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Kit de supervivencia para la salud mental, Capítulo 4: Retirada de los fármacos psiquiátricos (Parte 1)

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Unas manos sostienen muchos paquetes de diversas pastillas.

Nota del editor: Durante los próximos meses, Mad in America publicará una versión por entregas del libro de Peter Gøtzsche, Mental Health Survival Kit and Withdrawal from Psychiatric Drugs. En este blog, comienza un debate sobre la interrupción de los fármacos psiquiátricos. Cada martes se hará la publicación de una entrega.

Como se ha señalado anteriormente, pasaron casi 30 años antes de que la profesión psiquiátrica y las autoridades admitieran que las benzodiacepinas son altamente adictivas. La propaganda es muy eficaz, y la razón por la que se tardó tanto es que para la industria farmacéutica era un gran argumento de venta que no eran adictivas, en contraste con los barbitúricos a los que sustituían, al igual que se convirtió en un gran argumento de venta alrededor de 1988 que las nuevas píldoras para la depresión no eran adictivas, en contraste con las benzodiacepinas a las que sustituían.

Las mentiras no cambian, por la sencilla razón de que la industria farmacéutica no vende drogas, sino que miente sobre las drogas, que es la parte más importante de sus actividades criminales organizadas. 1 La industria es tan buena mintiendo que pasaron unos 50 años antes de que las autoridades admitieran finalmente que las pastillas para la depresión también son adictivas. Incluso después de este colosal retraso, todavía no están dispuestos a llamar a las cosas por su nombre. Evitan utilizar palabras como adicción y dependencia y hablan en cambio de síntomas de abstinencia.

El peor argumento que he escuchado -de varios profesores de psiquiatría- es que los pacientes no son dependientes porque no ansían dosis más altas. De ser cierto, esto sería una buena noticia para los fumadores que, después de fumar un paquete de cigarrillos cada día durante 40 años, pueden dejar de fumar de la noche a la mañana, sin síntomas de abstinencia.

LONGCOVID Y DISCAPACIDAD PSICOSOCIAL

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LONGCOVID Y DISCAPACIDAD PSICOSOCIAL

Cada vez es más evidente que el mundo se ha cansado de la pandemia. Cuando digo “el mundo”, en realidad quiero decir la gente… Eso, la gente se ha cansado de la pandemia y ha declarado una especie de batalla vs. la realidad, entonces las calles se han vuelto a llenar de personas, los lugares de “esparcimiento” empiezan a estar a reventar, las fiestas y reuniones sin protocolo ya son el pan(démico) nuestro de cada día.

El desgaste terminó por hacer de las suyas, pero también el capacitismo en el que una horda de personas que se sienten protegidas salen sin importarles las consecuencias que sus decisiones tiene sobre la salud de quienes, como yo, son personas de alto riesgo (enfermas, viejas, inmunosuprimidas). Si desde antes ya se sabía que nuestros cuerpos “no productivos” (aunque sean productivísimos) eran desechables para un Estado y sociedad eugenésicos, con la pandemia quedó más de manifiesto, estuvimos en sus cuentas desde el inicio, se esperaba contarnos entre las/os muertas/os…

Los hospitales donde se atendían las enfermedades crónicas de muchas de nosotras dejaron de darnos atención para proveer atención exclusiva a enfermas/os de covid; mi madre, por ejemplo, tiene ya casi dos años sin una consulta de rutina para su lupus eritematoso sistémico. Recién hoy en la mañana escuché en Aristegui Noticias (programa en vivo del 29 de octubre de 2021) que este año tenemos una cifra aproximada de más de 300 000 muertos por sobre las cifras de años anteriores a la pandemia. Trescientos mil muertos. ¿Quiénes son esas/os 300 000 muertas/os? ¿Murieron de covid? No, no murieron de covid, pero sí por covid. Los médicos ya han hecho esta denuncia, sus pacientes controlados dejaron de ser pacientes controlados debido a la falta de atención. Entonces, las personas con comorbilidades que no adquirieron covid de todos modos han tenido que estarse echando un round con la muerte estos dos años debido a la falta de atención, consultas, medicamentos, y hospitales o laboratorios que pudieran ser exclusivos para ellas… Insisto, estábamos en las cuentas, se contaba con que muriéramos.(1)

El Estado/sistema estaba preparado (y ni tanto, porque la estrategia fue nula y por lo tanto un fracaso pagado con cientos de miles de muertos) para defender/proteger a sus ciudadanas/os “productivas/os” en términos del capitalismo… Hubo una enorme apuesta por que quienes “tenían que morir” murieran.

Las personas discas o enfermas crónicas solemos representarle gastos al Estado, solo gastos, cero ingresos, (aunque muchas de nosotras producimos de miles de maneras, esa es la visión general), así que este virus eugenésico vino, efectivamente, “como anillo al dedo”… pero no esperaban la gran sorpresa del SARS-CoV-2, la pandemia dentro de la pandemia: el long covid.

¿Qué es el long covid? Para decirlo resumido, es una enfermedad nueva de aparentes características autoinmunes, celulares, hematológicas y vasculares, que le da a más del 30 % de las personas que hemos tenido covid y además es multisistémica. Es importante mencionar que esta la detona el covid sin importar el grado de gravedad con que lo haya adquirido la/el paciente y que puede darle a cualquier persona con o sin comorbilidades previas. Es decir, la cajita de pandora del covid (que se suponía que eugenésicamente libraría al sistema de discas y enfermas/os) trajo consigo millones de nuevas/os discapacitadas/os, que ahora estamos en condiciones de precarización, inmovilidad, dependencia y sin tratamiento…

Las/os pacientes hemos dado una batalla monumental para ser reconocidas/os y apenas ahora, casi dos años después, lo estamos logrando. Empieza a existir un movimiento mundial alrededor de nosotras/os y se empiezan a perfilar estudios.

El long covid tiene cerca de 200 síntomas registrados, algunas/os en un año, y medio hemos tenido intermitentemente hasta 70 de esos 200 síntomas y afortunadamente hay médicas/os ya dispuestos a creernos y acompañarnos en este duro proceso, pero hay algo que se está quedando muy atrás, porque suele ser un tema tabú y porque trae consigo una serie de estigmatizaciones segregativas: los efectos neurológicos, psicosociales y psiquiátricos del long covid. Y esos efectos son avasallantes, discapacitantes y han cobrado ya varias vidas.

El long covid, por su capacidad de atacar las células multisistémicamente, genera una serie de trastornos psicosociales que son de origen clínico: ansiedad, ideaciones suicidas, problemas del sueño, problemas neuronales.

Muchísimos de los pacientes solemos contarnos entre nosotros los niveles de ansiedad paralizante que nos atacan a diario, también nos acompañamos en ataques de pánico que apenas y logran ser controlables, pero esto no es algo que contemos a familiares y amigos, ¿por qué? Por lo de siempre: estigmatización y patologización.

Si desde un inicio la mayoría de nuestros síntomas fueron puestos en duda diciéndonos (absurdamente) que era “ansiedad”, ¿cómo es que alguien iba a tener la confianza de decirle a su médico de los ataques de pánico, las noches de insomnio, la niebla mental, la falta de concentración, la pérdida de vocabulario, etcétera?

Creo que quienes empezamos a notar que todo eso hacía parte de los síntomas fuimos las personas neurodivergentes, puesto que ya teníamos cierta experiencia en ello. En mi caso fue muy fácil darme cuenta de que los ataques de pánico no se parecían a ninguno que yo hubiera sentido, que la ansiedad venía con una especie de despersonalización que solo me había ocurrido una vez a causa de fármacos…

Esto tenía que ser clínico, fisiológico, no había de otra, ya fuese explicado por la disautonomía que causa el covid (que es básicamente tener afectado todo el sistema nervioso autónomo) o por los problemas de inflamación del nervio vago.

