TU GORDOFOBIA Y MACHISMO PERJUDICAN MI SALUD MENTAL

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Dedos apuntando hacía el cuerpo de una mujer, en signo de acusación o reclamo

“El cuerpo de las mujeres ha sufrido muchos procesos a lo largo de la historia y ha sido
considerado de muy diversas formas. Un cuerpo regido siempre por normas que no han
decidido las mujeres; un cuerpo construido por la mirada y la decisión del Otro, encargado
de normativizar a las mujeres, de decirles cómo han de ser, cómo han de vestir, cómo han
de estar”.

Carmen Valls Llobet

En 2017 escribí “L’heteropatriarcat perjudica la salut mental” (1) para reflexionar sobre la discriminación hacia las mujeres y cómo afecta a nuestro bienestar emocional. Lo cierto es que cualquier tipo de discriminación, odio, desprecio, prejuicios e invisibilización social genera consecuencias nefastas para la salud mental. La activista, poeta, oradora y artista Sonya Renee Taylor señala muy acertadamente (2) que: “No podemos hablar de los cuerpos sin los sistemas que gobiernan nuestros cuerpos”. La autora también nos habla del “estrés de las minorías”. Si bien este término se ha aplicado esencialmente al colectivo LGTBI (3), podría explicar el malestar de otros colectivos tradicionalmente en minoría, pero también de quiénes sin ser minoría, sufren discriminación sistémica, como ocurre con las mujeres.


Recogiendo la idea del “estrés de las minorías” en las mujeres, y sabiendo que en re alidad somos la mitad de la población, podemos analizar los datos de la OrganizaciónMundial de la Salud (OMS) que demuestran la desigualdad que sufrimos: la depresión afecta en todo el mundo a más de 300 millones de personas y está más presente entre mujeres (5,1%) que entre hombres (3,6%) (4). Y no es de extrañar: 1) Una de cada tres mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual de su pareja o violencia sexual de terceros en algún momento de su vida. 2) Un tercio refiere haber sufrido alguna forma de violencia física y/o sexual por parte de su pareja en algún momento. 3) En 2013, un 72% de hombres en el mundo estaban empleados frente a un 47% de mujeres y en la mayoría de países, ellas ganaban entre un 60% y un 70% del salario del hombre. 4) Las mujeres dedican al día entre 1 y 3 horas más a las tareas domésticas que los hombres, lo que nos indica que seguimos siendo el centro de los cuidados. Podemos ver, como el sistema heteropatriarcal extiende sus tentáculos por todas las áreas de la vida y daña nuestra salud.


Ser mujer también supone recibir un trato discriminatorio por parte del sistema sanitario. Carmen Valls Llobet (política y médica, Especializada en Endocrinología y en Medicina con Perspectiva de Género) dedica el primer capítulo de su maravilloso libro “Mujeres invisibles para la medicina” (5) a la salud mental. La autora se cuestiona el propio término de “locura”. ¿Quién la define? La ciencia que ha diagnosticado a las mujeres parte del poder masculino, ese que empeora el bienestar mental de cada una de nosotras a lo largo
y ancho del planeta. Años atrás, la escritora y consultora política Naomi Wolf, ya cuestionaba en el clásico feminista “El mito de la belleza” (6) el trato hacia “las locas” y situaba la cirugía estética como un modo más de control: “La era quirúrgica toma el relevo de la institucionalización de la enfermedad mental femenina que había reemplazado a su vez la institucionalización de la histeria del siglo XIX, de forma que cada etapa de coacción médica fue hallando sistemáticamente nuevas vías para establecer que femenino equivale a enfermo”. Pero, ¿qué quieren decir cuando nos llaman “enfermas”?

Catalogarnos de “enfermas” ha sido, y es, una estrategia constante para quitarnos la voz. Si estamos “enfermas” se entiende que no tenemos autonomía y, por tanto, que apenas existimos. En paralelo, la medicina nos resta credibilidad sobre ciertas dolencias que
presentamos. Es decir, o estamos “enfermas” o todo es una pantomima nuestra. El fin, en ambos casos, es menospreciar la vivencias de las mujeres. Por ello, somos las exageradas ante dolores menstruales (aunque exista la endometriosis), “las locas” (aunque las estadísticas determinan que sufrimos más por las condiciones del sistema y que se tiende a sobre-medicarnos), las débiles si no podemos movernos del sofá (aunque suframos en un % elevado fibromialgia), etcétera. Desde hace unos años, las personas diagnosticadas con alguna patología mental y/o física vienen rechazando el papel de “persona paciente-pasiva”. Acudir a las citas de quienes llamamos personal sanitario, no
debería ser sinónimo de no poder decidir sobre los tratamientos que se reciben y otras cuestiones. Enfermas o no, tiene que quedar claro que tenemos derechos, y que no respetarlos es no respetar a una parte de la humanidad.


