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Género y psiquiatría: Emociones patologizadas

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Mano de madera con símbolo de género femenino, sobre fondo rosa
Mano de madera con símbolo de género femenino, sobre fondo rosa

Como Phyllis Chesler nos advertía, ya en 1974, el sesgo de género ha acompañado al poder psiquiátrico a lo largo de su historia. Años más tarde, en 2005, en la última edición comentada de Women and Madness, la autora insistía en la persistencia de ese sesgo, que aún hoy, 50 años después, parece permanecer inalterado. En ese mismo espacio se situaron autoras como Ussher, Caplan, Margot Pujal y tantas otras. Con sus diferencias y matices, todas confluyen en un mismo punto, los problemas y malestares de género producen sufrimientos profundos. Estos sufrimientos dejan marcas en nuestros cuerpos y en nuestros comportamientos. Frente a una situación de violencia, de déficit de reconocimiento, de asedio moral o sexual, inevitablemente tendremos alguna dificultad para conciliar el sueño o, al contrario, dormiremos demasiado; nos sentiremos culpadas o inseguras por no haber podido responder como hubiéramos deseado; tendremos poca voluntad de alimentarlos o comeremos sin parar. Lo cierto es que, en nuestra “cultura de diagnóstico”, todos esos comportamientos y emociones serán traducidos como síntomas de algún trastorno mental tipificado en el DSM.

Cuando se trata de entender los conflictos y malestares que mujeres y disidencias viven en su día a día, sorprende la inmediatez con que esos sufrimientos son transformados en diagnósticos y polidiagnósticos. Entre las mujeres, los trastornos de humor y de alimentación triplican a los diagnósticos atribuidos a los hombres. Para entender los motivos de esa brecha, de ese sesgo de género, es necesario salir del marco definido por el modelo centrado en la enfermedad y substituirlo por un modelo que sea capaz de integrar y entender los conflictos, las redes de poder, las situaciones concretas que provocaron, en cada caso, esos sufrimientos.

La actual cultura del diagnóstico ha impregnado nuestros modos de ser y estar en el mundo, llevando, muchas veces a un reduccionismo explicativo de nuestra subjetividad, por el cual se define nuestro self en términos de neuronarrativas, atravesadas por etiquetas psiquiátricas. Vemos así, cada vez con mayor frecuencia, a mujeres que definen su identidad, en redes sociales o en espacios colectivos, por la mediación de un diagnóstico: soy depresiva, soy bipolar, soy autista. Como si esa etiqueta pudiese resumir toda su existencia y toda su historia.

La ausencia de perspectiva de género en el campo de la psiquiatría se observa cada vez que se desconsideran situaciones de violencia psicológica, física o sexual como causas de sufrimientos y se apela a explicaciones basadas en desequilibrios neuroquímicos o en causas genéticas. Pero existen también otras situaciones que provocan sufrimientos profundos para las mujeres, las rupturas amorosas, los desencuentros afectivos, la entrega a los ideales de ese amor romántico, que aún no hemos podido deconstruir.

Estrellas paridas por Dioses

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Vemos a Rita, con una blusa amarilla y una falda morada, parada en medio de un pastizal, frente a ella se aprecia el abierto del cielo de un azul profundo. Imagen correspondiente al documental "La mujer de estrellas y montañas" tomada de: https://ambulante.org/catalogo/la-mujer-de-estrellas-y-montanas

El paradigma en salud occidental ha ido de la salud pública a la salud comunitaria. Por tanto, avala o promueve acciones que responden a las propuestas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) discutidas desde la Conferencia de Alma Ata (1978) hasta nuestros días. Pero, particularmente por lo que hace a Latinoamérica, involucra también a la desmanicomialización propuesta por la Declaración de Caracas (1990) y surgida de la “Conferencia de Reestructuración de la Atención Psiquiátrica en América Latina” en Caracas, Venezuela, organizada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y otras entidades. Al margen de los avances que pudiera reportar esta última plataforma, por mi parte yo me sumo a la crítica que se le hace a la desmanicomialización, sobre atomizar el manicomio en lugar de lograr un cierre efectivo de instituciones.

Por su parte México, mediante la reforma de 2022 a la Ley General de Salud, reinició lo que hasta ahora parece una inconclusa reforma en salud mental. Entre otras cuestiones, se supone que planea redirigir los esfuerzos institucionales a la prestación de “servicios en la comunidad”. Este proceso de transición legal y social, en determinados aspectos, atiende a la Convención sobre Derechos de las Personas con Discapacidad como marco legal para un discurso sobre derechos humanos en salud mental y vida en comunidad.

Así pues, mientras algunos se cuestionan o abogan sobre los servicios en cuestión, por mi parte considero relevante reflexionar sobre cómo son o serán las comunidades, aquellas que son o serán las receptoras de los servicios bajo el formato de comunitarios.

La guía de Craig Lewis para sobrevivir a lo imposible. Reseña

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Son varias las lecturas que tuve que hacer de la guía de Craig, leyéndola como si se tratará a veces de una guía (como su nombre lo indica), en otras ocasiones me encontré leyéndola como si de un poema se tratara, como si fuera una conversación con alguien cercano. En cada lectura me encontré en la búsqueda de darle distintos sentidos, queriendo encontrar alguna respuesta, pero en muchas otras ocasiones terminé encontrando más preguntas que respuestas.

Al momento de sentarme a escribir, sigo pensando aún en cómo abordar esta propuesta que Craig nos presenta, ¿cómo debe de leerse o cómo debe entenderse un trabajo que aborda un tema tan complejo?, a pesar del reto y lo complicado del mismo esta guía ofrece una lectura sencilla para un tema sumamente complicado como lo es el dolor, el abuso y el sufrimiento.

Incluso ahora, al pensar sobre que decir acerca del trabajo que Craig ha realizado me resulta sumamente complicado, el resumir toda una experiencia, no solo la que Craig comparte durante sus páginas sino aquella que resulta del proceso de reflexión que nos deja su lectura.

El trabajo de Craig mantiene una cierta cualidad del espíritu punk y su DIY (Do it yourself – Hazlo tu mismo) no solo en la producción de este libro, sino en la idea misma que se mantiene a lo largo del trabajo, al mostrarnos la posibilidad de la recuperación como un acto de transformación y revolución radical.

Derecha o Izquierda: ¿A quién pertenece realmente la crítica de la sobremedicalización?

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Se ven dos pies, frente a estos se encuentran dibujadas dos flechas en tono amarillo, una apunta a la izquierda y otra a la derecha

Texto publicado originalmente por Mad in America https://www.madinamerica.com/2024/09/right-wing-or-left-wing-who-really-owns-the-critique-of-over-medicalisation/ traducido al español por parte de Mad in México

En los últimos meses ha resurgido un antiguo debate en el ámbito de la salud mental, que ha generado discusiones volátiles en las redes sociales y en la prensa. Este debate gira en torno a la crítica de la sobremedicalización y si esta crítica sirve realmente al bien público. Tradicionalmente, esta crítica ha sido utilizada por activistas y académicos de izquierdas para abogar por una atención a la salud mental más despatologizada, humana y psicosocialmente informada. Sin embargo, en la actualidad algunos políticos y comentaristas de derechas también emplean esta crítica, a veces para argumentar en contra de la prestación de cualquier tipo de atención. Esto ha causado confusión entre los profesionales y los usuarios de los servicios, dejando a muchos con la incertidumbre de si alinearse con esta crítica o no.