Fue difícil empezar a hablarlo con pacientes, más difícil aún hablarlo con doctores porque no desaprovechaban la oportunidad para decir “Entonces las taquicardias son por ansiedad”, y había que volver a empezar el cansado recorrido de demostrar los síntomas físicos para que fueran desestimados.

Algunas amistades se han acercado a preguntarme en privado sobre el tema, con temor de hacerlo público y de ser juzgadas, pero hay que hacerlo público, URGE hacerlo público, tal cual hemos hecho con los demás síntomas, porque requiere atención específica.

A la mayoría de pacientes que sufren de long covid les derivan a un psiquiatra que les medicaliza asumiendo, de entrada y sin mayores elementos, en una breve entrevista de 30 minutos, que lo que tienen es estrés postraumático… Esto se puede llegar a ver en pacientes que estuvieron hospitalizados, pero en pacientes con síntomas leves llevados en casa es realmente una burla apelar al estrés postraumático y a una medicalización que, cuando mucho, enmascarará la ansiedad clínica, pero sin averiguar el problema de origen y sin tratarlo.

Estamos hablando de un problema mayúsculo, cientos de miles de personas en sufrimiento emocional y con discapacidad psicosocial sin tener grupos de apoyo ni atención ni tratamientos adecuados. Cientos de miles de personas que se suman a las filas de la discapacidad psicosocial en un sistema que abandona a sus locos, que los patologiza, los manicomiza, los segrega. El problema es gravísimo y tenemos que hablar de ello, y más allá de hablarlo, necesitamos agruparnos de una vez, ver estrategias, ser autodidactas en el tema, enfrentar el asunto grupalmente, si no lo hacemos así, difícilmente seremos oídas/os.

Empieza a arrojarse alguna luz sobre las posibles causas de esos repentinos ataques de pánico o ansiedad que son incontrolables; recientemente se encontró virus vivo en el líquido encefalorraquídeo y se descubrió reducción de la masa encefálica, ambas cosas en pacientes con long covid,(2) lo que podría explicar las discapacidades psicosociales e intelectuales que muchos pacientes estamos experimentando. Ninguna de esas dos cosas se pueden verdaderamente tratar con un ansiolítico, ambas requieren rehabilitación, fármacos antivirales y tratamientos especializados que están a todas luces siendo ignorados.

¿Qué vamos a hacer con todas las personas que están en estos momentos en sufrimiento psíquico y emocional y que ni siquiera saben la causa? ¿Qué vamos a hacer con quienes se “culpan” por creer que es una ansiedad que deberían poder “controlar”, que aumentan la dosis de ansiolítico sin que esto les lleve a poder sentirse mejor?

Muchas de esas personas han perdido sus trabajos por no tener medios para controlar los ataques de pánico, algunas de esas personas han sido internadas (manicomizadas) por representar “un peligro para sí mismas” y otras se han suicidado. Ojo aquí, porque no estamos hablando de quienes se han suicidado en un pleno acto de consciencia al elegir sobre su muerte y su vida, estamos hablando de quienes, sobrepasados por detonantes neurológicos, se han matado estando fuera del pleno uso de su voluntad.

Este escrito es un llamado a todos los frentes.
Primero a los pacientes: Si tuviste covid y tiempo después has experimentado algo de lo que he mencionado aquí, acércate a los grupos de pacientes organizadas/os que estamos en las redes, podemos cobijarte y guiarte a partir de nuestras propias experiencias y en nosotras/os encontrarás un lugar seguro para tus dudas. También busca hacerte estudios neurológicos y no te quedes con la impresión de primera mano y desinformada de un psiquiatra que te mandará un ansiolítico.

Después a los médicos: Es urgente reconocer el daño neuronal celular que causa el long covid y como este causa discapacidad y sufrimiento psicosocial, hay que reconocer que es una emergencia (tanto como las miocarditis o pericarditis que causa la misma enfermedad), porque en esos casos también se corre riesgo de vida. No es estrés postraumático, es una manifestación clínica del ataque del virus y como tal debe ser tratado, ya se han probado ciertas rehabilitaciones (como la marcha nórdica), no con éxito total, pero sí como un apoyo que minimiza y permite cierta regeneración.

Ahora a la sociedad toda: Si conoces a alguien que tuvo covid o tiene long covid, y está viviendo en sufrimiento psíquico y teniendo alguna discapacidad intelectual, háblale de esto, acompáñale en la búsqueda de información, en la enunciación y verbalización, no le patologices y estigmatices con cosas como “échale ganas”, “tú puedes”, “te hace falta distraerte”, no hay ganas ni distracción que puedan reducir la cantidad de células afectadas del cerebro, tenlo en cuenta, lucha contra tu cuerdismo.

Y a los colectivos de Orgullo Loco y neurodivergencias varias: Súmense a estas filas, los necesitamos de nuestro lado para pedir protocolos homologados de investigación y por lo tanto de atención. En este caso, urge atención clínica y dar red y soporte a quienes se enfrentan a ataques de pánico, despersonalizaciones, discapacidades intelectuales y demás eventos completamente desconocidos para ellas/os. El acompañamiento es vital, así como la exigencia de investigación y tratamiento, antes que la patologización psiquiatrizante.

Solo en la medida en que abramos el tema, en que podamos irle dando a los pacientes espacios seguros para contar lo que les pasa sin temor, en la medida en que podamos ayudarles a recopilar información para saber de dónde provienen estos síntomas, en la medida en que reunamos información que permita a neurólogos hacer aproximaciones más certeras, podremos apoyar a todas esas personas que hoy ya son parte de las filas de la neurodiversidad.

Esto es un llamado urgente a toda la sociedad: hagamos comunidad porque esta es una bomba de tiempo de psiquiatrizaciones, sufrimiento y probables suicidios de miles de personas, recordemos que no solo lo propio nos compete y que nada del otro nos es ajeno…

(1): https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion/2021/10/17/covid-19-mexico-muertes-reconversion-hospitalaria-mortalidad/

(2): https://www.nature.com/articles/s41593-021-00926-1#Sec2

El Cuerdismo – Conversación con Alan Robinson

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San Francisco de Asís con un emoticon sobre la cara, portada del libro El Cuerdismo de Alan Robinson

“quienes intentamos hacer arte tenemos la responsabilidad de compartir la belleza”

A mediados del mes pasado tuve el gusto de poder platicar con Alan Robinson acerca de su libro El Cuerdismo, su trayectoria profesional, su trabajo en el activismo y sobre la posibilidad de seguirnos pensándonos y cuestionándonos; una conversación que tuvo lugar a través del espacio virtual, una de las pocas ventajas que nos ha dado la situación actual, el poder unirnos a la distancia.

Alan Robinson nació en 1977 en Buenos Aires, Argentina. Egresó como licenciado y profesor de arte dramático. Trabaja como docente, escritor y director. Fue becario del Fondo Nacional de las Artes y el Instituto Nacional del Teatro.

Ganó el premio «20 años de teatro social argentino». Fundó la compañía “Gota.Teatro” y la compañía “Los Hermanos”, de la cual actualmente es director.

 Publicó los libros “El eskape del panóptico”, “Actuar como loco”, “La ley de la locura”, “Jorgino”, “El cuerdismo” y «Teatro del viento». Realizó presentaciones, talleres y funciones en Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.

Contribución al proceso de consulta regional “Del aislamiento, la invisibilidad y la segregación a la inclusión de las personas con discapacidad en la comunidad. Identificación y superación de los obstáculos para el éxito de la desinstitucionalización

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Presentado al Comité de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad el 15 de febrero 2021

SinColectivo es un grupo plural mexicano de Expertos por Experiencia y activistas en discapacidad psicosocial y Mad Culture creado en la Ciudad de México en 2019 y con alcance nacional que ha gestionado actividades que buscan generar procesos de sensibilización y participación de las personas con discapacidad psicosocial en la exigencia de sus derechos plenos.

