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Kit de supervivencia para la salud mental, capítulo 5: Kit de supervivencia para jóvenes psiquiatras en un sistema enfermo (parte 4)

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Ilustración de un cuarto acolchado del hospital psiquiátrico Saint Anne, Paris. creada por Gaildrau, publicada en L'Illustration, Journal Universel, Paris, 1868

Nota del editor: Durante los próximos meses, siguiendo la iniciativa de Mad in America se publicará una versión traducida y por entregas del libro de Peter Gøtzsche, Mental Health Survival Kit and Withdrawal from Psychiatric Drugs. En este blog, explica cómo ha reaccionado la psiquiatría cuando se ha enfrentado a las pruebas y a los relatos de experiencias vividas, y cómo esto ha corrompido el periodismo.

Los periodistas me han dicho que la razón por la que la televisión pública danesa no se atreve a desafiar a la psiquiatría o a Lundbeck hoy en día se debe a dos programas enviados en abril de 2013.

Me entrevistaron para el primer programa, “Dinamarca en píldoras”, en tres partes, donde el cómico y periodista Anders Stjernholm informó a los espectadores sobre la depresión y el TDAH. Esta fue la introducción:32

Entrevista a Judy Singer

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En la imagen hay canguros salvajes en un atardecer australiano.

Judy Singer vive en Australia. Es una socióloga reconocida en muchos países del mundo. Es autora del libro «Neurodiversidad, el nacimiento de una idea» que se consigue en la tienda virtual de Amazon.


¿Trabajas como profesora universitaria?

Hice mi tesis en sociología en 1998, en lo que llamo el surgimiento de un nuevo movimiento social basado en la diversidad neurológica: la neurodiversidad. No doy clases en la universidad ni me quise especializar en una carrera académica. Tuve que trabajar para sostener a mi familia, porque era el único sostén de mi hija cuando terminé mi tesis. Soy la tercera generación de autistas mujeres. Sin embargo, doy muchas charlas sobre lo que yo entiendo por neurodiversidad en el mundo, porque muchas personas hablan en primera persona de este movimiento. Estoy tratando de ver el panorama completo y que el árbol no me tape el bosque. Toda mi vida fui una activista social de muchas causas.

¿Podes describir que fue la experiencia “Asteen”?

Mi hija no tuvo un diagnóstico de autismo hasta que tuvo 10 años. En esa época no había grupos de apoyo mutuo para adolescentes autistas, solo para niños. Entonces se me ocurrió armar un club, donde los adolescentes autistas puedan ir solo a divertirse sin terapeutas ni trabajadores sociales. Lo fundé con otras dos madres. Como estoy en el espectro autista tuve la idea, pero necesitaba hacerlo con otras personas que supieran concretarlo con más habilidades sociales que yo.

Leí tu blogspot “Neurodiversity2.blogspot.com”. ¿Podés explicar qué es “la variante Cordelia del síndrome conocido como autismo”? ¿Qué es un síndrome?

Síndrome es un término médico complejo, un conglomerado de síntomas negativos para describir a las personas. El autismo se considera un síndrome por la variedad de características que se agrupan en el espectro autista. No investigué tanto para decir que Cordelia es el primer personaje autista en la literatura inglesa. No soy experta, pero Mary Bennet de la novela “Orgullo y prejuicio” también resulta un ejemplo del autismo en la literatura. No fui más allá de eso.

Sufrimiento Psíquico

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Prólogo

Escribí este ensayo hace un año, en 2020, como entrega para una asignatura de la Licenciatura en Psicología. Si bien era una tarea escolar, cobró mucha más relevancia para mí pues fue una oportunidad de reflexionar entorno a experiencias personales que he vivido respecto al sufrimiento psíquico y el abordaje que la psiquiatría tiene del mismo. Un año después de haber escrito este texto sigo pensando y planteándome alternativas para acercarme a mi malestar más allá de una mirada reduccionista que me aleje de entender mis síntomas al adjudicarlos a un diagnóstico concreto, pues me niego a creer que la complejidad de las personas pueda simplificarse de la manera en la que la psiquiatría convencional lo hace.

Respecto al sufrimiento psíquico y el abordaje que la psiquiatría tiene: reflexiones a partir de mi experiencia.

A veces leer sobre sufrimiento resulta doloroso cuando nos ha tocado sentirlo en el cuerpo y el alma, cosa de la cual creo que nadie queda exento. Me resulta curioso cómo a pesar de que la conformación del aparato psíquico sea un fenómeno único e irrepetible en cada sujeto debido a que implica un sinfín de factores, sea tan común encontrarse en las letras de autores de otros países, con otras historias e incluso de otros tiempos, y fue justamente eso lo que me sucedió en el octavo trimestre de mi carrera, lo cual me llevó a escribir este ensayo.

Considero que este hecho de reflejarnos en el dolor del otro, en la música que escuchamos, las películas que vemos o los libros que leemos, probablemente se deba a que el sufrimiento es algo inherente al ser humano, y me cuestiono entonces, si es algo natural, ¿por qué se le ha cargado una connotación tan negativa? A menudo pareciera que se ve el sufrimiento como un tumor que debe ser extirpado lo antes posible, pues debemos aspirar a un bienestar integral. A un estado anímico que nos deje relacionarnos con nuestra persona y con las personas que nos rodean de una manera sana, lo que sea que eso signifique.