En “Mujeres y locura” (7), un best-seller que analiza el sesgo de género de la psiquiatría y la psicología, se recopilan casos, informes y diarios de mujeres que han sido diagnosticadas, discriminadas y psiquiatrizadas por las más diversas y peregrinas cuestiones: “(…) pedí a los miembros de la APA un millón de dólares en concepto de indemnización para aquellas mujeres que nunca habían recibido ayuda por parte de los profesionales de la salud mental, sino que, al contrario, habían sido maltratadas aún más: etiquetadas y castigadas, sedadas en exceso, seducidas sexualmente durante el tratamiento, hospitalizadas contra su voluntad, sometidas a terapia de choque, a lobotomías, y sobre todo, descritas gratuitamente como muy agresivas, promiscuas, depresivas, feas, viejas, enfadadas, gordas o incurables”. Cuando la autora de este libro, Phyllis Chesler, psicoterapeuta y profesora emérita estadounidense de Psicología y Estudios de la Mujer, menciona a las mujeres gordas en este párrafo, nos recuerda que, efectivamente, la gordura, así como el físico no hegemónico, ha sido un motivo histórico
para despreciar, torturar y discriminar a las mujeres, reforzando además, esa categoría de “enfermas”.


Esta ciencia que Carmen, Naomi y Phyllis analizan y critican, hecha por y para hombres, también define qué es gordura y cómo tiene que ser tratada socialmente. El IMC (índice de masa corporal) fue ideado en 1800 por el matemático Lambert Adolphe y es una de las pocas herramientas que se sigue usando en el presente sin apenas variación para determinar qué es la gordura (8). El IMC es una herramienta estandarizada, que si bien puede servir de guía ante grupos grandes de población, no debería ser utilizada para diagnosticar a las personas de manera individual por su baja fiabilidad. La razón principal de su éxito ha consistido en su sencillez y los beneficios que su aplicación otorga a todo el sistema médico-estético. Este sistema aglutina a empresas de la industria farmacéutica, de la cirugía plástica y la cirugía bariátrica, así como de la belleza y la dieta, que se benefician considerablemente de cuestionar nuestro cuerpo. Estamos ante un negocio
que nunca pierde, muy al contrario, sigue creciendo exponencialmente a pesar de las crisis económicas.


La política basada en el control y el disciplinamiento del cuerpo gordo se nutre del sistema capitalista y patriarcal, entre otras formas de opresión (varias activistas hablan del componente racista en la gordofobia), haciéndose sistema en sí mismo. La sociedad realiza una división “mente-cuerpo” bajo un pensamiento, a mi juicio, de corte moralista/religioso. Esta división establece una jerarquía. La mente es lo importante, la pureza, la rectitud, la moralidad; mientras que el cuerpo es el pecado, la impureza, la inmoralidad. Esta ideología también encuentra un paralelismo claro en el binarismo de género. A los hombres se les atribuye competencias intelectuales y son ellos quiénes
poseen la verdad, los espacios de opinión, el liderazgo; mientras que a las mujeres se les considera esencialmente elementos decorativos, son belleza, son tentación, ocupan el espacio privado y deben acompañar y secundar las acciones del hombre. A todo ello,
sumamos que el cuerpo debe responder a una serie de cánones para tener validez, porque no valen todos por igual: unos son vistos como
pecaminosos/enfermos/marginados/anormales y otros como sagrados/sanos/integrados/normales. El cuerpo gordo está incluido en el primer grupo. Es por ello, que en el caso de la mujer gorda, la discriminación se duplica, por su género y por su peso.


Esta catalogación de “enfermas”, “locas”, “pecaminosas”, “anormales”, en un sistema que pasa por la mirada masculina, usa las dietas como sedantes políticos, pautadas del mismo modo que se pauta cualquier otro tipo de medicamento. Las mujeres somos las principales consumidoras de medicación para paliar el sufrimiento psíquico y también las que recurren más a las dietas, especialmente las adelgazantes y las llamadas “dietas milagro”. Naomi Wolf considera que: ”La grasa de las mujeres se describe no solo como si fuera materia muerta sino, además, carcinógena: que genera más muerte”. Para la autora el lenguaje que se usa en torno a la corporalidad se basa en la meritocracia. “Sacrificio”, “recompensa”, “si quieres, puedes” y similares, convierten a la gordura en un elemento a señalar y erradicar: si nadie quiere elegir la gordura como corporalidad, habrá que hacer lo posible para evitarla. El neoliberalismo se apodera de nuestros cuerpos, mientras la
sociedad da por válidos discursos vacíos basados en las ganancias económicas de unos pocos, el poder de otros tantos y la discriminación más despiadada hacia mucha gente.