A lo largo de la historia, nuestro colectivo ha sido estigmatizado y discriminado por no cumplir con parámetros de normalidad, funcionalidad y productividad. Hemos sido patologizados desde planteamientos que acaban justificando la restricción de nuestros plenos derechos, la imposición de medidas coercitivas y la privación de nuestra libertad al considerarse que nuestra existencia disruptiva es potencialmente peligrosa.

La actual contingencia sanitaria ante la pandemia de COVID-19 ha representado un mayor riesgo de contagio y muerte para las personas con discapacidad en general, y en particular para las que están institucionalizadas. Desde nuestra posición advertimos que es necesario implementar las siguientes acciones:

Kit de supervivencia para la salud mental, Capítulo 3: Psicoterapia: El enfoque humano del dolor emocional

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Dos personas hablando dentro del contexto de una psicoterapia

Continuando con la iniciativa de Mad In America, estaremos publicando fragmentos traducidos del libro “Mental Health Survival Kit” del Dr. Peter Gotzsche. Las publicaciones se realizarán cada martes.

Conozco a psiquiatras de varios países que no utilizan fármacos psiquiátricos ni electroshock. Tratan incluso a los pacientes más perturbados con empatía, psicoterapia y paciencia. 1

El objetivo de los tratamientos psicológicos es cambiar un cerebro que no funciona bien hacia un estado más normal. Los fármacos psiquiátricos también cambian el cerebro, pero crean un tercer estado artificial -un territorio desconocido- que no es ni normal ni el estado de mal funcionamiento del que procede el paciente. 2

Esto es problemático porque no se puede pasar del tercer estado inducido químicamente a la normalidad, a menos que se reduzca la cantidad de fármacos, e incluso entonces, no siempre será posible, ya que el paciente podría haber desarrollado un daño cerebral irreversible.

Un enfoque humano del dolor emocional es muy importante, y los resultados del tratamiento dependen más de las alianzas terapéuticas que de si se utiliza psicoterapia o farmacoterapia. 3 Además, cuanto más de acuerdo estén médicos y pacientes sobre lo que es importante a la hora de curarse de la depresión, mejores serán los resultados en cuanto a afecto positivo, ansiedad y relaciones sociales. 4

Esquema anotado

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Ilustración de varias manos alzadas, de distintos tonos, representando equidad, igualdad, tolerancia.

Vivir de forma independiente y ser incluido en la comunidad: Directrices sobre la desinstitucionalización de las personas con discapacidad, incluso en situaciones de emergencia.

La versión original puede consultarse en: https://www.ohchr.org/EN/HRBodies/CRPD/Pages/CRPDIndex.aspx

Origen, proceso y finalidad de las Directrices

Esta sección describe cómo se originó el proyecto de Directrices, el proceso que condujo a las mismas y su principal objetivo.
  1. Origen y objetivo de las Directrices
  2. Origen de las Directrices:
    1. Las violaciones de los derechos humanos denunciadas al Comité durante la pandemia de COVID 19 han provocado un mayor aislamiento, marginación, exclusión e institucionalización.
    1. Proceso de elaboración de las directrices
  3. Informe del Observatorio de los Derechos de los Discapacitados de COVID-19[1] al Comité sobre el estudio mundial de las violaciones de los derechos humanos durante la pandemia de COVID 19.
  4. Decisión del Comité de crear un Grupo de Trabajo sobre Desinstitucionalización (23ª sesión).
  5. Siete consultas regionales dirigidas a personas con discapacidad y sus organizaciones.
  6. Resultados de las consultas regionales preparadas por la Secretaría del Comité.
  7. Esquema anotado de las Directrices elaborado por el Grupo de Trabajo del Comité con el apoyo de un consultor. El Grupo de Trabajo recibió aportaciones de la Coalición Mundial sobre la Desinstitucionalización[2].
    1. Comprensión limitada por parte de los Estados parte y otros actores sobre el derecho de las personas con discapacidad a vivir de forma independiente y a ser incluidas en la comunidad (artículo 19).
  8. Objetivo:
    1. Complementar la Observación General nº 5 del Comité proporcionando orientaciones concretas a los Estados Partes y a otros agentes sobre cómo llevar a cabo procesos de desinstitucionalización, incluso en situaciones de emergencia, en consonancia con la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad

Proyecto de Directrices sobre la desinstitucionalización de las personas con discapacidad, incluso en situaciones de emergencia

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Signo de exclamación en color rojo, dentro de un círculo

Esta es una traducción no oficial, la versión original puede consultarse en: https://www.ohchr.org/EN/HRBodies/CRPD/Pages/CRPDIndex.aspx

En septiembre de 2021, el Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad adoptó un índice anotado de sus Directrices sobre la desinstitucionalización de las personas con discapacidad, incluso en situaciones de emergencia. El proceso de elaboración de las Directrices comenzó a finales de 2020 y ha continuado durante 2021. El esquema describe el contenido de las Directrices, actualmente en preparación. A finales de 2021 se publicará una versión preliminar de las Directrices, con una convocatoria para la presentación de propuestas por escrito a todas las partes interesadas.

Las Directrices se basarán en las obligaciones de los Estados Partes, de conformidad con el artículo 19 de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (derecho a vivir de forma independiente y a ser incluido en la comunidad), la Observación General nº 5 (2017) del Comité sobre el artículo 19, y las Directrices del Comité en virtud del artículo 14. Las directrices proporcionarán más orientaciones concretas para aplicar el derecho a vivir de forma independiente y a ser incluido en la comunidad y serán una herramienta para apoyar a los Estados partes y a otras partes interesadas, en la superación del aislamiento, la segregación y la discriminación de los niños y adultos con discapacidad.

Voces desmedicalizadoras: “Amor, odio y respeto” a los psicofármacos

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Un aparador lleno de medicamentos

Publicado originalmente en Mad In Brasil

Las investigaciones en salud mental -especialmente las que investigan los efectos positivos y negativos de las drogas psicoactivas en la vida de los usuarios- desde mediados del siglo XX hasta hoy, privilegian el monopolio de la visión psiquiátrica, de los llamados especialistas. Menos del 1% de los estudios contemplan la experiencia subjetiva de los usuarios que son los efectivamente afectados por el consumo de estas drogas.  Por lo tanto, todo lo que hoy sabemos sobre los fármacos psiquiátricos fue contado desde el punto de vista de quienes los prescriben y no de quienes los consumen, dentro de un sistema que, de antemano, parece cerrado a la contestación y cuya legitimidad se impone como incuestionable.

Sin embargo, desde finales del siglo XX, un movimiento internacional de usuarios y supervivientes de la psiquiatría empezó a cobrar fuerza en el mundo y hoy podemos asistir a la apertura de espacios donde pueden surgir otras voces. Son las voces de los que hasta entonces eran silenciados, considerados pasivos, “pacientes”, pero que ahora luchan por tomar el protagonismo de sus vidas, como ciudadanos con derechos. En Brasil, esto sólo fue posible tras la Reforma Psiquiátrica y la creación del modelo de atención psicosocial. Los representantes de las asociaciones locales y municipales, generalmente vinculados a un CAPS, forman parte de los debates sobre salud mental en el ámbito de la ciencia y la formación de políticas públicas.

Así, el lema “Nada sobre nosotros, sin nosotros”, se ha convertido en una importante bandera de lucha que define el protagonismo de la persona con discapacidad en los debates científicos e institucionales en el ámbito de la salud mental. Muchos son los que vienen a contar un poco de sus historias con la esperanza de que sus relatos puedan contribuir de alguna manera a la vida de otras personas que también pasan por situaciones de sufrimiento psíquico. Vanessa es una de ellas.