Para aclarar esta confusión, esbozaré aquí dos críticas distintas a la sobremedicalización que ponen de relieve la creciente división entre las perspectivas de izquierdas y de derechas. Comprendiendo estas diferencias, podemos navegar mejor por el debate y determinar cuál es nuestra posición en relación con ambas posturas.

Neurodiversidad: ¿Somos todos neurodivergentes hoy en día? (Parte 2)

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En la imagen se ve de frente a distintas personas, todas ellas diferentes unas de otras, se representa distintos sexos, géneros, tonos de piel

 John Cromby y Lucy Johnstone

La política no reconocida de la neurodiversidad

Nota del editor: Mad in the UK y Mad in America publican conjuntamente esta serie de cuatro partes sobre neurodiversidad. La serie ha sido editada por los redactores de Mad in the UK y escrita por John Cromby y Lucy Johnstone. Puede consultar la primera parte  aquí.

En el blog anterior, intentamos dar una visión general del reciente campo de la neurodiversidad, en rápida expansión, y esbozamos algunos de sus principios clave, retos y contradicciones. En este blog, examinaremos más detenidamente las experiencias que con más frecuencia se consideran ejemplos de neurodiversidad: las que reciben la etiqueta de autismo/trastorno del espectro autista: TEA; o TDAH; o a veces ambos (para los que ha surgido el término compuesto AuDHD).

En primer lugar, señalaremos que todos estos fenómenos han surgido en las sociedades capitalistas occidentales. Algunos historiadores y estudiosos sugieren que esto no es una coincidencia; la propia disciplina de la psiquiatría, sostienen, surgió como respuesta a la necesidad de barrer a las personas que eran víctimas de la creciente industrialización en los siglos XVIII y XIXth . Etiquetarlas como “enfermas” justificaba su internamiento en manicomios, lo que ayudó a aplacar la disidencia. Calificarlos de “enfermos” justificaba su internamiento en manicomios, lo que contribuyó a aplacar la disidencia ante los enormes cambios sociales (véanse aquí, aquí y aquí).

Reconocer esto no es idealizar las sociedades agrarias preindustriales, ni las culturas indígenas y no occidentales, que tienen sus propias tensiones y limitaciones características. El capitalismo fomenta la mejora de la productividad y la eficiencia y, junto con la ciencia moderna, impulsa la innovación y el desarrollo tecnológico. Muchos de los productos y tecnologías resultantes, en campos como el transporte, el saneamiento y la medicina, representan enormes avances que pueden mejorar potencialmente el bienestar de todos.

Sin embargo, en los últimos años los problemas de salud mental se han convertido en la principal fuente de discapacidad en el mundo, lo que se corresponde aproximadamente con la extensión de la industrialización. El aumento ha sido especialmente rápido en las últimas décadas bajo la forma actual de capitalismo, que los analistas denominan neoliberalismo. En el Reino Unido, el gobierno de Thatcher de 1979 fue el primero en aplicar políticas económicas y sociales neoliberales a gran escala; en Estados Unidos fue la administración Reagan de 1981.

Incluso antes del neoliberalismo, la desigualdad social bajo el capitalismo implicaba una peor salud física y mental. Pero desde que el capitalismo neoliberal ha sido adoptado -en el Reino Unido, Estados Unidos y otros países, y por partidos de todo el espectro político- ha ido acompañado de una creciente ola de miseria. Lo que puede ser bueno para la economía no es necesariamente bueno para nuestras comunidades o para la tranquilidad individual. Creemos que es imposible entender la reciente marea creciente de angustia en general, o el movimiento de la neurodiversidad en particular, sin situar estos fenómenos en el contexto más amplio de las políticas, prácticas y valores neoliberales.

Acompañando la locura en el contexto institucional (Parte 3)

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Nota editorial: El siguiente escrito es la narración de una persona profesionista de la salud mental, radicada en Ciudad de México, cuenta las experiencias que vivió a través de su paso en distintos centros de salud mental de la ciudad, durante esta narración se pretende no solo testimoniar lo acontecido dentro de dichas instituciones, sino que se cuestiona acerca de las lógicas cuerdistas que se implementan durante la formación y que determinan el actuar de las personas profesionistas en su práctica de atención.

A modo de mantener la confidencialidad se evita dar cualquier tipo de nombre o descripción de las personas involucradas durante estas narraciones. El texto se divide en 3 partes, la primera enfocándose en un hospital psiquiátrico al sur de la ciudad, la segunda sobre una comunidad terapéutica y finalmente, la tercera, en un hospital psiquiátrico (también conocido como granja) en la periferia de la ciudad; el texto busca trazar las lógicas y similitudes dentro de tres instituciones dedicadas a la atención de salud mental, denunciando prácticas basadas en la ausencia de consentimiento, sometimiento y las relaciones jerarquizadas.

Nota del autor: al momento de escribir el texto el autor se reconoce en un lugar de privilegio, sabiéndose parte de las estructuras que han sostenido dichas prácticas, a la par que se sabe atravesado por la Institución Psiquiátrica y la lógicas cuerdistas.

Para leer la primera parte puede seguir el enlace: https://madinmexico.org/acompanando-la-locura-en-el-contexto-institucional-parte-1/

Para la segunda parte: https://madinmexico.org/acompanando-la-locura-en-el-contexto-institucional-parte-2/

Neurodiversidad: ¿Qué significa exactamente? (Parte 1)

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En la imagen se ve de frente a distintas personas, todas ellas diferentes unas de otras, se representa distintos sexos, géneros, tonos de piel

 John Cromby y Lucy Johnstone

Mad in America y Mad in the UK publican conjuntamente una serie de cuatro artículos sobre neurodiversidad durante las próximas cuatro semanas. La serie ha sido editada por los redactores de Mad in the UK, y sus autores son John Cromby y Lucy Johnstone.

El artículo puede leerse en su idioma original en el siguiente enlace: https://www.madintheuk.com/2024/07/part-1-neurodiversity-what-exactly-does-it-mean/, la traducción al español fue realizada por Mad in México.

Introducción

En los últimos 25 años, la neurodiversidad ha inspirado tanto un movimiento social como un paradigma académico. En el momento de escribir estas líneas, tanto el movimiento como el paradigma siguen desarrollándose, y la gente interpreta la neurodiversidad de distintas maneras.

Algunos se alinean con la crítica al diagnóstico y consideran que la neurodiversidad ofrece una nueva vía, no médica ni patologizadora. Otros apoyan firmemente las etiquetas diagnósticas y sostienen que los diagnósticos profesionales de autismo, TDAH, etc. deberían ser más accesibles.