Kit de supervivencia para la salud mental, capítulo 5: Kit de supervivencia para jóvenes psiquiatras en un sistema enfermo (parte 3)

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Ilustración de un cuarto acolchado del hospital psiquiátrico Saint Anne, Paris. creada por Gaildrau, publicada en L'Illustration, Journal Universel, Paris, 1868

Nota del editor: Durante los próximos meses, siguiendo la iniciativa de Mad in America se publicará una versión por entregas, y traducida, del libro de Peter Gøtzsche, Mental Health Survival Kit and Withdrawal from Psychiatric Drugs. En este blog, explica cómo los periódicos y los festivales de cine censuran el trabajo de los periodistas y cineastas para apaciguar a la industria farmacéutica. Cada martes se publica una nueva sección del libro.

Censura en las revistas médicas y en los medios de comunicación

Es muy difícil conseguir que se publique algo en una revista psiquiátrica que el gremio psiquiátrico perciba como una amenaza para sus ideas erróneas. Los editores de las revistas suelen estar en nómina de la industria farmacéutica y los propietarios de las revistas suelen tener relaciones demasiado estrechas con la industria farmacéutica, que puede amenazar con retirar su apoyo si las revistas no fomentan sus esfuerzos de marketing.

Cuando en 2004 el BMJ dedicó un número entero a los conflictos de intereses y tuvo una portada en la que aparecían médicos vestidos de cerdos atiborrándose en un banquete con vendedores de medicamentos como lagartos, la industria farmacéutica amenazó con retirar la publicidad, y Annals of Internal Medicine perdió unos ingresos publicitarios estimados en 1-1,5 millones de dólares tras publicar un estudio crítico con los anuncios de la industria.2

Cuando Robert Whitaker dio una charla en el simposio inaugural de mi nuevo Instituto para la Libertad Científica en 2019, “Censura científica en psiquiatría”, presentó dos temas de gran importancia para la salud pública: “¿Los antidepresivos empeoran los resultados a largo plazo?” y “¿Qué sabemos sobre la disfunción sexual posterior a los ISRS?”.22 Whitaker señaló que ninguno de los 13 y 14 estudios fundamentales, respectivamente, sobre estos temas había sido publicado en las cinco principales revistas de psiquiatría. Estas cinco revistas ni siquiera parecen haber discutido los temas.

Al profesor de psiquiatría Giovanni Fava le pareció tan desesperante publicar resultados que no gustaban a sus compañeros que fundó su propia revista, Psicoterapia y Psicosomática.

La censura en los medios de comunicación convencionales es enorme. Cuando mi primer libro de psiquiatría salió en sueco, me invitaron a dar una conferencia en Estocolmo y me entrevistaron periodistas de dos grandes periódicos. Estaban muy interesados, pero como no se publicó nada, pregunté por qué. Inger Atterstam, del Svenska Dagbladet, no respondió a mis repetidos correos electrónicos, mientras que Amina Manzoor, del Dagens Nyheter, contestó que su editor pensaba que sería demasiado peligroso explicar a los ciudadanos suecos que las pastillas para la depresión son peligrosas, ¡ya que pueden provocar el suicidio! Afortunadamente, hubo una grieta en la interminable censura sueca, ya que un tercer periódico nacional, Aftonbladet, me permitió publicar un artículo que llenaba toda la última página.

Cuando en 2014 21,23se publicó en español mi libro sobre la industria del crimen organizado, que algunos llaman industria de la droga, aunque comete más delitos graves que cualquier otra industria, fui entrevistado por un periodista del periódico número uno de Barcelona, La Vanguardia. La entrevista estaba prevista para llenar la contraportada, que los lectores encuentran más atractiva que la portada, pero nunca se publicó, aunque el periodista estaba muy entusiasmado con ella. Más tarde me enteré de que existían relaciones financieras poco saludables entre el periódico y la industria farmacéutica.

También es muy difícil conseguir que los documentales críticos aparezcan en la televisión nacional y, si lo consigues, puedes estar completamente seguro de que se han eliminado las mejores partes, “para no molestar a nadie ni recibir demasiadas quejas de los psiquiatras, la industria farmacéutica o el ministro”. Sé que esto es así porque he aparecido en muchos documentales y he hablado con muchos cineastas frustrados sobre este tipo de censura. Incluso después de que los cineastas hayan matado a todos sus queridos para que lo que quede parezca el episodio 27 de una inofensiva telenovela británica, habrá una voz en off que le diga al público que “muchas personas están siendo ayudadas por los medicamentos psiquiátricos”. ¿De verdad?

También puede ser difícil publicar libros de gran relevancia, como ilustra la siguiente historia.

Silje Marie Strandberg es una chica noruega que sufrió acoso escolar desde los 12 años y fue ingresada en un psiquiátrico a los 16 años.24 No tenía una idea clara de sí misma, pero los psiquiatras le diagnosticaron una depresión moderada y le dieron Prozac (fluoxetina).

Doblaron la dosis después de tres semanas. Silje empezó a cortarse en el estómago y en los brazos. Se volvió agresiva, escuchó una voz interior y tuvo pensamientos suicidas. Le recetaron Truxal (clorprotixeno), un neuroléptico, y sólo tres días después vio a un hombre con una túnica negra y capucha que le dijo que estaba a punto de morir y le ordenó que se ahogara en un río. Ella luchaba y lloraba cuando él le hablaba; decía que no quería morir, pero él estaba allí todo el tiempo, diciéndole que no merecía vivir. Se metió en el río mientras lloraba que no lo haría. Volvió a subir.

Nunca había tenido esos síntomas hasta que tomó las drogas, ni tampoco después de dejarlas.

La psiquiatría le robó a Silje 10 años de su vida en los que fue empeorando, con graves autolesiones y muchos intentos de suicidio. Le pusieron cinturones 195 veces, le diagnosticaron trastorno esquizoafectivo, la recluyeron y le dieron electroshocks.