El inicio del “problema”: el primer contacto con la psiquiatría y los psicofármacos

Usuaria de la RAPS – red de atención psicosocial, y vinculada a la “Associação AlegreMente”, Vanessa, actualmente de 28 años, experimentó situaciones difíciles en la vida desde muy joven. Cuando tenía 6 años fue abusada sexualmente por un adolescente de su comunidad, un hecho que ocultó a todo el mundo durante toda su infancia y que sólo ahora, de adulta, pudo revelar a un psicólogo. Su padre tenía serios problemas de alcoholismo y después del trabajo siempre se iba al bar, mientras que su madre trabajaba todo el día, volviendo a casa sólo alrededor de las 10 de la noche. La pareja se peleaba mucho delante de sus hijos, que con Vanessa suman seis.  Los mayores empezaron a trabajar muy jóvenes para ayudar en el presupuesto de la casa y así los más pequeños crecieron cuidando de los demás. Aun así, Vanessa considera que siempre fue una buena estudiante en la escuela, aunque a menudo le resultaba difícil mantener el ritmo. Pero mientras sus hermanas jugaban al aire libre, ella prefería quedarse en casa trasteando con el ordenador. Se sentía muy cerrada al mundo. Nunca tuvo muchos amigos. Tuvo dificultades en el proceso de socialización.

La primera vez que Vanessa sintió que vivía una experiencia más intensa de sufrimiento psíquico y emocional fue a los 15 años, cuando su familia le asignó el cuidado de su abuela materna, diagnosticada con demencia y enfermedad de Alzheimer. Vanessa cuenta que ni su madre ni sus otros diez hijos parecían preocuparse mucho por la situación: “¡Se limitaron a criticar y a convertirla en un infierno!”, dijo. En su relato, llama la atención la preocupación por su bienestar y el amor por su abuela, a pesar de haber vivido muchas situaciones violentas en las que su abuela la golpeaba o la pellizcaba. En el último año de instituto, al no poder conciliar la difícil rutina como cuidadora y todas las exigencias de la vida escolar, Vanessa abandonó sus estudios y comenzó a dedicarse por completo a su abuela. Desde la hora de levantarse hasta la hora de acostarse.

Fue cuando, a los 19 años, tras un gran brote de su abuela, Vanessa se sintió embargada por una profunda tristeza y estuvo tres días sin poder salir de la cama, ni siquiera para bañarse. Sólo quería dormir, lo único que podía hacer era llorar y decir que no podía aguantar más: “¡Eso fue cuando reventé mi olla a presión! Unos días más tarde, su madre, preocupada, la llevó al centro de salud local, donde Vanessa tuvo su primer contacto con un psiquiatra y su primera experiencia con fármacos psicotrópicos. La abuela, por su parte, fue remitida por sus hijos a una clínica asistencial, donde murió una semana después. Este suceso fue especialmente traumático para Vanesa que, por si no fuera suficiente el sentimiento de duelo y toda la situación de sufrimiento psíquico que ya estaba atravesando, empezó a culparse también de la muerte de su abuela.

La primera persona que le recetó la medicación psiquiátrica, fluoxetina (antidepresivo), fue el médico de familia que la recibió en la clínica. Sin embargo, Vanessa no mostró ninguna mejora a lo largo de las semanas, al contrario, se sentía cada vez peor, se hacía daño e intentó suicidarse varias veces. Sólo después de mucha insistencia por parte de su madre, entonces, la derivaron al psiquiatra de la clínica que pronto le dio el diagnóstico de depresión y le recetó una nueva medicación: diazepam (un ansiolítico). Poco después, Vanessa fue derivada al CAPS – Centro de atención psicosocial.

Sobremedicalización en el CAPS: psicofármacos y efectos secundarios

En sus dos primeros años como usuaria del sistema de salud mental, Vanessa no pudo hacer absolutamente nada por sí misma. Siempre estaba acompañada por su madre y su hermana. En el CAPS, el primer psiquiatra que la vio le recetó mucha medicación.  Allí también se le diagnosticó un trastorno bipolar con brotes psicóticos. Pasó por la experiencia de escuchar voces: a veces eran voces que le decían que se suicidara, especialmente cuando veía a su padre borracho, y otras eran voces que argumentaban en contra, pidiéndole que no lo hiciera. Esas voces la seguían a todas partes. Vanessa tomó entre 10 y 12 pastillas al día durante este periodo.

Vanessa cuenta haber vivido un verdadero drama por los efectos secundarios de los medicamentos prescritos. Recuerda, por ejemplo, que tenía mucho sueño durante el día y no se sentía animada a participar en las actividades propuestas en el CAPS, mientras que por la noche no podía dormir, a veces no dormía más de 2 horas por noche. Según ella, la risperidona (antipsicótico) le hacía temblar el cuello y torcer la boca, entre otras sensaciones desagradables. El ácido valproico, una vez ingerido, Vanessa sintió como si algo le explotara en el estómago provocándole náuseas y vómitos constantes: “¡Acabo de andar con el cubo!”. Este cubo, que aparece varias veces en nuestra conversación, se refiere a un recipiente con el que tenía que salir a la calle, ya que era habitual que tuviera sensación de náuseas y vómitos, como efecto de la medicación. En el transcurso del tratamiento, esta misma hermosa joven que estaba narrando su historia, había ganado mucho peso. Más de 70 kg, alcanzando un máximo de 155 kg. Un exceso de peso que pronto consiguió perder junto con la reducción de la medicación. Por lo tanto, Vanessa estaba lidiando en ese momento con una fuerte ansiedad y atracones, mientras estaba bajo el efecto de varios medicamentos psiquiátricos. Aunque critica el exceso de medicación que recibió en el CAPS, le da mucha importancia a este espacio, así como a la asociación, que le permitió conocer a sus colegas, compañeros y activistas.

Vanessa nos presenta de forma espontánea una narración de elaboración subjetiva sobre su experiencia con los psicofármacos. Se refiere a la tríada: amor, odio y respeto. Reconoce, en este sentido, haber vivido tres fases en los últimos cinco años: la del amor, ya que cree que sin la intervención del medicamento probablemente se habría suicidado. De este modo, admite que en un momento dado la medicación le salvó la vida. La fase de odio, que comenzó en 2017, dos años después del inicio del tratamiento, que se debió a los problemas derivados de los efectos secundarios de los distintos medicamentos que estaba tomando. Vanessa dice que, en ese momento, empezó a cuestionar el uso de los fármacos psicotrópicos, sintió curiosidad por sus beneficios y daños, y comenzó a informarse mejor sobre ellos.

También durante este periodo, Vanessa hizo algunas lecturas del filósofo Foucault, gran crítico de la psiquiatría moderna, y empezó a interesarse por los prospectos de los medicamentos que ingería y a relacionar ciertas sensaciones que tenía con los efectos secundarios que se enumeraban:

Entonces empecé a cuestionar al psiquiatra. Sigo vomitando, sigo ansioso, sigo triste, sigo sin hacer nada con mi vida.

Sentía que las drogas le hacían más daño que bien. Sin embargo, el psiquiatra no tuvo en cuenta sus quejas y sólo le pidió que siguiera con “su mesita”, amenazándola con responsabilizarla sólo a ella si le ocurría algo malo.

Iniciativa desmedicalizadora e inicios de superación: empoderamiento, autogestión y militancia

En 2018, Vanessa dice que comenzó su fase de respeto a los psicofármacos, cuando empezó a reducir la medicación, pero siempre sintiéndose advertida de la posibilidad de tener que volver a tomarlos en la ocurrencia de crisis mayores. Nunca motivó, en este sentido, a ninguno de sus compañeros de la red a dejar de tomar los medicamentos, porque reconoce la gravedad del asunto: hay vidas en juego, pero también sabe que inspira a los demás por su proceso de crecimiento y logro de autonomía (hablando de empoderamiento y autogestión). Aun así, Vanessa cree firmemente que los medicamentos psiquiátricos, debido a sus fuertes efectos secundarios, sólo deben tomarse en momentos de crisis y no de forma continuada, como suele practicarse en el CAPS.

Fue a principios del 2018 que comencé a cuidarme, este cuidado que digo es hacer todo un tratamiento desde psicólogo, con nutricionista, la caminata, el auricu (auriculoterapia), todo bien. Durante todo un año cuidándome, conseguí perder peso, pero sin ningún tipo de medicamento, comiendo bien, a las horas adecuadas, sin presiones, cuidando mi peso, mi dieta, cuidando mi cabeza.