La activista, Licenciada en Filosofía y Máster en Teoría Feminista, Magdalena Piñeyro menciona algunas de las áreas en las que la gordofobia se manifiesta (9):

  • Invisibilización cultural y silenciamiento: Las personas gordas no aparecemos representadas en ninguna parte y si aparecemos es para cumplir con el estereotipo gordo: vagas, carentes de inteligencia, poco deseables… Las escasas personas famosas gordas que conocemos reciben un acoso mediático espantoso. Un ejemplo clarísimo de esto lo encontramos en Itziar Castro. La actriz catalana tiene que soportar oleadas de mensajes en redes sociales que la consideran un mal ejemplo para la sociedad (10).
  • Discriminación laboral: Según la socióloga Deborah Lupton las personas gordas tienen más problemas para acceder a empleos y cuando acceden, son empleos peor remunerados.
  • Acoso escolar: Perseguir a alguien al grito de “vaca”, “cerda” o “foca”, excluirla de grupos y/o actividades por su peso, son una constante en la etapa escolar de las corporalidades gordas. Un ejemplo de este tipo de acoso se puede ver en el documental de Gabrielle Deyder (activista, escritora, directora y actriz) “No se nace gorda” (11), inspirado en su exitoso libro, del mismo título, “On ne naît pas grosse” (Goutte Dor, 2017). En él podemos ver a la autora rompiendo a llorar e hiperventilando cuando se encuentra enfrente de la escuela que la vió crecer. Deyder sufrió burlas y desprecios por parte de gente de su edad pero también por parte del profesorado.

Por todo lo comentado, es necesario hablar de la salud mental de las personas gordas y como se ve afectada por el trato que reciben (¿sería posible aquí usar ese término del “estrés de las minorías”?). En “Tienes derecho a permanecer gorda” (12), la activista experta en discriminación basada en la imagen y Máster en Sexualidad con una Perspectiva Interseccional sobre el cuerpo, la raza y el género, Virgie Tovar, afirma: “La gordofobia promueve una relación patológica con la comida”. Las dietas son fuente de estrés desde muy temprana edad en la vida de las corporalidades gordas. Si dicho estrés se prolonga en el tiempo, puede producir apatía, agotamiento, pérdida de memoria,
problemas digestivos, entre otros (13).


De otra parte, cabe mencionar los Trastornos de la Conducta Alimentaria, los cuales se dan mayoritariamente en mujeres (90%) (en hombres, el porcentaje ronda el 10%) (14) y en adolescentes: en España, el 5% de la población de entre 15 a 21 años, tienen un TCA
(15). En este punto, es importante enumerar algunas cuestiones: 1) Mucha gente diagnosticada con un TCA sostiene que la gordofobia no fue uno de los primeros factores para experimentar una relación de malestar psíquico con la alimentación y su corporalidad, y que el origen de los TCA es multifactorial. 2) Las personas gordas pueden tener un TCA. 3) Existen otros TCA menos conocidos, como el trastorno por atracón. 4) ¿Hasta qué punto, aún y cuando el factor de riesgo principal de una persona para tener un TCA no es la gordofobia, la cultura de la dieta y la delgadez, éstas ejercen una influencia perniciosa en el estado de salud mental de la persona?


Por su parte, Sonya Renee Taylor recoge en su primer libro, un estudio realizado entre 112 estudiantes universitarias por la web AboutFace.Org en el que se concluyó que la insatisfacción con el cuerpo, el peor humor, los niveles de depresión y la baja autoestima
aparecían cuando se les mostraba cuerpos delgados. En el mismo estudio, se afirmó que leer artículos de dietas o pérdida de peso se asociaba a mayores comportamientos de control de peso y otras consecuencias psicológicas. La autora hace una interesante
aportación hablando de “vergüenza corporal” y “terrorismo corporal”: “Una encuesta en Yahoo Health, en la que participaron 1993 adolescentes y adultos, descubrió que la edad media de consciencia de la vergüenza corporal está entre los 13 y los 14 años”. La
publicidad, las representaciones culturales, las legislaciones y la discriminación social, entre otras, llevan a la culpa por habitar una corporalidad diferente y/o gorda y empeora así la vida de la gente.