Después de siete años en la psiquiatría, conoció a un cuidador que vio a la niña detrás del diagnóstico y se ocupó de ella. Este esfuerzo humano es la razón por la que Silje está hoy sana.

En 2016, Silje y un cineasta vinieron a Copenhague para filmarme para un documental sobre su vida. Silje tenía un acuerdo con un editor de libros sobre lo que ella percibía como uno de los éxitos de la psiquiatría. Quería hacerme algunas preguntas, entre ellas si la depresión se debe a un desequilibrio químico y en qué consistía la teoría de la serotonina.

Le dije a Silje que su curso era cualquier cosa menos una historia de éxito y que había sido gravemente perjudicada por la psiquiatría. Ella aceptó mis explicaciones, pero cuando su “carrera” psiquiátrica dejó de ser un éxito para convertirse en un escándalo, ¡la editorial no quiso publicar su libro! El editor no quería que contara que los medicamentos que le habían recetado eran la razón por la que había enfermado tanto durante su estancia en el hospital psiquiátrico.

Silje fue medicada por 95 médicos diferentes. Recibió 21 fármacos psiquiátricos diferentes: cinco pastillas para la depresión, nueve neurolépticos, litio, dos antiepilépticos y cuatro sedantes/hipnóticos. Esto no es medicina basada en la evidencia:

Tabla en la que se enlistan diversos medicamentos, en la primer columna aparecen los nombres comerciales, en la segunda el nombre genérico y en la tercer columna su función.

El documental es muy bueno, informativo y profundamente conmovedor.24 Se puede ver gratis. Su título es “La píldora de la felicidad: Sobrevivió a 10 años de ‘tortura’ en la psiquiatría”. Silje y el cuidador que la salvó de las garras de la psiquiatría viajan por todo el mundo y dan conferencias en relación con la proyección de la película.

Aquí hay otro relato de censura, que involucró al fabricante danés de medicamentos Lundbeck, vendedor de varias píldoras para la depresión y neurolépticos.25

El festival de cine documental de Copenhague, CPH:DOC, el más grande del mundo, mostró en 2017 una película noruega muy conmovedora, “Causa de la muerte: desconocida”.26 Se trata de una forma alternativa de disfrazar los asesinatos en psiquiatría con neurolépticos, la otra es la “muerte natural”.

La película se estrenó mundialmente en Copenhague. Trata de la hermana del cineasta, que murió muy joven después de que su psiquiatra le diera una sobredosis de olanzapina (Zyprexa), que la convirtió en un zombi, como muestra claramente la película. Su psiquiatra era tan ignorante que ni siquiera sabía que la olanzapina puede causar la muerte súbita. Aparecí en la película y la directora, Anniken Hoel, pidió a los organizadores que me pusieran en el panel de debate. Mi nombre era el único que aparecía en el anuncio: “¿Medicina o manipulación? Película y debate sobre la industria de los medicamentos psiquiátricos con Peter Gøtzsche”.

Siete días antes de que se proyectara la película, me echaron del panel con el pretexto de que los organizadores no podían encontrar un psiquiatra dispuesto a debatir conmigo. Resultó que la Fundación Lundbeck había concedido una importante subvención al festival. Parece un fondo independiente, pero no lo es. Su objetivo es apoyar las actividades comerciales de Lundbeck. CPH:DOC nunca se puso en contacto conmigo al respecto, a pesar de que podría haber nombrado a varios psiquiatras dispuestos a debatir conmigo.

El panel incluía a Nikolai Brun, jefe de personal, recién contratado por la Agencia Danesa del Medicamento tras una larga carrera en la industria farmacéutica, y al psiquiatra Maj Vinberg, que tenía conflictos de intereses financieros en relación con… sí, por supuesto: Lundbeck (y AstraZeneca). Es muy positiva respecto a los fármacos psiquiátricos y ha publicado auténticas tonterías sobre que la depresión es hereditaria y observable en los escáneres cerebrales.

A principios de ese año, yo había respondido a las declaraciones que había hecho en una revista de usar y tirar financiada por la industria danesa, en las que había calificado el meta-análisis más exhaustivo sobre las píldoras para la depresión que se había hecho hasta la fecha 27como “una campaña de desprestigio contra los fármacos antidepresivos… discusiones populistas dudosas… gimnasia de sillón… realizada por un grupo de médicos, estadísticos y estudiantes de medicina sin conocimientos especiales sobre psiquiatría y, por tanto, sobre los trastornos depresivos” (lo cual no era cierto). Este meta-análisis nos dijo que las pastillas para la depresión no funcionan y son perjudiciales.

Respondí a los desvaríos de Vinberg en la misma revista 28explicando que había publicado el artículo “La reunión fue patrocinada por mercaderes de la muerte”29, entre los que se encontraba AstraZeneca, uno de los benefactores de Vinberg.

El debate del panel fue una farsa total. Después de 25 aburridos minutos, exceptuando las intervenciones del cineasta, sólo quedaban cinco minutos. Un antiguo paciente interrumpió a Brun, que había hablado sin parar, gritando: “¡Preguntas!” Muchas personas del público habían perdido a sus seres queridos, asesinados por las drogas psiquiátricas, y se habían enfadado cada vez más porque los panelistas sólo discutían entre ellos y no querían involucrar al público. Sólo hubo tiempo para tres preguntas.

Una mujer preguntó por qué no se habían retirado del mercado los neurolépticos, que mataban a la gente. Brun respondió que no era un experto en fármacos psiquiátricos y luego se embarcó en otra charla interminable, sobre los fármacos contra el cáncer.