Así pues, en contra de las prescripciones de los médicos y a escondidas también de su familia, Vanesa decidió disminuir su medicación por su cuenta, pero lo hizo de forma bastante gradual, demostrando una fuerte conexión con sus procesos subjetivos y con sus vulnerabilidades. “Me estaba poniendo a prueba”. En primer lugar, retiró los que causaban efectos secundarios más graves, como el ácido valproico. Vanessa lamenta profundamente haber tenido que hacerlo sola, y argumenta que hubiera sido mucho mejor que el psiquiatra, que la atendía en ese momento, hubiera considerado y acogido sus quejas, sentimientos y opiniones, y hubiera establecido junto con ella una estrategia de retirada. Ella pregunta:

¿Por qué no me escuchan, si yo era el que estaba allí con el cubo (vomitando), queriendo sólo dormir (…) sintiendo el dolor de casi no poder pasar el torniquete (del autobús)? Acabo de escuchar: “¡Yo soy el médico aquí y tendrás que tomar lo que te estoy dando!

Dice que el paso, el punto de inflexión para el proceso de desmedicalización se produjo con la entrada de una voluntaria en el CAPS, que se acercó al grupo a través de la asociación AlegreMente y que enseñó a Vanessa y a sus compañeras sobre el empoderamiento. La voluntaria nunca recomendó la retirada de la medicación, pero era una persona muy acogedora y alentadora, hablaba mucho con todos los usuarios, ayudándoles a trazar sueños, planes y metas. Vanessa cree, por tanto, que fue gracias al trabajo con Alessandra y a “un PTS bien hecho”: un plan de actividades terapéuticas (PTS) diversificado y en grupo, que pudo dejar las constantes “quejas de la vida” y empezar a buscar actividades en las que se sintiera útil.

Cuenta que tenía mucho miedo porque constantemente escuchaba a los profesionales del CAPS que si los usuarios dejaban de tomar el medicamento, se volverían locos. Era una forma de obligarles a tomar los medicamentos según el calendario prescrito. Entre el grupo se habló mucho de los malos tratos en el IPQ (hospital psiquiátrico) y todos temían una eventual hospitalización. Así que Vanessa reflexionó y decidió un proceso muy gradual de retirada de la medicación. Pero este proceso tenía que hacerse solo. Dice que sintió, como efecto de la retirada de la medicación, muchas palpitaciones en el pecho, pero que estaba advertida de este síntoma porque conocía mejor los prospectos de los medicamentos.

Durante y después del proceso de abstinencia de drogas, Vanessa continuó con las sesiones de psicoterapia individual, la participación en grupos terapéuticos y se involucró fuertemente en la militancia, buscando espacios para hablar de salud mental con el fin de sensibilizar a la gente a través de su historia y poder ayudar a otros que han pasado por problemas similares. Actualmente estudia Archivología en la UFSC, dice que está haciendo un trabajo en el que utiliza a Michel Foucault como referencia teórica y que aprovecha todos los espacios que puede para hablar de salud mental.

Prácticas de libertad y construcción de subjetividades más autónomas: trazando nuevos caminos

Actualmente, Vanessa admite que la locura ha sido lo mejor que le ha pasado en la vida, porque ahora se siente ella misma. Valora su historia y ve la experiencia de la locura como algo que estructura su identidad, una experiencia a partir de la cual resignifica su existencia. Fue psiquiatrizada cuando aún era una adolescente, inducida a tomar innumerables medicamentos que no le aportaron mejoras efectivas, al contrario, la perjudicaron en varios aspectos: fisiológico, psíquico, emocional y social.

De la curiosidad al sentido crítico, Vanessa comenzó a cuestionar la relación de conocimiento-poder en la que se sitúa el médico psiquiatra. Tratando de imponer su discurso como la única verdad, una verdad que se atribuye como una forma de dominación. Fue contra esa relación de dominación y opresión que Vanessa cree haberse rebelado y aprendido a tejer caminos más autónomos en la construcción de su subjetividad. Algo de lo que está muy orgullosa y que desea compartir.

La posibilidad de participar en grupos terapéuticos, de compartir pensamientos y sentimientos con otros y también de escuchar otras experiencias de personas en sufrimiento psíquico-emocional fue fundamental para su tratamiento. Estos grupos tienen lugar en varios espacios: en los CAPS, en las asociaciones de usuarios, familiares y simpatizantes, y también en el CESUSC. Destaca, por ejemplo, el efecto terapéutico del grupo de yoga, que le enseñó la importancia de la respiración para controlar la ansiedad, y que, en consecuencia, le aportó importantes mejoras en su relación con la comida y con su cuerpo. Afirma que todavía hoy tiene ansiedad. Sin embargo, ahora con una nueva comprensión de la situación, se retrae, hace un ejercicio de respiración, reflexiona, trata de encontrar el origen y, si no puede, se limita a decirse a sí misma que la ansiedad pasará, por lo que puede calmarse poco a poco. También utiliza un collar con aceite esencial de lavanda, otra herramienta que ha favorecido su bienestar.

En cuanto a la militancia, su principal lucha es, por tanto, por el crecimiento y fortalecimiento de estos espacios y también por los derechos y deberes de los usuarios de la red. También admite que la militancia fue muy terapéutica para ella: “¡Fue donde me recuperé! Como siempre le ha gustado la informática y la investigación, Vanessa empezó a buscar y llevar nueva información a los grupos, lo que le ayudó a sentirse cada vez más útil. En el proceso, admite haber desarrollado un sentido crítico y siempre hace constar su opinión.

Desde hace más de un año sin tomar medicamentos psiquiátricos, pero aún presente en el CAPS y haciendo tratamientos alternativos, Vanessa fue invitada recientemente a formar parte de una mesa redonda en el Encuentro de Salud Mental de Santa Catarina (2019 – Florianópolis), compuesta además de ella por académicos y profesionales de este campo de estudios. Por su discurso, en esa ocasión, tuvimos la oportunidad de conocer un poco de su historia. Más tarde, teniendo en cuenta la importancia de los estudios sobre la desmedicalización en el ámbito de la salud mental, nos sentimos obligados a invitar a Vanessa a una entrevista y ella aceptó de buen grado la invitación.

Una importante reflexión sobre el modelo actual de atención a la salud mental

La medicalización, ya analizada por autores como Ivan Illich, Peter Conrad, Robert Whitaker y Thomas Szasz entre otros, puede generar graves procesos iatrogénicos, como pudimos observar con el informe sobre los efectos secundarios de los medicamentos psiquiátricos realizado por Vanessa. Estos efectos pueden ser extremadamente perturbadores y pueden descartar cualquier posibilidad de una mejora efectiva en términos de salud mental y bienestar para aquellos que se ven obligados o forzados a aceptar la prescripción de fármacos psiquiátricos. Si el RAPS y el CAPS se construyeron para sustituir el modelo manicomial, con el objetivo de desinstitucionalizar la locura y a los locos, y en este sentido posibilitar una vida más digna para quienes padecen algún tipo de sufrimiento psíquico mayor, es válido cuestionar a partir del relato biográfico de Vanessa, hasta qué punto se puede decir que estamos logrando alcanzar tales objetivos y enfrentar la lógica de la medicalización. La narración de Vanessa deja claro que, en su caso, fueron varios años de sufrimiento, precisamente como consecuencia de las prescripciones psicofarmacológicas recibidas. No conoce, en su universo social, a otras personas que hayan conseguido abandonar por completo los medicamentos.

Ejemplos como el de Vanessa, que en cierta medida superan la lógica medicalizadora al subvertir el saber-poder impuesto en la relación psiquiatra-paciente y al comprometerse en la lucha (colectiva) por construcciones más autónomas de las subjetividades, no pueden sino reforzar la importancia de los estudios sobre la desmedicalización en el campo de la salud mental. Al sacar a la luz la voz y, por tanto, la experiencia subjetiva que los pacientes psiquiátricos han tenido a lo largo de su historia con los psicofármacos y con el sistema de salud mental en general, creemos que podemos contribuir a enriquecer el debate en torno a este tema.