La gordofobia no es algo nuevo. Aunque se esté hablando de ella con más ímpetu en los últimos años, nos viene acompañando por mucho tiempo (los primeros movimientos antigordofobia datan de los años 70-80 en Estados Unidos). Las teorías que defienden que hubo una época histórica cercana buena para las gordas son, a mi parecer, una falacia. A menudo se pone a Marilyn Monroe como ejemplo de mujer “entrada en carnes” que fue admirada muy a pesar de su corporalidad gorda. La realidad es que Marilyn era de tamaño y peso pequeño (16), simplemente su figura corporal, tipo reloj de arena, pasó a ser considerada sensual y femenina, pero no se dió, ni de lejos, esa supuesta aceptación de un cuerpo gordo. En cualquier caso, la actriz sufrió las consecuencias de una sociedad profundamente misógina y cosificadora hacia la belleza femenina y el control de nuestros cuerpos.


Las situaciones que viven las personas gordas demuestran que estamos ante un sistema que discrimina la corporalidad que se sale del esquema hegemónico delgado, particularmente en el caso de la mujer. Disponemos de algunos estudios a este respecto, pero todavía son pocos y/o puede que no tengan el suficiente alcance. Sin embargo, la literatura anglosajona y la latinoamericana nos llevan años de adelanto, con los llamados “fat studies” y una cantidad importante de activistas de renombre (Charlotte Cooper, Marilyn Wann, Laura Contrera y Lucrecia Masson, son algunos ejemplos) (17). Barriendo para casa, no quiero dejar de mencionar a Nina Navajas, Graduada en Trabajo Social y Máster en Género y Políticas de Igualdad por la Universitat de València, quién ha dedicado sus tesis a la gordofobia (18).


Una parte de la población se aferra al argumento de la salud (física) para negar que los cuerpos gordos son una realidad más (si bien la gordura se considera un factor de riesgo, no es una enfermedad en sí misma). Son los intentos de un sistema gordofóbico que no
quiere renunciar a los privilegios que el cuerpo delgado obtiene: reconocimiento social, más ventajas para acceder a algunos trabajos, más éxito sexo afectivo, facilidad para encontrar ropa, entre otros, así como el sometimiento, en particular, de la mujer, cuando la
gordofobia se da la mano con el heteropatriarcado. El discurso de la salud que nos llega, es un discurso neoliberal que parte de ideas estáticas, prejuiciosas, machistas, racistas, que no tienen en cuenta las particularidades de los cuerpos y la magnitud del concepto
salud.


Las activistas no nos negamos a hablar de salud, pero desde otra perspectiva más humana y menos sesgada. Nadie repara en que el bienestar psíquico es fundamental para toda persona y que, en contra de lo que algunos defienden, apartar socialmente, señalar y culpabilizar no ayuda, pudiendo producir en la persona gorda, ansiedad, fobia social, depresión, entre otros. En cualquier caso, suponiendo que una persona gorda tuviera una patología física, ¿es motivo para infligir en ella daño psicológico? Rotundamente NO. Si alguien quiere cuidarnos, que nos escuche, abra su mente a la realidad y haga frente a sus propios prejuicios. Nadie tendría que pagar las consecuencias de una sociedad que penaliza la disidencia que supone habitar un cuerpo gordo.


Porque los gritos desde coches llamándome “¡puta gorda!”, los hombres que me han increpado a modo de burla en discotecas por mi físico, las veces que compañeras de trabajo no han tenido otro tema de conversación que mi tamaño, las dos ocasiones donde casi me agreden en el metro de mi ciudad porque me defendí ante los insultos sobre mi cuerpo, los desprecios en la escuela y en el instituto, las miradas si intento ir al gimnasio en hora punta, los consejos sobre la ropa que mi cuerpo no debe llevar, las relaciones que me sitúan como amante clandestina, los hilos en foros con mi foto para burlarse… Han generado en mí, durante algunas épocas, temores que me llevaban a cerrarme al mundo, a temer ser observada y/o conocer gente, a sentir ansiedad y a vivir limitada, lo que desde luego no ha sido bueno para mi salud, ni mental ni física. Y es que privarse de espacios y actividades gratificantes es vivir con menor bienestar que el resto de la sociedad. Si queremos una sociedad con mejor salud, en este caso para las mujeres gordas, empecemos a dejar atrás los prejuicios y su proyección hacia las personas que son consideradas “diferentes” y generemos contextos seguros.