La neurodiversidad puede ser un nuevo paradigma inspirador, una alternativa no estigmatizadora al diagnóstico psiquiátrico que anime a las personas a aceptar la diferencia y valorar la diversidad. Otra posibilidad es que se trate simplemente de las viejas ideas disfrazadas con un nuevo lenguaje sobre la elección y el empoderamiento, rehabilitando así el pensamiento y los supuestos diagnósticos y preservando esencialmente el statu quo.

Para aumentar la complejidad, un tercer grupo emergente utiliza el movimiento de la neurodiversidad como plataforma para atacar las críticas y los detractores actuales del paradigma de diagnóstico psiquiátrico, como los que aparecen en MITUK y MIA, al mismo tiempo que afirman ser los verdaderos radicales. Y ello a pesar de que ambas partes comparten muchos puntos de vista sobre las raíces sociales y políticas de la angustia. Es un panorama confuso y en evolución. Sin embargo, dada la rapidez con la que el concepto de “neurodiversidad” se ha introducido en el lenguaje común y en los entornos clínicos, creemos que es oportuno intentar hacer un repaso de estas perspectivas influyentes pero a menudo contradictorias.

Es necesario hacer algunas advertencias. Sorprendentemente, cuestionar la idea de neurodiversidad se ha vuelto tan difícil como cuestionar las etiquetas de “esquizofrenia” o “trastorno de la personalidad”. Al hacerlo ahora, queremos dejar muy claro, en primer lugar, que cualquier cosa que digamos sobre la neurodiversidad es poco probable que se aplique a todos los usos y usuarios del término, dados los múltiples significados y posturas asociados a él. Nuestros blogs intentarán aclarar lo que consideramos que son las principales tendencias y perspectivas actuales en este campo, reconociendo al mismo tiempo que en muchos aspectos son muy diferentes en cuanto a objetivos y motivos.

En segundo lugar, respetamos y defendemos incondicionalmente el derecho personal de las personas a describir sus dificultades y diferencias de cualquier forma que les resulte útil (aunque defendemos que, en su trabajo, los clínicos tienen el deber de utilizar conceptos que, en términos convencionales, estén basados en la evidencia). Nada de lo que sigue pretende limitar o cambiar ese derecho, ni imponer alternativas.

Agradecemos las respuestas y el debate.

(Nota de los autores: Hemos indicado nuestras reservas sobre la validez de los términos diagnósticos utilizando frases como “diagnosticado como….”. )

Neurodiversidad

Se suele decir que la primera aparición de la “neurodiversidad” en una obra publicada fue la tesis de la socióloga australiana Judy Singer en 1997. En aquella época se estaban formando nuevas comunidades en línea que utilizaban el todavía novedoso Internet para comunicarse. Al darse cuenta de que estas comunidades podían hacer campaña por el cambio social, Singer dice que propuso la “neurodiversidad” como catalizador:

“Sabía lo que hacía… ‘Neuro’ era una referencia al auge de la neurociencia. Diversidad’ es un término político; se originó con el movimiento por los derechos civiles de los negros estadounidenses. Biodiversidad” también es un término político. Como palabra, “neurodiversidad” describe a toda la humanidad. Pero el movimiento de la neurodiversidad es un movimiento político para personas que quieren sus derechos humanos…. Pensé: ‘Necesitamos un término paraguas para un movimiento’. Y también percibí que éste iba a ser el último gran movimiento político identitario del siglo XX”.

La campaña de Singer tenía un objetivo concreto. Unos años antes, la psiquiatra Lorna Wing había planteado la hipótesis de la existencia de un espectro autista, similar al del Trastorno del Espectro Autista (TEA) del DSM5. En un extremo del espectro se encontraban las personas con deficiencias intelectuales graves, de las que se decía que eran autistas; en el otro extremo, las personas de “alto funcionamiento”, descritas como afectadas por el síndrome de Asperger. Este síndrome se fusionó con la categoría más amplia de TEA en el DSM 5 (2013) y la CIE 11 (2019), por lo que ya no se utiliza como diagnóstico formal, aunque a algunas personas les sigue resultando útil identificarse como “Aspies”.

Singer no sólo reconoció aspectos del “autismo de alto funcionamiento” en el comportamiento de su madre, sino que “después de que a su hija le diagnosticaran Asperger a los nueve años… empezó a reconocer ciertos rasgos en sí misma”. En consecuencia, la neurodiversidad se centró inicialmente en las personas descritas como autistas de alto funcionamiento o, como se denominaba entonces, Asperger. Aunque Singer reconocía que esto excluía a las personas con deficiencias graves, esperaba fomentar un movimiento que acabara beneficiando a todas las personas de las que se decía que tenían autismo.

El movimiento de la neurodiversidad

Neurodiversidad significa simplemente “variación en el funcionamiento neurocognitivo”. Por tanto, la neurodiversidad se refiere a un continuo que abarca, en palabras de la propia Singer, “toda la humanidad”. Al igual que la biodiversidad en la naturaleza, la neurodiversidad se considera un aspecto beneficioso y necesario de la especie humana. Pero, como explica el teórico de la neurodiversidad Nick Walker, se suele decir que esta diversidad consiste en dos grupos: las personas descritas como “neurodivergentes”, que son minoría porque “divergen de los estándares sociales dominantes de funcionamiento neurocognitivo “normal””, y la mayoría dominante que se dice que es “neurotípica”. Por tanto, el movimiento de la neurodiversidad defiende los derechos de las personas neurodivergentes, incluidas las que padecen TDAH o TEA.

La contribución fundamental de Singer a la neurodiversidad fue reconocida en 2023 con un premio del Birkbeck College de Londres y el reconocimiento de que había “cambiado la forma de pensar del mundo“. Recientemente ha sido acusada de transfobia y, posiblemente como consecuencia de ello, algunos de sus antiguos partidarios argumentan ahora que “seguir atribuyendo la creación y teorización de la neurodiversidad de forma acrítica a cualquier individuo sería, a partir de este momento, borrar a sabiendas y de forma atroz a las personas neurodivergentes de su propia historia”. Esto ha dado lugar a acusaciones y contra-acusaciones públicas indecorosas sobre la alteración de las entradas de Wikipedia, etc. Así pues, existen importantes tensiones incluso dentro de los amplios subgrupos del movimiento de la neurodiversidad.

Tanto la neurodiversidad como la neurodivergencia son conceptos amplios y flexibles que varían considerablemente en cuanto a las afecciones que incluyen. Una organización enumera “el trastorno del espectro autista (TEA), el síndrome de Tourette, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), la dislexia y el Parkinson”. Por otro lado, una fundación del Servicio Nacional de Salud de Inglaterra sugiere “autismo, TDAH, deficit de atención, dislexia, discalculia y dispraxia”. Y en Estados Unidos, la Clínica Cleveland ofrece una variedad aún mayor de diagnósticos, como síndrome de Down, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno bipolar y trastorno de ansiedad social. Para ampliar aún más el concepto, se ha llegado a sugerir que la neurodiversidad englobe también a los diagnosticados con lesiones cerebrales, epilepsia, “esquizofrenia”, “trastorno de la personalidad” y demencia.