Grité: “¡Preguntas del público!” Un joven dijo que había intentado dejar las pastillas para la depresión varias veces sin éxito y sin ninguna ayuda de los médicos. Más tarde, Anders le ayudó a retirarse.

La última pregunta la formuló la cineasta danesa Anahi Testa Pedersen, que había hecho una película sobre mí y sus propias experiencias como paciente psiquiátrica, que se estrenó mundialmente en el mismo cine siete meses después.30 Anahi preguntó por qué me habían retirado del panel, ya que podría haber hecho una buena contribución. Un portavoz del festival respondió que habían preguntado a “mucha gente”, pero que nadie quería debatir conmigo. Anahí interrumpió y nombró a un psiquiatra al que le hubiera gustado venir. El portavoz no contestó, pero dijo que, como la película era crítica, no me necesitaban a mí; necesitaban a alguien que debatiera los mensajes de la película.

En medio de estas interminables excusas, alguien del público gritó: “¡No hay debate!” El portavoz respondió que me invitarían al “debate de mañana”, lo que no acepté porque me habían echado del estreno mundial de la película.

Segundos antes de que se agotara el tiempo asignado, me levanté y grité (porque dudaba que me dieran el micrófono): “En realidad estoy aquí. Debato con psiquiatras de todo el mundo, pero no se me permite hacerlo en mi ciudad”. Hubo risas y aplausos, pero el público estaba enfadado. Era profundamente insultante para ellos que se proyectara una película sobre una joven muerta por una sobredosis de Zyprexa sin permitir que ninguno de los que habían perdido a un familiar de la misma manera dijera nada. Fue un despido brutal y una postración total para Lundbeck.

Anahí escribió sobre el asunto en una revista periodística.31 Señaló que, antes de mi destitución, los organizadores habían anunciado que se centraría la atención en el consumo excesivo de medicamentos psiquiátricos y en si los fármacos eran el mejor tratamiento de los trastornos psiquiátricos. Después de mi destitución, la atención se centró en las relaciones entre los médicos, los pacientes y la industria, lo que no podía ser una razón para destituirme, ya que este era el tema de mi premiado libro de 2013 que ha aparecido en 16 idiomas.21

CPH:DOX escribe en su página web: “Tenemos muchos años de experiencia en acuerdos de patrocinio que se adaptan tanto a las empresas individuales como al festival. Todas las colaboraciones se crean en estrecho diálogo con estas empresas individuales y se basan en visiones, retos y oportunidades comunes.”31

En respuesta al artículo de Anahí, Vinberg escribió que era una pena que un debate, que se suponía que iba a tratar sobre la mejora del tratamiento futuro de las personas que sufren un trastorno mental grave en forma de esquizofrenia, terminara en un debate más bien indiferente sobre individuos (yo).31 Su afirmación no concuerda con sus respuestas evasivas durante el debate del panel.

Otro caso de censura fue el de la televisión pública danesa. El documentalista independiente Janus Bang y su equipo me habían seguido por todo el mundo durante cuatro años, ya que querían que tuviera un papel central en sus documentales sobre lo horrible y mortal que es la psiquiatría. Janus se encontró con un obstáculo tan grande que tuvo que comprometerse mucho para sacar algo en televisión. Consiguió sacar tres programas interesantes en 2019, “El dilema de la psiquiatría”, pero el debate público que tanto deseaba para que se introdujeran grandes reformas estuvo totalmente ausente. Hubo vergonzosas y totalmente falsas locuciones de boquilla a favor de Lundbeck y los psiquiatras (la exportación de medicamentos es nuestra mayor fuente de ingresos). ¿Y yo? No se me permitió aparecer en absoluto.

Trabajos Forzados

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paper chain gang chackeled together ready for forced labor concept for slavery or slave work convict prisoners in jail doing time

Nota por parte de editores: este testimonio se publicó originalmente en www.dis-capacidad.com, motivo por el cual se ha decidido mantener tanto el estilo como el formato original.

Hola, me llamo Moysés, soy neurodivergente, alcohólico y drogadicto. Tengo 41 años, hace apenas 2 años me diagnosticaron con Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad y Estrés Post Traumático severo, hace 3 comencé a tener problemas por el abuso de sustancias.
Ahora me encuentro bien o al menos haciendo de nuevo una vida productiva y satisfactoria para mí.


Durante el tiempo invertido en mi recuperación he hecho de todo, la he pasado mal y la he pasado muy bien y a eso voy con estas palabras: a pasarla muy bien escribiendo. Tenía 12 años cuando comenzó a gustarme tomar fotografías, tomé las primeras fotos que me
gustaron y a otras personas también.


Fue en un viaje de graduación de la secundaria en que nos llevaron a conocer las ruinas de
Palenque cuando tomé mis primeras fotos, un motón de chamacos disfrutando de no estar en
casa, ver la tele en el bus y brincar sobre las camas.
Puse toda mi atención a la fotografía por muchos años más, hice algunas otras cosas, pero la foto
siempre ha sido mi más grande pasión.


Me dediqué a trabajar como fotoperiodista 20 años, fue muy satisfactorio, bonito e intenso hasta que ya era demasiado, me estaba acercando a los 40 y me vi no tan realizado en mi vida, aunque si satisfecho hasta entonces.


Vino una muy importante decepción amorosa y ¡PUM! La gota que derramó el vaso. ¡Recórcholis! dije cuando me vi abandonado de mí mismo con una adicción a una sustancia que nunca creí que me fuera a controlar así.