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Este texto es el resultado de una entrevista realizada a Vanessa por la Prof. Dra. Sandra Caponi y la estudiante de doctorado Letícia H. Amaral*, ambas miembros del NESFHis – Núcleo de Estudos em Sociologia, Filosofia e História das Ciências da Saúde de la Universidade Federal de Santa Catarina (UFSC).

Letícia Hummel do Amaral es socióloga con un máster en sociología y actualmente está haciendo el doctorado en sociología en la Universidad Federal de Santa Catarina.

Kit de supervivencia para la salud mental, Capítulo 2: ¿Está la psiquiatría basada en la evidencia? (Parte 9)

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Continuando con la iniciativa de Mad In America, estaremos publicando entregas traducidas del libro Mental Health Survivial Kit and Withdrawal From Psychiatric Drugs, del Dr. Peter C. Gotzsche. Las publicaciones se realizaran cada martes.

El uso de píldoras para la depresión en niños se redujo un 41% en Dinamarca

Aquí llega un pequeño atisbo de esperanza en desafío al agujero oscuro de la psiquiatría, que absorbe todo el pensamiento racional como los agujeros negros del cosmos absorben todo lo que se acerca a ellos.

Es posible revertir las tendencias cada vez mayores en el uso de fármacos psiquiátricos si se es tan tenaz como lo fue John Read en relación con la Real Sociedad de Psiquiatría del Reino Unido.

Debido a la preocupación por el riesgo de suicidio, la Junta Nacional de Salud danesa recordó a los médicos de familia en el verano de 2011 que no debían recetar píldoras para la depresión a los niños, lo cual era tarea de los psiquiatras. 168 Al mismo tiempo, empecé a advertir enérgicamente sobre el riesgo de suicidio de las píldoras. Repetí mis advertencias innumerables veces en los años siguientes en la radio y la televisión, y en artículos, libros y conferencias.

Comenzó con una entrevista con el director general de Lundbeck, Ulf Wiinberg, quien, en 2011, afirmó que las píldoras para la depresión protegen a los niños contra el suicidio. La entrevista tuvo lugar mientras el socio estadounidense de Lundbeck, Forest Laboratories, negociaba una indemnización con 54 familias cuyos hijos se habían suicidado o habían intentado suicidarse bajo la influencia de las píldoras para la depresión de Lundbeck. En otro lugar he descrito el comportamiento irresponsable de Lundbeck, también en relación con un artículo que publiqué sobre la entrevista. 4

En Noruega y Suecia no ha habido iniciativas de este tipo. El número de niños en tratamiento aumentó un 40% en Noruega (0-19 años) y un 82% en Suecia (0-17 años) de 2010 a 2016, mientras que disminuyó un 41% en Dinamarca (0-19 años) a pesar de que los profesores de psiquiatría también en Dinamarca siguieron propagando sus falsas afirmaciones de que las pastillas para la depresión protegen a los niños contra el suicidio. 169

El Consejo Nacional de Salud danés había emitido varias advertencias contra el uso de píldoras para la depresión en niños antes de 2011. Por lo tanto, creo que es principalmente debido a mi tenacidad que el uso se redujo en Dinamarca. Digo esto para animar a la gente a luchar por una buena causa. A pesar de las formidables probabilidades, es posible cambiar las cosas en la psiquiatría para mejor. No mucho, pero no debemos abandonar la lucha.

El número necesario para tratar es muy engañoso

Es habitual en los artículos de investigación psiquiátrica mencionar el número de pacientes que hay que tratar (NNT) para beneficiar a uno de ellos. Los psiquiatras mencionan el NNT todo el tiempo como prueba de que sus medicamentos son muy eficaces. Pero el NNT es tan engañoso que deberías ignorar todo lo que leas sobre él.

Técnicamente, el NNT se calcula como la inversa de la diferencia de riesgo (en realidad es una diferencia de beneficio), lo cual es muy sencillo. Si el 30% ha mejorado con el fármaco y el 20% con el placebo, el NNT = 1/(0,3-0,2) = 10. Estos son los principales problemas:

En primer lugar, el NNT se deriva de ensayos gravemente defectuosos, con retirada en frío en el grupo de placebo, cegamiento insuficiente y patrocinio de la industria con publicación selectiva de resultados positivos y tortura de datos.

En segundo lugar, el NNT sólo tiene en cuenta a los pacientes que han mejorado en una cantidad determinada. Si un número similar de pacientes se ha deteriorado, no habría NNT, ya que sería infinito (1 dividido por cero es infinito). Por ejemplo, si un fármaco es totalmente inútil y sólo hace que la condición después del tratamiento sea más variable, de modo que hay más pacientes que mejoran y más pacientes que se deterioran que en el grupo de placebo, el fármaco seguiría pareciendo eficaz según el NNT porque habría más pacientes en el grupo del fármaco que en el grupo del placebo.

En tercer lugar, el NNT abre la puerta a un sesgo adicional. Si el punto de corte elegido para la mejora no produce un resultado que guste al departamento de marketing de la empresa, pueden probar otros puntos de corte hasta que los datos se confiesen. Este tipo de manipulaciones con los datos durante el análisis estadístico, en el que los resultados preestablecidos se cambian después de que los empleados de la empresa hayan visto los datos, son muy comunes. 4,51,101,184

Mi grupo de investigación lo demostró en 2004 comparando los protocolos de los ensayos que habíamos obtenido de los comités de revisión ética con las publicaciones de los ensayos. Dos tercios de los ensayos tenían al menos un resultado primario que se había cambiado, introducido u omitido, mientras que el 86% de los autores de los ensayos negaron la existencia de resultados no comunicados (no sabían, por supuesto, que teníamos acceso a sus protocolos cuando preguntamos). 184 Estas graves manipulaciones no se describieron en ninguna de las 51 publicaciones.

En cuarto lugar, el NNT sólo se refiere al beneficio e ignora por completo que los fármacos tienen daños, que son mucho más seguros que sus posibles beneficios.

En quinto lugar, si los beneficios y los daños se combinan en una medida de preferencia, no es probable que se pueda calcular un NNT porque los medicamentos psiquiátricos producen más daños que beneficios. En este caso, sólo podemos calcular el número necesario para dañar (NNH). Los abandonos durante los ensayos de píldoras para la depresión lo ilustran. Dado que un 12% más de pacientes abandonan el fármaco que el placebo114 , el NNH es 1/0,12, es decir, 8.

Los plateados del Reino Unido no tuvieron en cuenta ninguno de estos defectos cuando afirmaron que las píldoras para la depresión tienen un efecto impresionante sobre la recurrencia, con un NNT de alrededor de tres para prevenir una recurrencia. 182 No es de extrañar que los pacientes quieran volver a tomar el fármaco cuando sus psiquiatras los han arrojado al infierno de la abstinencia aguda al sustituir repentinamente su medicamento por un placebo. Como sólo se necesitan dos pacientes para conseguir uno con síntomas de abstinencia,57 no puede existir un NNT para prevenir la recurrencia, sólo un NNH para dañar, que es dos.

Tampoco puede existir un NNT en otros ensayos de depresión, ya que la diferencia entre el fármaco y el placebo en los ensayos defectuosos es de aproximadamente un 10%,4 o un NNT de 10, que es mucho menor que el NNH. Por ejemplo, el NNH para crear problemas sexuales es inferior a dos para las píldoras contra la depresión.

Se pueden presentar argumentos y ejemplos similares para todos los medicamentos psiquiátricos. Por lo tanto, el NNT en psiquiatría es falso. No existe.