Volveremos sobre las implicaciones de este expansionismo en la Parte 2. A lo largo de esta serie de blogs utilizaremos a menudo “TDAH” y “TEA” como ejemplos de neurodivergencia, ya que se dice que son sus manifestaciones más comunes. Hasta ahora hemos definido la neurodiversidad y descrito lo que significa el movimiento de la neurodiversidad. A continuación examinaremos el paradigma de la neurodiversidad.

El paradigma de la neurodiversidad

Este término describe el trabajo de comentaristas, investigadores y académicos que creen que la diversidad cognitiva (como efecto de la neurodiversidad) es la norma de nuestra especie. Sostienen que muchas condiciones descritas como trastornos se consideran más bien diferencias neurodivergentes con aspectos potencialmente positivos. Así que los defensores de este punto de vista identifican, priorizan y promueven las experiencias y necesidades de las personas neurodivergentes, y llevan a cabo investigaciones en las que el modelo social de la discapacidad es un recurso frecuente.

El “modelo social” se refiere en realidad a un conjunto de modelos relacionados, un pequeño grupo de formas similares de conceptualizar la discapacidad (y términos relacionados como deficiencia y minusvalía). Estos modelos se denominan colectivamente “sociales” porque todos cuestionan el supuesto de que la discapacidad es simplemente médica. Sin embargo, varían ligeramente en la forma de plantear este reto. Una versión muy extendida del modelo social propone que la deficiencia es una cuestión individual y (a veces) médica. Sin embargo, la discapacidad sólo surge cuando las deficiencias individuales se encuentran con entornos discapacitantes construidos o diseñados según los supuestos neurotípicos.

A modo de ejemplo: una discapacidad puede impedir a alguien caminar debido a daños en sus nervios o músculos. Sin embargo, esa persona es discapacitada sólo en la medida en que el transporte, los edificios, etc. son inaccesibles para las personas que utilizan sillas de ruedas. Así pues, desde la perspectiva del modelo social, la discapacidad no se localiza simplemente en el individuo. Por el contrario, surge de la incapacidad de satisfacer las necesidades de quienes no forman parte de la mayoría sin discapacidad. Esta perspectiva ha permitido a los activistas de la discapacidad que tienen rasgos y condiciones diferentes forjar vínculos, fortaleciendo sus campañas.

En esta línea, la neurodiversidad trata las formas de neurodivergencia como diferencias duraderas y generalizadas del ser humano. En lugar de considerarlos trastornos médicos o psiquiátricos, que en principio podrían tratarse o resolverse, estos conjuntos de rasgos se entienden como descripciones de características más o menos estables del ser que no encajan en las normas neurotípicas.

El teórico de la neurodiversidad Nick Walker fue el primero en acuñar la expresión “paradigma de la patología” para describir el conjunto de ideas, creencias y prácticas que imponen y reproducen estas normas. En el fondo, dice Walker, el paradigma de la patología supone:

…que existe un estilo “correcto” de funcionamiento neurocognitivo humano. Las variaciones en el funcionamiento neurocognitivo que divergen sustancialmente de los estándares socialmente construidos de “normalidad” -incluidas las variaciones que constituyen el autismo- se enmarcan dentro de este paradigma como patologías médicas, como déficits, daños o “trastornos”.’

En cambio, la neurodiversidad considera que las experiencias asociadas a los diagnósticos psiquiátricos describen diferencias, no trastornos. Representan formas igualmente válidas de experimentar el mundo que no encajan en una narrativa de “cura” o “tragedia”. De nuevo, aunque los diagnósticos a los que se hace referencia con más frecuencia son el TEA o el TDAH, hay muchos otros diagnósticos potencialmente relevantes. Sea cual sea el diagnóstico que se les dé, se considera que las personas neurodivergentes poseen fortalezas únicas que no siempre son reconocidas o valoradas por la sociedad en general.

Sin embargo, muchas personas que se identifican como neurodivergentes utilizan etiquetas de diagnóstico psiquiátrico para describirse a sí mismas. Muchas de ellas no se oponen al diagnóstico psiquiátrico como tal, sino a una determinada concepción médica del diagnóstico. De hecho, ante las largas listas de espera en las clínicas de autismo y TDAH, cada vez son más los que reclaman el derecho a “autodiagnosticarse”. Además, algunas se describen a sí mismas como “discapacitadas” en un sentido que parece ir más allá del significado que el movimiento de la discapacidad da al término. Esto da lugar a debates sobre la equivalencia de los distintos tipos de “discapacidad”: la torpeza en situaciones sociales, por ejemplo, frente al uso de una silla de ruedas o la recuperación de un derrame cerebral. Hablaremos de ello con más detalle en la Parte 4.

Un punto de acuerdo entre todas las perspectivas es que las diferencias asociadas a ser neurodivergente comparten una característica importante: contradicen las normas sociales dominantes sobre cómo se espera que sintamos, pensemos, nos comportemos, nos relacionemos, trabajemos y vivamos. El niño de 6 años que sueña despierto en el colegio; el estudiante que prefiere leer a salir de fiesta; el oficinista que suele distraerse; el padre desordenado y desorganizado… todos pueden atribuir ahora estos rasgos a su neurodivergencia.

El concepto de neurodiversidad ha sido adoptado por activistas de muchos países y ha inspirado a activistas en Internet y en el mundo real. Una panorámica del impacto de la neurodiversidad en EE.UU. señala que:

Hoy en día, el término neurodiversidad arroja miles de resultados en Google Scholar. Un número creciente de universidades cuentan con iniciativas sobre neurodiversidad, normalmente centradas en alguna combinación de investigación sobre discapacidad neurológica y apoyo a un mayor acceso a la educación superior. Importantes empresas internacionales…. cuentan con “programas de contratación de la neurodiversidad” que contratan a autistas y a otras personas con discapacidades neurológicas. En diciembre de 2020, el gobierno federal estadounidense dio la bienvenida a los primeros participantes en el programa piloto Neurodiverse Federal Workforce (Thomas, 2021). Neurodiversidad…. ha entrado con fuerza en la corriente cultural dominante, y padres y profesionales se refieren al concepto con frecuencia junto a las personas autistas que lo iniciaron. Además, los propios autistas han creado una infraestructura en forma de grupos de defensa, reuniones culturales e incluso empresas orientadas a las ideas y la filosofía general del movimiento.