Kit de supervivencia para la salud mental, capítulo 5: Kit de supervivencia para jóvenes psiquiatras en un sistema enfermo (parte 2)

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Ilustración de un cuarto acolchado del hospital psiquiátrico Saint Anne, Paris. creada por Gaildrau, publicada en L'Illustration, Journal Universel, Paris, 1868

Nota del editor: Durante los próximos meses, siguiendo la iniciativa de Mad in America se aublicará una versión por entregas y traducida del libro de Peter Gøtzsche, Mental Health Survival Kit and Withdrawal from Psychiatric Drugs. En este blog, explora la traición institucional de la psiquiatría, especialmente en lo que respecta a los suicidios relacionados con las pastillas para la depresión.

Un debate en la reunión anual de jóvenes psiquiatras suecos

En noviembre de 2016, di una conferencia en Estocolmo y me reuní con Joakim Börjesson, un psiquiatra en formación que quería investigar conmigo. Quedó muy impresionado durante sus estudios de medicina cuando un psiquiatra les dijo a los estudiantes que los psiquiatras sabían tanto sobre el cerebro y los medicamentos que podían utilizar fármacos específicamente dirigidos a actuar sobre el origen biológico de un trastorno, el llamado desequilibrio químico. Le pareció tan fascinante que decidió hacerse psiquiatra.

Más tarde, cuando Joakim trabajaba en el departamento de este psiquiatra, le pidieron que elaborara informes falsos que reportaran beneficios sociales a los compatriotas de este psiquiatra (él no era de Suecia). Joakim se vio en un aprieto, ya que este psiquiatra era quien debía aprobar su estancia en el departamento como parte de su formación, pero encontró una forma de evitar el fraude social.

Después de haber leído los libros de Robert Whitaker y los míos, Joakim se dio cuenta de que le habían engañado totalmente y se planteó dejar la psiquiatría. Finalmente, no lo hizo y vino a verme durante tres meses a Copenhague, donde trabajamos en una revisión sistemática del efecto del litio sobre el suicidio y la mortalidad total.8

En enero de 2018, Joakim organizó una sesión en Gotemburgo durante la conferencia anual para 150 psiquiatras suecos en formación en la que debatí con el farmacólogo clínico y profesor Elias Eriksson.

Nuestras charlas fueron: “Los ISRS tienen un buen efecto y leves efectos secundarios” y “Por qué los ISRS y otros antidepresivos similares no deben utilizarse para la depresión”, en ese orden. Joakim había invertido mucha diplomacia para que esto se arreglara, tanto internamente como en el trato con Eriksson, que tiene fama de atacar brutalmente a sus oponentes.

Había otras cuestiones. Durante la discusión, mencioné que Eriksson había firmado un acuerdo secreto con Lundbeck (una empresa que vende tres ISRS diferentes) en contra de las normas de su universidad, lo que significaba que Lundbeck podía impedir la publicación de su investigación si no le gustaban los resultados.9,10

Lo dije porque Eriksson se “olvida” habitualmente de declarar sus conflictos de intereses, 10pero el presidente me detuvo inmediatamente. Más tarde, el Defensor del Pueblo criticó a la universidad por encubrir el asunto.11 Eriksson declaró que no podía entregar la correspondencia con Lundbeck a un periodista porque había tenido lugar en un servidor de Lundbeck, un acuerdo muy inusual, por decir lo menos, y mintió sobre lo que había sido la solicitud de libertad de información.9,10

Las reglas del debate incluían que cada uno de nosotros debía elegir cinco artículos, que serían los únicos que podríamos discutir. Eriksson rompió las reglas al preguntarme de repente por detalles minúsculos de un meta-análisis que había publicado y que demostraba que la psicoterapia reduce a la mitad los intentos de suicidio.12 Afortunadamente, recordé los detalles y respondí. Eriksson no sólo rompió las reglas, sino que el meta-análisis era totalmente irrelevante para el debate, que era sobre los ISRS. Obviamente, Eriksson utilizó trucos sucios en sus intentos de convencer a la audiencia de que no se podía confiar en mí. Joakim me escribió tres semanas antes de la reunión que,

“Elias Eriksson tenía tu libro sobre psiquiatría en su lista de artículos. Cuando hablé con Elias Eriksson por teléfono y le pregunté por qué lo había puesto ahí (le dije que no era posible que hubiera encontrado ninguna prueba del beneficio de los ISRS en tu libro) me dijo que tenía la intención de ‘revelar que Peter Gøtzsche es un charlatán’ durante su conferencia. Luego discutimos esto durante una hora y traté infructuosamente de convencerlo de que se adhiriera a las reglas del debate, sin éxito.”

Eriksson afirmó en su resumen para la reunión que no había motivos para creer que ninguno de los efectos secundarios de las píldoras fuera irreversible y también que no eran adictivas. Opinó que las críticas a las píldoras estaban “ideológicamente fundadas” y que su uso, según los críticos, era el resultado de una conspiración mundial que incluía a psiquiatras, investigadores, autoridades y empresas farmacéuticas. Cinco meses antes, cuando debatí con Eriksson en la radio sueca, dijo que las píldoras ayudaban mucho y podían evitar el suicidio en muchos casos.15

Después de la reunión, un psiquiatra me escribió que no se puede convencer a las personas religiosas de que no hay pruebas de la existencia de Dios, pero sí se puede hacer que pierdan la confianza en su sacerdote si se pueden mostrar pruebas de que ha utilizado las donaciones a la iglesia para comprar cocaína en un bar gay. Además, escribió: “Elias Eriksson es un simple lobista que ha hecho una fortuna jugando a juegos políticos en lugar de hacer una investigación honesta y él mismo lo sabe. Por eso puede mentir sobre cosas que sabe muy bien que son falsas, como que hay buenas pruebas de que los antidepresivos funcionan”.