Referencias

1) Godino, C. (2017, 7 de noviembre). L’ heteropatriarcat perjudica la salut mental. Llibertat.cat. Recuperado desde: https://www.llibertat.cat/2017/07/l-heteropatriarcat-perjudica-la-salut-mental-39295


(2) Taylor, S. R. (2019). El cuerpo no es una disculpa. El poder del autoamor radical. San Francisco, CA, USA: Editorial Melusina, S.L.


(3) ¿Qué es el estrés de las minorías y cómo podemos combatirlo? (s.f.). Psicología para personas LGTB. Recuperado desde:
https://liberarte.co/blog/discriminacion/que-es-el-estres-de-las-minorias/


(4) Nicté Dominguez, I. (2021, 5 de octubre). Razones por las que las mujeres son más propensas a padecer depresión. La silla rota. Recuperado desde: https://lasillarota.com/lacaderadeeva/razones-por-las-que-las-mujeres-son-mas-propensas
-a-padecer-depresion/567537


(5) Valls Llobet, C. (2020). Mujeres invisibles para la medicina. Desvelando nuestra salud. Madrid, España: Capitán Swing.


(6) Wolf, N. (2020). El mito de la belleza. Madrid, España: Editorial Continta Me Tienes.


(7) Chesler, Phyllis (2019). Mujeres y locura. Madrid, España: Editorial Continta Me Tienes.


(8) ¿Adiós al IMC? Estudios cuestionan la forma actual para clasificar el peso (s.f.). Emol. Tendencias. Recuperado desde: https://www.emol.com/noticias/Tendencias/2016/02/09/787591/Adios-al-IMC-Nuevo-estudio-propone-nueva-forma-de-medir-el-sobrepeso.html


(9) Piñeyro, M. (2016). Stop Gordofobia y las panzas subversas. Málaga y Carcaixent (País Valencià), España: Baladre – Coordinación de luchas contra la precariedad, el empobrecimiento y la exclusión social. Zambra Iniciativas Sociales.


(10) Valera, A. (2020, 25 de septiembre). El desnudo integral de Itziar Castro con el que responde a las críticas. Una vez más, la actriz ha mostrado su anatomía al natural para la portada de una revista. Semana. Recuperado desde: https://www.semana.es/corazon/desnudo-integral-itziar-castro-responde-criticas-20200925-002268368/


(11) Marzol, A. (2020, 3 de agosto). Gordofobia: el documental del sobrepeso sin transfondo moralista. Código Nuevo. Recuperado desde:
https://www.codigonuevo.com/entretenimiento/gordofobia-documental-sobrepeso-trasfondo-moralista


(12) Tovar, V. (2018). Tienes derecho a permanecer gorda. USA: Editorial Melusina, S.L.


(13) Graziano, P. (s.f.). ¡No puedo más! consecuencias de un estrés prolongado y prevención del mismo. Psicología-estratégica. Recuperado desde:https://psicologia-estrategica.com/no-puedo-mas-consecuencias-estres-prolongado/


(14) Guarda Torner, M. (23 de octubre de 2018). Trastornos de la conducta alimentaria. ¿Afectan menos a los hombres? Ita. Especialistas en Salud Mental. https://itasaludmental.com/blog/link/63


(15) Oliver, D. (2020, 25 de abril). Trastornos alimentarios en niños y adolescentes durante el confinamiento. El País. Recuperado desde:
https://elpais.com/elpais/2020/04/19/mamas_papas/1587284749_373590.html


(16) Las medidas de Marilyn no eran las que nos han contado, ¡en absoluto! (s.f.). Super Curioso. Recuperado desde: https://supercurioso.com/medidas-marilyn/ https://atheneadigital.net/article/view/v21-1-navajas/2434-pdf-es


(17) Contrera, L. y Moreno, M. L. (2021): “Diversidad Corporal y Gordofobia”. Material elaborado a solicitud de la Subsecretaría de Políticas de Géneros y Diversidad Sexual del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual. Buenos Aires,
Argentina. Recuperado desde: https://ministeriodelasmujeres.gba.gob.ar/gestor/uploads/DIVERSIDAD%20CORPORAL%
20Y%20GORDOFOBIA%20.pdf


(18) Tejerina, C (2021, 16 de abril). Entrevista a Nina Navajas: “La gordofobia está tan extendida como el racismo y el sexismo”. Sarraute Educación. Recuperado desde: https://sarrauteducacion.com/2021/04/16/entrevista-a-nina-navajas-investigadora-la-gordo
fobia-esta-tan-extendida-como-el-racismo-y-el-sexismo/

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