En el Reino Unido, la neurodiversidad se aborda en la Estrategia Nacional 2021 para las personas autistas y se incluye habitualmente en los informes oficiales sobre salud mental. Neurodivergent Labour” es “…una organización representativa y de campaña de los miembros y simpatizantes del Partido Laborista que son neurológicamente divergentes”, mientras que “Conservative Friends of Neurodiversity” es el equivalente tory[1]. La neurodiversidad fue el tema de un número especial de 2023 de The Psychologist, la revista interna de todos los psicólogos del Reino Unido. Grupos de terapeutas “neurodivergentes”, asesores, clientes y muchos otros se suman al creciente número de organizaciones, cursos de formación, empresas y negocios basados en este concepto. Clínicos de diversas procedencias, periodistas, profesores, padres y muchos otros han adoptado el lenguaje de la neurodiversidad. El “TikTok Neurodivergente” tiene miles de seguidores, mientras que en las escuelas el término se utiliza cada vez más para los niños que tienen dificultades con la lectura, la ortografía o la coordinación física, así como con la atención. Y el Real Colegio de Psiquiatría del Reino Unido (RCP) ha acogido con entusiasmo el concepto. En 2023, el RCP celebró el “Día Internacional de las Personas con Discapacidad” publicando dos blogs “que revelan cómo es trabajar en psiquiatría para una persona neurodivergente”. Su sitio web ofrece desde hace algún tiempo seminarios web educativos sobre neurodiversidad para psiquiatras, y el National Health Services (NHS) de Inglaterra ha nombrado a un antiguo presidente de la RCP primer director médico de salud mental y neurodiversidad.

Dificultades para definir la neurodiversidad

La neurodiversidad parece haberse convertido de repente en un hecho de la vida, sin el escrutinio crítico que necesita cualquier concepto o movimiento nuevo. Esto es especialmente importante porque la neurodiversidad parece ser igualmente aceptable para los activistas de izquierdas en favor de la justicia social y para los políticos y partidos de derechas, las empresas multinacionales y los funcionarios gubernamentales. La facilidad con la que se acepta la neurodiversidad en todo el panorama político indica claramente que no hay nada intrínsecamente radical o liberador en el concepto. Sin embargo, existen varios problemas asociados a los intentos de definir la neurodiversidad. A continuación resumimos estos problemas.

Significado de “Neuro-

Hemos demostrado que la neurodivergencia es un concepto inclusivo y flexible, que incluye una amplia variedad de diagnósticos y experiencias. Esto plantea algunos problemas obvios a la hora de decidir quién es, o no, neurodivergente. La diversidad, como dijo Singer, forma parte de la condición humana: en un sentido amplio, todos estamos “conectados de forma diferente”. Sin embargo, la subdivisión en “neurodivergentes” y “neurotípicos” carece por completo de base neurológica.

Por eso, el psiquiatra Sami Timimi afirma: “No me gusta la parte “neuro” de “neurodiversidad”, porque no hay pruebas de ello. Todos somos neurodiversos, así que como concepto carece de sentido biológico”. Lo mismo ocurre con los diagnósticos específicos que se consideran más comúnmente manifestaciones de neurodiversidad, el TDAH y el TEA, que se describen como “trastornos del neurodesarrollo”, aunque en la mayoría de los casos hay pocas pruebas que apoyen esta afirmación. Volveremos sobre esta cuestión en la Parte 2; por ahora, debemos preguntarnos de dónde viene la “parte neuronal” y por qué está ahí.

La “Década del Cerebro” de los años 90 fue iniciada por el Presidente de EE.UU. George Bush, y fue testigo de una inversión masiva en neurociencia en todo el mundo angloparlante. Las coloridas imágenes de los escáneres cerebrales, que parecían fotografías del propio pensamiento vivo, fueron aprovechadas y reproducidas por los medios de comunicación. Al mismo tiempo, los estudios que relacionaban zonas cerebrales concretas con capacidades o defectos particulares saltaban a las noticias casi a diario. Era el auge de la neurociencia, que, según Judy Singer, la llevó a promover el término neurodiversidad.

Singer no fue la única que se dejó influir. A medida que los efectos de la avalancha de investigaciones neurocientíficas se extendían por las universidades, se propusieron rápidamente multitud de nuevas disciplinas: neuroeconomía, neuroantropología, neuromarketing, neuropolítica, neuroderecho, neuroeducación y muchas más. En la vida cotidiana, los investigadores han asistido a una “explosión del uso y la aplicación del prefijo “neuro” a ámbitos discursivos aparentemente ilimitados”. Su hipótesis es que esto se debe al atractivo de “añadir un brillo de autoridad en virtud de sus asociaciones científicas, modernas y tecnológicas”).

En el mundo académico, la gran ola de neuroentusiasmo vino acompañada de advertencias sobre los neuromitos y la neurobabelería. Un neuromito es un malentendido cultural de la neurociencia que se utiliza para justificar acciones o políticas. En educación, por ejemplo, el neuromito de que existen preferencias cerebrales individuales por distintos estilos de aprendizaje -visual, auditivo o cinético- influyó en la forma de enseñar de algunos profesores. La creencia generalizada pero errónea de que los diagnósticos de TDAH y TEA están asociados a cambios conocidos en el neurodesarrollo (véase la Parte 2 de esta serie) podría considerarse un ejemplo contemporáneo de neuromito.

El neuro-parloteo, dicen los académicos, es cuando una descripción o explicación adquiere autoridad simplemente porque está relacionada de algún modo con la neurociencia. Puede, por ejemplo, provenir de un neurocientífico o incluir especulaciones sobre una región o sistema cerebral concreto. En 2011, la neurocientífica Susan Greenfield afirmó que los videojuegos causan demencia. Su afirmación se difundió como si fuera cierta, a pesar de que no había ninguna investigación que probara esta hipótesis.

Ahora, unos veinte años después de la Década del Cerebro, es evidente que la mayoría de las nuevas neurodisciplinas propuestas nunca llegaron a despegar o se desvanecieron rápidamente. Y, alertados de los peligros de los neuromitos, los neurocientíficos tienen hoy pocas excusas para exagerar la importancia de sus investigaciones.

Pero en la vida cotidiana -donde la jerga neuronal puede significar simplemente añadir el prefijo “neuro”- los efectos del auge de la neurociencia en los años noventa continúan aparentemente intactos. Además de la propia neurodiversidad, el movimiento ha dado lugar a términos como neuroafirmativo, neuronormas, neurotribus, neurotipos, neurokin, neurocognitivismo, neuroespía, neuroqueer e incluso neurothatcherismo.

Timimi tiene razón al cuestionar la validez del prefijo neuro. Su uso generalizado nos obliga a distinguir entre las verdades evidentes y la palabrería neuronal especulativa. Evidentemente, es cierto que cada uno de nosotros tiene un cerebro único y que algunas personas tienen verdaderas dificultades para concentrarse, relacionarse, etcétera. Estas verdades son muy distintas de las afirmaciones que implican que existen diferencias conocidas, estables y observables que explican estas dificultades en términos neurológicos y que, por tanto, validan los conceptos de neurodiversidad, trastorno del neurodesarrollo, TEA o TDAH.