También me dijeron que muchos de los psiquiatras no habían entendido mis explicaciones sobre las pastillas para la depresión que causan el suicidio. Esto ilustra la disonancia cognitiva generalizada entre los psiquiatras. Cuando presento las mismas diapositivas para un público lego, siempre las entienden. Los psiquiatras NO QUIEREN entender lo que les digo, ya que es demasiado doloroso para ellos.

En 2013, cuando Robert Whitaker fue invitado a hablar en una reunión en Malmö que los psiquiatras infantiles habían organizado, otros psiquiatras intervinieron y obtuvieron el control de la reunión. Dijeron que Whitaker solo debía hablar de la teoría de la supersensibilidad a la dopamina y no presentar ningún dato sobre los resultados a largo plazo.

A pesar de que esto era claramente un montaje, Whitaker le siguió la corriente. Cuando llegó, le dijeron que Eriksson sería su “oponente”, y se dedicó a denunciar a Whitaker de forma increíblemente deshonesta. En palabras del propio Whitaker: “Todo fue un montaje repugnante que destaca por su completa deshonestidad, de principio a fin”. Eriksson declaró que consideraba a Whitaker un “charlatán que tortura a los pacientes”.

Había planeado venir, pero Eriksson había declarado que no participaría si yo me presentaba.

Es curioso cómo los apologistas de la psiquiatría llaman constantemente a sus oponentes charlatanes o cosas peores y utilizan argumentos de paja todo el tiempo. Ninguno de nosotros ha postulado nunca nada sobre una “conspiración” ni ha utilizado esta palabra, pero al hacerlo, los apologistas se asocian con un pasado reciente deplorable. La propaganda nazi hablaba constantemente de una inexistente conspiración judía mundial.

Las Juntas Nacionales de Salud no responden a los suicidios de niños

En 2018-19, alerté a las Juntas de Salud de los países nórdicos, Nueva Zelanda, Australia y el Reino Unido sobre el hecho de que dos simples intervenciones, el recordatorio de la Junta de Salud danesa a los médicos de familia y mis constantes advertencias en la radio y la televisión, y en artículos, libros y conferencias, habían hecho que el uso de píldoras para la depresión a los niños se redujera casi a la mitad en Dinamarca, de 2010 a 2016, mientras que aumentó en otros países nórdicos.14

Señalé que se trataba de un asunto grave porque las píldoras para la depresión duplican el riesgo de suicidio en comparación con el placebo en los ensayos aleatorios y porque destacados profesores de psiquiatría siguen desinformando a la gente diciéndoles que las píldoras protegen a los niños contra el suicidio. Por ello, insté a las juntas directivas a actuar: “La consecuencia de la negación colectiva y profesional es que tanto los niños como los adultos se suicidan a causa de las píldoras que toman en la falsa creencia de que les ayudarán”.

No obtuve respuesta alguna, o bien respuestas tardías o sin sentido que me parecieron patrañas, lo que el filósofo Harry Frankfurt considera poco menos que mentira.15 Al cabo de cinco meses, el Ministerio de Asuntos Sociales y Sanidad finlandés respondió con la típica palabrería que utilizan los funcionarios cuando alaban un sistema que claramente no funciona, pero se niegan a reconocerlo y a tomar medidas: “El aumento de los pensamientos suicidas se ha relacionado con los ISRS en algunos estudios”. Esto es terriblemente engañoso. Cuando se toman todos los estudios en conjunto, está claro que las píldoras para la depresión aumentan todo, los pensamientos suicidas, el comportamiento, los intentos y los suicidios, incluso en los adultos (véase el capítulo 2).

Después de seis meses, la Agencia Sueca de Medicamentos respondió. Se trataba de procesos, y me dijeron que la agencia había emitido recomendaciones de tratamiento en 2016. Las busqué.16 En el apartado de efectos secundarios, no había absolutamente nada sobre la suicidalidad. Ni una sola palabra. Más abajo en el documento, se mencionaba que las píldoras para la depresión aumentan ligeramente el riesgo de suicidio, pero también se nos decía que “no aumentan el riesgo de suicidio, y hay algunas pruebas de que el riesgo disminuye.”

Esta información contrasta con el texto del prospecto sueco de la fluoxetina, en el que se menciona que “también se informó de comportamientos relacionados con el suicidio (intento de suicidio y pensamientos suicidas), hostilidad, manía y sangrado nasal como efectos secundarios comunes en los niños.” Algunos de los supuestos expertos a los que recurrió la agencia, por ejemplo Håkan Jarbin, tenían vínculos financieros con fabricantes de pastillas para la depresión, pero nada de esto se declaró en el informe.

Al cabo de seis meses, en junio de 2019, la Dirección de Salud de Islandia me contestó que había pedido un dictamen pericial, pero no volví a saber nada de ellos.

En 2020, volví a escribir a las juntas, esta vez adjuntando mi documento sobre su inacción.14 La Dirección de Salud de Islandia me respondió que había pedido a los psiquiatras encargados de la psiquiatría infantil y adolescente que dieran su opinión nueve meses antes, pero que no habían respondido a pesar de que se lo había recordado, y que habían dicho unos días antes que simplemente no tenían tiempo.

Yo respondí: “Deberían avergonzarse. Los niños se matan por culpa de las pastillas y ellos no tienen tiempo de preocuparse por ello. ¿Qué clase de personas son? ¿Por qué se hicieron psiquiatras? Qué tragedia para los niños a los que se supone que deben ayudar”.