Electroshock

Como este libro trata de los fármacos, no diré mucho sobre el electroshock. 4 Algunos pacientes y psiquiatras dicen que puede tener un efecto espectacular. Esto podría ser cierto, pero el efecto medio es menos impresionante, y si el electroshock fuera eficaz, la gente no necesitaría recibir una larga serie de descargas, como suele ocurrir. Además, el efecto de las descargas no dura más allá del periodo de tratamiento, y el electroshock “funciona” provocando daños cerebrales, lo que da miedo. 4

Una vez me preguntaron en una reunión cuál era mi opinión sobre una mujer que estaba tan deprimida que apenas se podía contactar con ella, pero que pedía un vaso de agua después de un electroshock. Dije que, puesto que se trataba de una anécdota, respondería con una anécdota. Una vez me pidieron que atendiera a un hombre recién ingresado, un alcohólico inconsciente. Como tenía que descartar una meningitis, intenté introducir una aguja en su espalda para puntear el líquido cefalorraquídeo para realizar una microscopía y un cultivo. Me costó mucho entrar y le di varias veces en el hueso. De repente, el borracho exclamó en voz alta “¡Maldita sea, deja de pincharme en la espalda!”

¿Había causado un milagro con mi aguja y curado al tipo? No. En la sanidad pasan cosas raras todo el tiempo. ¿Podría haber despertado a la mujer profundamente deprimida con mi aguja? Quién sabe, pero ¿por qué no?

Los psiquiatras suelen decir que el electroshock puede salvar vidas, pero no hay documentación fiable para esta afirmación, mientras que sabemos que el electroshock puede matar a las personas. 4 Además, puede provocar una pérdida de memoria grave y permanente, algo que los principales psiquiatras niegan ferozmente que pueda ocurrir,4,23 aunque está bien documentado que el electroshock provoca una pérdida de memoria en la mayoría de los pacientes. 4,185-187

Me parece totalmente inaceptable que se pueda imponer el electroshock a los pacientes en contra de su voluntad, porque algunos pacientes morirán, aproximadamente 1 por cada 1000,186 y otros sufrirán daños cerebrales graves e irreversibles. 4,23

  1. No deberías tomar medicamentos psiquiátricos. La única excepción que puedo imaginar es una situación aguda gravemente perturbada en la que puede necesitar descansar.
  2. Si tienes suerte y tienes un buen psiquiatra que entiende la falibilidad de los diagnósticos psiquiátricos y que los fármacos o el electrochoque no son la solución a tu problema, sigue hablando con este médico.
  3. No aceptes el electroshock. No es curativo, y algunos pacientes mueren o sufren daños cerebrales graves y permanentes que reducen su memoria y otras funciones cognitivas.

Si usted, después de haber leído todo lo anterior, cree que la psiquiatría está basada en la evidencia y que los psiquiatras, en general, saben lo que hacen, y que, por lo tanto, quiere consultar a uno que no conoce, le deseo buena suerte. La necesitará.

Psicodélicos – La nueva locura psiquiátrica

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parte inferior de la cara un hombre con una pastilla en la lengua

Publicado originalmente por Mad In Brasil

Los psicodélicos están cada vez más de moda, pero ¿son algo más que una poderosa forma de aceite de serpiente, o algo diferente a una experiencia recreativa? ¿Tienen algún beneficio objetivo para la salud? ¿Podemos estar seguros de que están a salvo? Hay que responder urgentemente a estas preguntas, ya que el número de personas seducidas o persuadidas para consumir estas drogas va en aumento. Aquí llamo la atención sobre algunas de las cuestiones que plantea la actual popularidad de estos medicamentos.

Los psicodélicos originales incluyen la psilocibina, el ingrediente activo de las “setas mágicas” y la dietilamida del ácido lisérgico, conocida popularmente como LSD. Las drogas recreativas MDMA (éxtasis) y ketamina tienen algunos efectos similares a los de los psicodélicos, en el sentido de que el estado de alteración que producen es similar al de un viaje.

Los psicodélicos se recomiendan ahora para tratar una lista creciente de problemas, como la depresión, la ansiedad, la adicción, el trastorno de estrés postraumático, el dolor crónico y la angustia asociada a tener una enfermedad terminal. Los libros sobre ellos se han convertido en bestsellers y varias fundaciones promueven y financian la investigación sobre psicodélicos, presumiblemente con la esperanza de que pronto se autorice su uso médico.

La ketamina, que suele administrarse por vía intravenosa, ya se ofrece en numerosas clínicas privadas de EE.UU., y se han abierto varias en el Reino Unido, incluida al menos una proporcionada por el NHS (aunque el tratamiento tiene que pagarse de forma privada). Esto es posible porque la ketamina está autorizada como anestésico y, por lo tanto, puede reutilizarse para otros usos médicos. La escetamina, un isómero de la ketamina en forma de aerosol nasal, ha sido autorizada para el tratamiento de la depresión resistente al tratamiento en los Estados Unidos, el Reino Unido y Europa.

La lógica de esta tendencia es confusa y contradictoria. Por un lado, los psicodélicos se promueven como ayudas en el proceso de psicoterapia a través de las percepciones que puede generar el “viaje” o la experiencia inducida por estas drogas; por otro lado, las drogas psicodélicas representarían un tratamiento médico específico para diversos trastornos al corregir las deficiencias cerebrales subyacentes.

En una entrevista publicada en Nature, el psicofarmacólogo e investigador psicodélico David Nutt sugiere que los psicodélicos “desconectan partes del cerebro relacionadas con la depresión” y “reinician los procesos de pensamiento del cerebro” a través de sus acciones sobre los receptores corticales 5-HT2A. Otros afirman que aumentan la “conectividad” del cerebro. El sitio web de la Universidad John Hopkins afirma que ofrecen la promesa de “tratamientos farmacológicos de precisión adaptados a las necesidades específicas de cada paciente”. Todas estas afirmaciones son pura especulación.

Algunos promotores se refieren a los psicodélicos como “antibióticos de la mente”, argumentando que el tratamiento psicodélico es “curativo”, ya que sólo requiere una o dos “sesiones de dosis”, en comparación con el tratamiento a largo plazo que requieren los antidepresivos o la psicoterapia. Este es un importante argumento de venta para lo que es una terapia costosa. En realidad, los psicodélicos no producen las curas milagrosas que la gente espera, como confirma la experiencia con la ketamina. Algunas personas pueden sentirse un poco mejor después de un tratamiento, y luego el efecto desaparece y vienen a por otro y otro, y se asientan en el tratamiento a largo plazo, al igual que las personas que toman antidepresivos.

La esketamina, el isómero de la ketamina suministrado en un aerosol nasal, ha sido lanzada por Janssen y está claramente pensada como un tratamiento a largo plazo, con ensayos aleatorios y proclamando sus efectos de “prevención de recaídas” (para una crítica de esta y otras investigaciones sobre la esketamina, véase un blog anterior). El concepto de microdosificación con LSD u otros psicodélicos sigue el mismo principio, promoviendo la idea de que pequeñas dosis de las drogas, tomadas diariamente, mejoran el estado de ánimo, la creatividad y la productividad de las personas. Esta práctica parece ser cada vez más común, ya que una encuesta reciente reveló que el 17% de los encuestados, con una edad media de 33 años, la habían practicado regularmente en algún momento. Una vez desencadenadas, parece que las drogas tienden a un patrón de consumo a largo plazo, con todas las complicaciones físicas y psicológicas que ello conlleva.

Entonces, ¿los efectos de los psicodélicos pueden ser beneficiosos? La experiencia psicodélica o “viaje” se ha defendido durante mucho tiempo como un medio para expandir la conciencia, para ver el mundo de una manera diferente que puede conducir a nuevas percepciones e inspiraciones. La MDMA produce intensas sensaciones de calidez y conexión y la ketamina conduce a un estado de trance. Todas estas drogas pueden hacer que la gente esté “de buen humor” o eufórica, pero a pesar de ello, no todo el mundo disfruta de las sensaciones que inducen, y algunas de ellas, especialmente las que tienen efectos psicodélicos más intensos, pueden producir experiencias que son aterradoras y angustiosas: el “mal viaje”.