Este tipo de cautela es necesaria porque, al igual que ocurre con los diagnósticos psiquiátricos en general, hay muchas afirmaciones optimistas, aunque vagas, abstractas y no confirmadas, que parecen respaldar estas afirmaciones más específicas. He aquí un ejemplo:

…aunque no existen biomarcadores precisos, hay pruebas de la existencia de complejos grupos de tendencias biológicas en la estructura y el funcionamiento que, al menos a grandes rasgos, se corresponden con una serie de formas de funcionamiento actualmente patologizadas”.

Pero, al igual que ocurre con los diagnósticos psiquiátricos en general, estas afirmaciones son rebatidas por expertos en neurociencia, psiquiatría, neuroimagen y genética, por ejemplo, que han estudiado detenidamente las pruebas de sus propias disciplinas y han llegado a conclusiones muy distintas.

Expansionismo

La falta de claridad sobre los conceptos básicos ha tenido la consecuencia previsible de un expansionismo masivo. Con el tiempo, los criterios diagnósticos tanto para el TDAH como para el TEA se han ampliado, oficial y extraoficialmente, y ahora incluyen a muchas personas que antes no habrían recibido un diagnóstico. Esto fue deliberado y se produjo tras la presión ejercida por los defensores de los derechos en EE.UU., que consideran que un diagnóstico de por vida es la clave para la asistencia sanitaria y la protección legal de la discapacidad. Se diagnosticó a muchas más personas que no tenían problemas de aprendizaje. Surgieron clínicas privadas que ofrecían evaluaciones diagnósticas y prometían una vía rápida para obtener la ayuda necesaria, que prometían se vería facilitada por un diagnóstico.

El Dr. Allen Frances, presidente del comité del DSM IV, ha expresado públicamente su pesar por la ampliación de criterios del manual de 1994, que “…contribuyó inadvertidamente a tres falsas “epidemias”: el trastorno por déficit de atención, el autismo y el trastorno bipolar infantil”. En la segunda parte de esta serie se analizarán algunas posibles razones más amplias de las “epidemias” de TDAH y TEA (el aumento del trastorno bipolar infantil es menos llamativo y más incierto). No obstante, es casi seguro que los aumentos se deban en cierta medida a la adición de criterios para los menores de 7 años como “a menudo no presta atención a los detalles o comete errores por descuido en las tareas escolares, el trabajo u otras actividades”; y “…a menudo corretea o trepa excesivamente en situaciones en las que no es apropiado”. Sería raro el niño que no se comportara a veces de esa manera.

No es de extrañar que el concepto aún más difuso de neurodivergencia también se haya ampliado, de modo que ahora incluye casi todos los comportamientos y experiencias humanas, además de su opuesto. Como muestra un breve vistazo a las numerosas comunidades de las redes sociales, se dice que los signos de neurodivergencia incluyen no concentrarse o estar demasiado concentrado; hablar demasiado o demasiado poco; compartir demasiado o demasiado poco; dificultad para cambiar de tarea o incapacidad para ceñirse a una; establecer contacto visual con demasiada frecuencia o con muy poca frecuencia; ser especialmente sensible o insensible; beber alcohol poco o demasiado; ser considerado glamuroso y sereno, o raro y caótico; perder el trabajo con regularidad, o conservarlo durante décadas; tener un rendimiento alto o bajo; tener un gran interés por el fútbol y los grupos indie, o una aversión a la cultura popular; disculparse en exceso, o ser grosero y no preocuparse por lo que piense la gente; mantener el mismo color de pelo y estilo durante años, o cambiarlo cada mes; etcétera (véase, por ejemplo, este hilo en Twitter/X).

El abanico cada vez más amplio de experiencias neurodivergentes que circulan por las redes sociales incluye también: leer demasiado, recopilar información sobre pájaros, coches, trenes o aviones, alta tolerancia al dolor, no responder con prontitud a los mensajes de texto, sentirse agotado tras una larga jornada de oficina, decir la verdad, sentirse cansado todo el tiempo, vestir colores brillantes, no gustarle las luces fluorescentes, disfrutar estando solo, inquietarse, morderse las uñas, trasnochar demasiado, preocuparse por la justicia social, no gustarle llevar calcetines, perder las llaves del coche, llegar siempre tarde, impulsividad, desplazarse por el teléfono cuando debería estar haciendo otra cosa y agitar las manos al hablar; e incluso puede explicar, según una persona inquieta, “la dificultad para encontrar un plomero”.’

También hay toda una nueva terminología para describir lo que antes se consideraban comportamientos anodinos: juguetear con el pelo es ahora “estimulación”; no gustar de la música alta es “sensibilidad sensorial”; perder los nervios puede ser un caso de “crisis autista”; el enfado al final de una relación es “disforia por sensibilidad al rechazo”; la dificultad para seguir el ritmo de las tareas diarias es “evitación patológica de la demanda”. Para complicar aún más las cosas, parece que las personas neurodivergentes, sobre todo las chicas y las mujeres, son capaces de “enmascarar” sus diferencias durante décadas convirtiéndose en personas excepcionalmente hábiles para mostrar los comportamientos opuestos; esta habilidad se convierte entonces en un signo de su “autismo”.

Otra curiosidad es que muchos de estos ejemplos parecen ir mucho más allá de las experiencias que podrían describirse principalmente como un estilo “neurocognitivo”, como en la definición seminal de neurodiversidad de Nick Walker. Más bien parecen abarcar más o menos todo el espectro de emociones y comportamientos humanos. En este contexto, Walker ha empezado a utilizar recientemente el término ‘cuerpo-mente en reconocimiento del hecho de que “la mente es un fenómeno encarnado, y que mente y encarnación están inseparablemente entrelazadas”. Sin embargo, a pesar de este camuflaje verbal, la idea central de que la neurodivergencia tiene que ver fundamentalmente con el cerebro sigue siendo fundamental.

Se puede objetar que algunos de estos ejemplos de aparente neurodivergencia son obviamente ridículos, y que los sitios oficiales son más comedidos. Sin embargo, esta objeción pasa por alto algunos puntos muy importantes: La verdad es que no hay sitios “oficiales” que, por autoridad o consenso, estén de acuerdo en definir con precisión la neurodivergencia. Tampoco existen criterios objetivos para distinguir los casos “correctos” de los “incorrectos” de neurodivergencia. Tampoco existe un consenso formal sobre cuántos rasgos o comportamientos califican a una persona como neurodivergente. Tampoco existe ninguna orientación consensuada sobre lo notables, extremos o problemáticos que deben ser estos rasgos o comportamientos para que cuenten. Y recibir un diagnóstico oficial de una de las afecciones incluidas en el término “neurodivergencia” no nos lleva más lejos, ya que esos diagnósticos, como todas las etiquetas psiquiátricas, se basan en última instancia en juicios subjetivos sobre hasta qué punto el comportamiento de alguien se desvía de una norma social determinada.

Para complicar aún más las cosas, el movimiento de la neurodiversidad defiende cada vez más el derecho de las personas a autodiagnosticarse en función de las experiencias que tengan, y les anima a que lo consideren tan válido como un diagnóstico oficial. Volveremos sobre el tema del autodiagnóstico más adelante.