Informé de ello a Whitaker, quien me respondió que siempre había dicho que la inacción de la profesión médica respecto a la prescripción de fármacos psiquiátricos a niños y adolescentes es una forma de abuso y negligencia infantil, y una traición institucional.

No recibí ninguna respuesta de Australia ni del Reino Unido. Una carta sin fecha del Ministerio de Salud de Nueva Zelanda decía que el regulador de medicamentos no había aprobado el uso de la fluoxetina para menores de 18 años. Sin embargo, la falta de aprobación de las píldoras para la depresión en niños no es un obstáculo para su uso, que aumentó un 78% entre 2008 y 2016, 17y un informe de UNICEF de 2017 mostró que Nueva Zelanda tiene la tasa de suicidio más alta del mundo entre los adolescentes de entre 15 y 19 años, dos veces más que en Suecia y cuatro veces más que en Dinamarca.18

Cuando visité a John Crawshaw, Director de Salud Mental, Psiquiatra Jefe y Asesor Jefe del Ministro de Salud, en febrero de 2018, le pedí que hiciera ilegal el uso de estos medicamentos en los niños para prevenir algunos de los muchos suicidios. Me respondió que algunos niños estaban tan gravemente deprimidos que había que probar las pastillas para la depresión. Cuando le pregunté cuál era el argumento para llevar a algunos de los niños más deprimidos al suicidio con pastillas que no funcionaban para su depresión, Crawshaw se incomodó y la reunión terminó poco después.

Los llamados expertos en prevención del suicidio parecen estar muy sesgados hacia el uso de drogas y en la forma en que eligen los estudios que deciden citar a pesar de llamar a su revisión sistemática.19 Las estrategias de prevención del suicidio parecen incorporar siempre el uso de píldoras para la depresión,19 a pesar de que aumentan los suicidios. Este fue también el caso de un programa de prevención del suicidio para veteranos de guerra estadounidenses.20

El título de uno de los capítulos de mi libro sobre el crimen organizado en la industria farmacéutica es “Empujando a los niños al suicidio con píldoras de la felicidad”.21 ¿Puede ser peor que esto en la sanidad, decir a los niños y a sus padres que las píldoras son útiles cuando no funcionan y llevan a algunos niños al suicidio?

Kit de supervivencia para la salud mental, capítulo 5: Kit de supervivencia para jóvenes psiquiatras en un sistema enfermo (parte 1)

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Ilustración de un cuarto acolchado del hospital psiquiátrico Saint Anne, Paris. creada por Gaildrau, publicada en L'Illustration, Journal Universel, Paris, 1868

Mental Health Survival Kit and Withdrawal from Psychiatric Drugs. En este blog, comienza un debate sobre cómo los jóvenes psiquiatras pueden enfrentarse al sistema. Cada martes se publica una nueva sección del libro, y todos los capítulos se archivan .

Escribí este libro para los pacientes y sus familiares, para ayudarles a evitar que queden atrapados por la psiquiatría y que se vean abrumados por los fármacos psiquiátricos, desperdiciando así años de sus vidas o, en el peor de los casos, muriendo. Pero qué pasa con la psiquiatría como especialidad médica; ¿puede salvarse de sí misma?

No se puede. Muchos libros, incluyendo éste, han documentado que los líderes psiquiátricos han renunciado al pensamiento racional por los beneficios que adquieren ellos mismos al apoyar un sistema totalmente enfermo. La única esperanza que tenemos es que la gente proteste tan enérgicamente que se convierta en una revolución imparable.

Dado el adoctrinamiento generalizado, es poco probable que esto ocurra. Siempre habrá demasiados pacientes que piensen que los fármacos psiquiátricos han sido buenos para ellos y que se pondrán del lado del gremio psiquiátrico, y esta fuerza, unida a la obscena riqueza y poder que la industria farmacéutica ha acumulado vendiéndonos píldoras inútiles, es tan grande que nuestros políticos, aunque se hayan dado cuenta de lo malo que es todo esto, no se atreven a actuar en consecuencia. El sistema está bloqueado, como si se hubiera metido en una camisa de fuerza.

También es muy conveniente para los políticos que exista una profesión que se ocupe de los elementos más perturbadores de nuestras sociedades y que ejerza sobre ellos un férreo control social, mucho más férreo de lo que permite el sistema penal, a veces con condenas indefinidas, en un sistema cerrado donde no se oyen los gritos de las víctimas, como en el sistema del Gulag soviético o en los campos de concentración nazis, donde las muertes causadas por quienes ostentaban el poder se llamaban muertes naturales, y donde el sistema de apelación era una farsa total. ¿Cuál es la diferencia con la psiquiatría, que también llama a sus asesinatos “muertes naturales”, donde el sistema de apelación es una farsa total, donde se viola sistemáticamente la ley y donde los investigadores independientes acaban siendo despedidos tras un juicio espectáculo si intentan averiguar por qué murió la gente?

Pero tenemos otra fuente de esperanza además de la gente: los jóvenes psiquiatras en formación cuyos cerebros aún no se han quedado bloqueados en todas las falsas creencias. Algunos de ellos estaban tan desesperados que se pusieron en contacto conmigo, aunque no los conocía de antemano, para hablar de sus intensas frustraciones sobre un sistema que tan claramente empeora las cosas para sus pacientes.

Uno de ellos, el médico jefe Klaus Munkholm, de 46 años, del departamento de psiquiatría de mi propio hospital, se había dado cuenta, tras leer los libros de Robert Whitaker y los míos, de que lo que había creído durante tantos años era sencillamente un error. Me escribió en julio de 2017 y me explicó que le preocupaba que la psiquiatría biológica no hubiera servido para entender el trastorno bipolar, que era su principal interés de investigación. Tenía las mismas preocupaciones sobre otros trastornos psiquiátricos y quería hacer una investigación significativa.

