nuestras comunidades (y no solo virtualmente)?

    Why use or what is the significance of the label “psychosocial disability [ies]”? How can we transform/ transcend the common social/ individual binaries? When talking about the “Global North,” is that a particular [Western, neoliberal, bureaucratic …] space/ ideologies? Can we also deconstruct hegemonic, oligarchic, colonial, monolithic … and global? Intersectional cultures, unities, separatisms and diversities? “Street therapies” and academic professionalism? Thanx for the article. How to do this kind of work within our communities (& not just virtually)?

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