Grupos excluidos

La expansión de la neurodivergencia ha provocado, paradójicamente, alienación y enfado entre los padres,  madres y cuidadores de aquellos niños identificados como autistas según los criterios anteriores del DSM, mucho más restringidos. Estos niños suelen presentar graves déficits y deficiencias que parecen ajustarse a la descripción de algún tipo de trastorno del neurodesarrollo (aunque en la actualidad se carece de pruebas médicas). De hecho, cuando Leo Kanner lo propuso inicialmente en 1943 como trastorno diferenciado, se decía que el autismo sólo se daba en personas con deficiencias intelectuales graves). La fusión de este grupo, en el DSM 5, con las presentaciones “Asperger” o “de alto funcionamiento” significa que los niños que nunca aprenden a hablar o a vivir de forma independiente se encuentran en el mismo grupo de diagnóstico que los adultos elocuentes con amigos, pareja y carreras de éxito.

Algunos estudiosos de la neurodiversidad reconocen estas diferencias: “Lo que solía denominarse síndrome de Asperger (en adelante, autismo) [es] un ejemplo de funcionamiento neurodivergente [sin] sufrimiento o discapacidad clínica inherente”. Pero, como señala el psiquiatra infantil Sami Timimi, una categoría que incluye tanto a “residentes de instituciones con un lenguaje poco funcional… como a una larga lista de grandes y buenos como Mozart, Van Gogh, Edison, Darwin y Einstein, todos los cuales, junto con muchos otros, han sido diagnosticados retrospectivamente” tiene muy poca coherencia.

El problema queda ilustrado por el creciente número de famosos con vidas aparentemente exitosas que ahora se describen a sí mismos como “autistas” o con TDAH; En el Reino Unido son Chris Packham, Anthony Hopkins, Melanie Sykes, Gary Numan, Rory Bremner, Stephen Fry, Ant McPartlin, Sheridan Smith, Sue Perkins, Jamie Oliver, Johnny Vegas y Heston Blumenthal, y en Estados Unidos Dan Ackroyd, Jerry Seinfield, Elon Musk, Courtney Love, Darryl Hannah, James Taylor, John Denver y un número creciente de otros.

La inclusión de algunos ha supuesto la exclusión de otros, a menudo los más necesitados. En palabras de un padre con dos hijos no verbales que requieren cuidados las 24 horas del día: “Los defensores de la neurodiversidad ignoran la dura realidad del autismo grave y quieren olvidarse de mis hijos y de otros como ellos….. Para ellos, el autismo es una discapacidad cruel que les altera la vida, y yo haría cualquier cosa para ayudarles a sentirse bien y darles una mejor calidad de vida”.

En respuesta a este tipo de preocupaciones, algunos padres se han movilizado para definir a los niños con autismo grave como un grupo aparte, con sus propias necesidades claramente diferenciadas. Sienten que estas necesidades son cada vez más invisibles, y que sus hijos incluso están perdiendo servicios, como consecuencia del movimiento más amplio de la neurodiversidad.

Mientras tanto, en algún lugar entre aquellos con innegables deficiencias neurológicas y los descritos como de alto funcionamiento, hay un gran número de niños aparentemente normales que no parecen aprender o comportarse como sería deseable, y adultos que luchan de diversas maneras con la vida cotidiana. El contraste entre los dos extremos del espectro en constante expansión no podría ser más pronunciado. ¿Se trata realmente del mismo tipo de fenómeno o afección, y deberían aplicarse los mismos tipos de estatus de discapacidad y ajustes?

Investigación y práctica clínica

En lo que respecta a la investigación clínica, la ausencia de una definición clara de neurodivergencia, ya sea en general o en sus versiones de TDAH o TEA, dificultará inevitablemente tanto el razonamiento como la identificación de variables y medidas. Esto repercutirá negativamente tanto en la investigación empírica como en la construcción de teorías.

Además, la visión de la neurodivergencia como “diferencia, no trastorno” puede hacer que la idea misma de muchos tipos de investigación resulte controvertida, ya que algunos consideran que la noción de “tratamiento” o “cura” tiene connotaciones eugenistas. Existe un amplio consenso en que la versión original del Análisis Conductual Aplicado (ACA) de los años sesenta, que implicaba un entrenamiento intensivo y a veces punitivo en habilidades sociales para niños gravemente autistas, era éticamente problemática. El debate se centra ahora en si cualquier tipo de Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) es aceptable, o simplemente una forma de imponer la “normalidad” sobre las diferencias naturales. Menos conocido es el bloqueo por parte de algunos miembros de la comunidad de la neurodiversidad del estudio Spectrum 10K, una investigación a gran escala sobre el autismo con información genética que pretendía aclarar si existían subgrupos dentro del amplio espectro, alegando que el estudio no era ético. Y ello a pesar de que se aseguraba que el proyecto “…se oponía a la eugenesia o a la búsqueda de una cura para prevenir o erradicar el autismo”.

Dejando a un lado estos ejemplos concretos, la fusión de lo que parecen ser tipos de problemas muy diferentes ha creado una sospecha más general de la investigación científica y médica sobre el autismo. Esto dificultará inevitablemente los intentos de colmar las lagunas de nuestros conocimientos sobre los niños con discapacidades graves y permanentes.

Con respecto a la práctica clínica, la consecuencia más obvia de la definición laxa de neurodivergencia son las largas listas de espera de personas que desean ser evaluadas por TEA y/o TDAH. Actualmente, no es raro que te digan que tendrás que esperar 5 años para una evaluación, y sabemos de clínicas del National Health Services (NHS) con varios miles de personas esperando para ser atendidas. Es comprensible que esto provoque una gran angustia. En el Reino Unido, se ha creado un grupo de trabajo del NHS para investigar el rápido aumento de diagnósticos de TDAH y abordar las variaciones en la evaluación y la intervención.

Esto pone de manifiesto otra área de confusión. Se dice que la neurodivergencia es “diferencia, no trastorno”; se considera que estas diferencias son inmutables y para toda la vida; y la mera idea de “tratarlas” o “curarlas” resulta ofensiva para algunos. Por todo ello, el objetivo de las clínicas de TEA y TDAH no está claro. Tal vez algunos sólo quieran un diagnóstico formal que valide las dificultades, facilite el acceso al apoyo educativo, permita el acceso a prestaciones, etcétera. Si es así, apenas es necesario un servicio clínico (y no exclusivamente de diagnóstico), aunque todas las corrientes del movimiento de la neurodiversidad deploran la falta de acceso a los servicios clínicos.