Cuando la homosexualidad era una “enfermedad”: Mi historia de abusos

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En septiembre de 1962, la Academia Phillips Exeter de New Hampshire nos obligó a mi compañero de habitación, Geoffrey, y a mí a someternos a dos años de tratamiento psiquiátrico para curarnos de nuestra homosexualidad.  Éramos apenas unos niños de 16 años y nos enfrentábamos al hercúleo reto de convertirnos en heterosexuales mientras vivíamos en un colegio sólo de chicos sin siquiera ver a una chica.  Nuestra primera experiencia sexual fue tratada como si fuera un crimen y un pecado, además de una enfermedad mental.  La Academia no les dijo a mis padres por qué tenía que someterse a un tratamiento psiquiátrico, y ellos no preguntaron.

Cada semana mi psiquiatra masculino me bombardeaba con amenazas como estas:

“Si la gente sabe que eres homosexual, nunca tendrás amigos y nunca tendrás trabajo”.

“Todos los homosexuales acaban siendo vagabundos en el Bowery”.

“Eres homosexual porque te identificaste con las mujeres de tu familia, pero no es demasiado tarde.  Ahora puedes identificarte conmigo y volverte normal”.

“Deberías casarte con una mujer como todo el mundo, pero nunca debes decirle a tu mujer que eres homosexual porque si lo haces, se preocupará cada vez que vayas a la bolera con los hombres de tu oficina”.

Me di cuenta de que existía un peligro muy real de que mi psiquiatra me volviera loco, e hice todo lo que pude para evitarlo.  Mi estrategia consistía principalmente en leer libros de homosexuales famosos, como James Baldwin, Jean Genet, André Gide y Oscar Wilde.   También me pregunté si mi psiquiatra podría estar trabajando en mí su propia homosexualidad reprimida.  Después de todo, había hecho carrera en la Marina como médico que examinaba los cuerpos de los jóvenes marineros, y ahora estaba pasando sus últimos años en una escuela preparatoria para chicos.

Me estaban torturando y lo sabía.  Después de un año de este abuso psiquiátrico, en el verano de 1963, tuve mi primera alucinación.  Era una visión beatífica.  Ahora tenía que admitirme a mí mismo que mi psiquiatra me había vuelto loco, y no había nadie con quien pudiera hablar de ello.  Temía sobre todo que me encerraran en un manicomio para el resto de mi vida.  Como mi alucinación era de naturaleza religiosa, tuve que preguntarme cuál era la diferencia entre el éxtasis místico y el delirio esquizofrénico.  Si eran lo mismo, había que cuestionar toda la teología.  Empecé a leer vorazmente: libros sobre mística y teología, especialmente los del teólogo alemán Paul Tillich.

Kit de supervivencia para la salud mental, Capítulo 4: Retirada de los fármacos psiquiátricos (Parte 6)

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Unas manos sostienen muchos paquetes de diversas pastillas.

Durante los próximos meses, siguiendo con la iniciativa de Mad in America se publicará una versión por entregas, traducida al español, del libro de Peter Gøtzsche, Mental Health Survival Kit and Withdrawal from Psychiatric Drugs. En este blog, da consejos sobre cómo pueden ser los síntomas de abstinencia y explica los peligros de -y las alternativas al- tratamiento forzado.

Lista de síntomas de abstinencia que puede experimentar

Esta lista no es completa, ni puede serlo, ya que hay muchos síntomas de abstinencia diferentes, pero hemos reunido los más típicos. Algunas personas sienten los síntomas de abstinencia muy claramente, otras apenas los notan. Pueden ser peores que cualquier otra cosa que hayas experimentado antes; pueden ser síntomas completamente nuevos; pueden ser similares a la enfermedad por la que fuiste tratado, lo que hará que la mayoría de los médicos concluyan que sigues enfermo y necesitas el medicamento, aunque rara vez sea el caso; pueden ser síntomas que harán que los psiquiatras te den diagnósticos adicionales; y pueden ser los mismos para medicamentos muy diferentes, por ejemplo, la manía.

Al retirarse, usted y sus familiares pueden sorprenderse de que sus pensamientos, sentimientos y acciones cambien. Esto es normal pero puede ser desagradable. Es posible que no se dé cuenta de que se ha vuelto emocionalmente inestable; de hecho, es bastante común que los pacientes no lo noten.

(Des)Institucionalización, una conversación con Amalia Gamio

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Old psychiatric hospital. Old bed in psychiatric ward

Amalia es egresada de medicina por la Universidad Nacional Autónoma de México y con una maestría en Inclusión de Personas con Discapacidad por la Universidad de Salamanca, España.

Ha presentado disertaciones sobre temas de discapacidad en simposios de las organizaciones de la sociedad civil, en universidades nacionales e internacionales, en las Cámaras legislativas y Secretarías de México, en diversos medios de comunicación, así como en diferentes foros nacionales e internacionales.

Participó desde 2002 y hasta su aprobación por la Asamblea General, como parte de la Delegación de México en el Comité Ad-hoc que elaboró el texto de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas.

Durante 2007, como Experta Independiente, fue integrante del Comité Interamericano para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad.

Actualmente, como Experta Independiente es Vice presidenta del Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas, para el período 2019 – 2022

Durante está conversación abordamos las guías de desinstitucionalización realizadas por la OHCHR, su importancia e implementación, así como el tema de la institucionalización como una violación a los Derechos Humanos y la falta de propuestas de intervención comunitaria.