Algunas personas pueden aprender cosas importantes sobre sí mismas al experimentar los efectos de las drogas psicodélicas. El autor y psicoterapeuta Gary Greenberg describe la toma de éxtasis en su libro Manufacturing Depression, y cómo la emoción que sintió bajo la influencia de la droga le hizo darse cuenta de la profundidad de sus sentimientos por su novia, de los que no había sido consciente antes.

Sin embargo, el desarrollo personal a través de las drogas no tiene por qué limitarse a los psicodélicos. Un paciente que conocí comentó que los efectos del alcohol le habían enseñado a superar su timidez o ansiedad social, de tal manera que aprendió a socializar sin él (por supuesto, a veces el alcohol utilizado de esta manera puede convertirse en un problema en sí mismo). Otra paciente describió cómo su experiencia de tomar medicamentos estimulantes para la enfermedad de Parkinson (que posteriormente tuvo que dejar) le había enseñado a dejarse llevar y hacer cosas por sí misma en lugar de centrarse en las necesidades de su familia.

Pero estos beneficios no son efectos médicos o sanitarios. Son similares al desarrollo personal que las personas consiguen a través de otro tipo de actividades y experiencias vitales, como cantar, bailar, estar en la naturaleza, hacer deporte y muchas otras cosas. Y aunque el concepto de psicoterapia asistida por drogas reconoce que lo relevante es la forma en que se utilizan los efectos psicoactivos de las drogas para promover un proceso de aprendizaje personal, ¿por qué no emplear otros métodos más seguros y baratos? ¿Por qué no una psicoterapia asistida por la naturaleza (un paseo por el parque), por ejemplo?

Además, como se ha descrito anteriormente, cada vez más el uso de estos fármacos se presenta de otras maneras, como si funcionaran dirigiéndose a procesos cerebrales disfuncionales. Cuando se conceda la licencia médica a los psicodélicos, es probable que se abandone o se minimice la psicoterapia. Al igual que con la ketamina, la tendencia de todos los tratamientos psicodélicos será suministrar la droga de la forma más barata posible, lo que significa una supervisión y terapia mínimas.

Como es habitual, la investigación oficial exagera los efectos beneficiosos reales de los medicamentos. En un pequeño ensayo aleatorio que comparó la psicoterapia asistida con psilocibina con un antidepresivo habitual y psicoterapia, no hubo diferencias en el resultado primario. El ensayo se publicó aún en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine. Los resultados secundarios que encontraron pequeñas diferencias se destacaron sin tener en cuenta los efectos “placebo” de tener una experiencia inducida por una droga reconocible, y los participantes reclutados no eran típicos de los que padecen depresión, consistiendo principalmente en hombres bien educados, casi un tercio de los cuales había probado psicodélicos antes (lo que significa que ciertamente sabían si recibieron la psilocibina activa o el placebo, y probablemente estaban decepcionados si recibieron el placebo).

La mayor parte de la investigación psicodélica no presta atención a cómo los efectos psicoactivos inmediatos de las drogas afectan inevitablemente a los sentimientos y al comportamiento de las personas, de manera que influyen en la clasificación de los síntomas del estado de ánimo y pueden producir la impresión de mejora. En su informe sobre el tratamiento con ketamina, la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) afirma que existen “pruebas convincentes” de que “los efectos antidepresivos de la infusión de ketamina son rápidos y sólidos”. Aunque admite que también son “transitorios”, la APA no explica cómo se pueden distinguir estos supuestos “efectos antidepresivos” de la euforia y otros cambios mentales asociados a la intoxicación aguda por ketamina. Si los efectos de la ketamina son “antidepresivos”, también lo son los de todas las demás drogas que producen euforia a corto plazo, como el alcohol, la cocaína, la heroína, las anfetaminas, etc.

Además de los cambios inducidos farmacológicamente, cualquier droga potente que altere la mente puede tener efectos “placebo”; en otras palabras, la experiencia inducida por la droga hará que la gente espere mejorar, y esta expectativa puede a su vez hacer que mejore, o al menos que piense que lo ha hecho. Para determinar si los efectos psicodélicos se asocian específicamente con percepciones que ayudan a las personas a recuperarse de la depresión u otras afecciones, es necesario comparar los psicodélicos con otras drogas psicoactivas como las anfetaminas, las benzodiacepinas o los opiáceos, por ejemplo. También se pueden obtener efectos similares con otros métodos para inducir estados de trance, como la meditación o el ejercicio extenuante.

La investigación sobre los psicodélicos también deja de lado el profundo efecto placebo que probablemente se produce por las horas de supervisión médica y atención profesional asociadas al tratamiento psicodélico, constituya o no una psicoterapia formal. Algunos de los ensayos con esketamina, por ejemplo, descubrieron que las personas que tomaron el spray de placebo tuvieron una enorme reducción en las puntuaciones de la escala de calificación de la depresión. En estos ensayos, los participantes, que padecían “depresión resistente al tratamiento”, recibieron dos veces por semana el fármaco o el placebo en spray, seguido de hasta 4 horas de observación médica en cada ocasión, es decir, ¡8 horas de atención profesional a la semana! Sabemos que el contacto clínico mejora los resultados de las personas con depresión, y parece que este alto nivel de contacto en los ensayos con esketamina ejerció un poderoso efecto incluso en personas con síntomas graves y persistentes.

La actual moda de los psicodélicos también significa que se están minimizando o pasando por alto los efectos adversos. El “mal viaje” es un fenómeno bien conocido, y puede que no sea tan infrecuente. El psiquiatra Rick Strassman, autor de DMT: the Spirit Molecule (DMT: la molécula del espíritu), describió cómo la mitad de los 60 voluntarios a los que inyectó el potente alucinógeno DMT (N,N-dimetil-triptamina) experimentaron alucinaciones aterradoras y ansiedad, y suspendió su investigación, en parte debido a estos efectos. El periodista científico John Horgan describe meses de depresión y recuerdos después de un “mal viaje”, y también nos recuerda que Albert Hofmann, quien sintetizó por primera vez el LSD, también tenía dudas al respecto, titulando sus memorias de 1981 LSD: My Troubled Child.

Los defensores señalan que el contexto ayuda a determinar la naturaleza de la experiencia inducida por la droga, por lo que proporcionar personal para apoyar a las personas mientras están bajo la influencia de la droga, y para procesar sus pensamientos y sentimientos después, debería evitar malos viajes. Por otro lado, una situación clínica puede ser una experiencia altamente alienante e incluso puede inducir un mal viaje para algunas personas. En cualquier caso, las experiencias psicodélicas son por naturaleza imprevisibles.

Hay algo fascinante en las drogas psicodélicas: el hecho de que ciertas sustancias químicas puedan distorsionar la percepción sensorial y producir vívidas alucinaciones pone en cuestión nuestra experiencia normal del mundo cotidiano. Algunas personas encuentran sus efectos iluminadores, otras no. Esto depende mucho de cómo se interprete la experiencia inducida por la droga. “La forma en que imaginamos estas sustancias como “plantas medicinales”, “drogas” o como “una puerta a lo divino” es tan importante como sus efectos neuroquímicos”, como señala Shariq Khan.

Sin embargo, a veces pueden ser aterradoras o perturbadoras, y no hay pruebas de que produzcan beneficios constantes para el bienestar o la salud mental de las personas. Aunque es poco probable que una o dos dosis de la mayoría de las drogas causen mucho daño, la tendencia es al uso a largo plazo, y es poco probable que el uso repetido de psicodélicos, al igual que otras drogas, sea completamente inofensivo.

Como tantos otros tratamientos médicos, se han popularizado gracias a la potente mezcla de intereses económicos y desesperación. Si el beneficio ocasional de los psicodélicos es promover el desarrollo personal a través de una experiencia inusual, entonces hay muchas rutas más seguras para este objetivo.