Mientras tanto, las desventajas de que un niño adquiera una etiqueta como la de TDAH son cada vez más evidentes. El Dr. Allen Frances y sus colegas las resumieron  como: “bajas expectativas de profesores y padres que se convierten en profecías autocumplidas; prejuicios y estigmatización de los niños diagnosticados; los niños se aplican estereotipos a sí mismos, lo que conduce a la autoestigma y la baja autoestima; disminución de la autoeficacia; un enfoque menos eficaz y potencialmente contraeficaz de los rasgos fijos en lugar de los comportamientos; un papel más pasivo ante los problemas…. Y el riesgo de pasar por alto explicaciones contextuales, sociales y sociales, debido a la explicación engañosa que ofrece el etiquetado” Estas consecuencias se ilustrarán en la Parte 3.

Normas sociales

Parte del problema a la hora de decidir los criterios de la neurodivergencia es que se define en relación con las normas sociales; ‘desviar(se) de las normas sociales dominantes de funcionamiento neurocognitivo “normal””. Esta es una de las pocas cosas en las que todas las partes están de acuerdo. Pero también descarta la posibilidad de desarrollar criterios estables y objetivos para decidir quién es neurodivergente y quién neurotípico. Esto se debe sencillamente a que las distinciones basadas en normas sociales (1) cambiarán con el tiempo, y de una situación a otra, a medida que cambien las normas pertinentes; y (2) no cabe esperar que coincidan de forma coherente con las categorías a nivel biológico.

Se trata de un punto complejo pero importante. Como hemos visto, se dice que los rasgos asociados a la neurodivergencia son aspectos más o menos estables del individuo: por ejemplo, siempre le ha costado organizarse y, en consecuencia, siempre tiene el escritorio desordenado. Es posible -aunque improbable- que esto sea el resultado directo de diferencias neurológicas específicas en el cerebro. Esto sería más plausible si la persona tiene una afección médica confirmada, como una lesión cerebral o demencia. Es mucho menos probable si los comportamientos son simplemente, como ocurre con la mayoría de nosotros la mayor parte del tiempo, el resultado de una compleja mezcla de factores contextuales y personales. Quizá no tengamos un lugar adecuado para trabajar, tengamos demasiadas exigencias y plazos, estemos distraídos por algo en nuestra vida personal, o un centenar de posibilidades más.

Sea cual sea el motivo, la cuestión es que esta incapacidad para organizarse y ser ordenado sólo se calificará de neurodivergencia si choca con una expectativa social sobre cómo debemos comportarnos. Y puede que lo haga, pero esta expectativa fluctuará y cambiará inevitablemente: tanto de una situación a otra como con el paso del tiempo, a medida que las normas sociales sigan evolucionando.

Así que puede que siempre seamos desordenados, pero sólo en determinadas situaciones seremos también neurodivergentes. En un entorno en el que el desorden se aceptara como signo de creatividad -el estudio de un artista, por ejemplo- nuestra neurodivergencia desaparecería. Por el contrario, en un entorno estrictamente regulado y crítico para la seguridad, como un quirófano, el desorden sería un problema claro cuya explicación podría ser la neurodivergencia.

Esto es algo que reconocen los defensores de la neurodiversidad; creen que la idea de un cerebro “normal” es una construcción social (aunque, como hemos señalado, esto se contradice en cierta medida con la afirmación de que existen estructuras o funciones diferentes identificables en los cerebros de las personas neurodivergentes). Sin embargo, rara vez se discuten las consecuencias lógicas de esta creencia.

Para ampliar el argumento: si basamos los juicios sobre la neurodivergencia en las normas sociales, cualquiera de nosotros es susceptible de cambiar de estatus de “neurotípico” a “neurodivergente”, y viceversa, a medida que cambian esas normas. Y para añadir complejidad, es probable que cada uno de nosotros tenga una mezcla de rasgos o características neurotípicas y neurodivergentes. Puede que nos resulte fácil concentrarnos en nuestras tareas laborales, pero que nos dé pavor la fiesta de después del trabajo. A la inversa, puede que nos guste la música alta pero seamos incapaces de tolerar las texturas de ciertos alimentos.

En la práctica, la posesión de un único rasgo “neurodivergente” parece bastar para autodiagnosticarse dentro de la categoría. Dada la larga lista de síntomas candidatos, esto podría muy bien significar que casi todo el mundo es elegible. Una vez más, aunque nuestras preferencias, comportamientos y sensibilidades particulares permanezcan constantes, no existen normas formales, “oficiales”, acordadas o aceptadas -y, al parecer, no hay forma viable de establecer tales normas- sobre cuántos de estos rasgos hay que poseer, con qué amplitud entendemos el contexto social, qué normas son relevantes, etcétera.

Esto significa que es perfectamente posible que las personas pasen de ser “neurotípicas” a “neurodivergentes” simplemente cambiando de una situación o grupo a otro. En teoría, esto podría ocurrir varias veces al día. Es aún más probable que ocurra, por supuesto, si nos trasladamos a otra cultura. De hecho, es probable que el neuroestado de cualquier persona, si se puede decir así, esté en constante cambio. Mientras tanto, la división artificial en dos grupos puede “…fomentar una mentalidad de “nosotros contra ellos”, en la que las personas no autistas son consideradas como un enemigo opresivo”.

Todo esto plantea un profundo problema al movimiento de la neurodiversidad. La retórica sitúa a los dos grupos de neurotípicos y neurodiversos como estables y definibles. Sin embargo, evitar el “capacitismo” y “aprender a ser un verdadero aliado y a utilizar tu posición privilegiada” para “estar al lado” de las personas neurodivergentes en un compromiso de “neuroafirmación” será mucho más difícil si las condiciones pueden cambiar en cualquier momento, cuando una situación o un contexto cambiantes conviertan a la persona anteriormente neurodivergente en neurotípica, o viceversa. Definir la pertenencia a un grupo en función de normas que cambian constantemente no es una base viable para la vida cotidiana, la práctica clínica o los movimientos sociales basados en la identificación grupal.

Conclusión

Hemos argumentado que el campo emergente de la neurodiversidad está lleno de contradicciones. Muchas de ellas surgen de la naturaleza mal definida del propio concepto de neurodiversidad. Pero, como sugeriremos en blogs posteriores, estas y otras paradojas también pueden surgir de los intereses contrapuestos que operan bajo este amplio pero permeable paraguas conceptual. Algunas de las contradicciones que hemos señalado en este blog son:

Se dice que la neurodiversidad es un concepto inclusivo que se aplica a todos nosotros, pero en la práctica ha dado lugar a lo que muchos consideran una división poco útil entre neurodivergentes y neurotípicos, y a menudo se considera que estos últimos se benefician de la versión actual del pecado original, el “privilegio”. Además, son las personas con las discapacidades más graves, las que en muchos casos carecen literalmente de voz propia, las que tienen más probabilidades de verse excluidas por estos desarrollos. La inclusión se ha convertido así en una mayor marginación.

Además, la proliferación de nuevas agrupaciones e identidades puede, como comenta Sami Timimi, “crear divisiones innecesarias, erosionando la multiplicidad que conforma nuestras vidas mentales, y puede atrapar a las personas de nuevo en encasillamientos en lugar de liberarlas de los estereotipos”. Los ejemplos de Nick Walker sobre el uso correcto del lenguaje – “Mi familia neurodiversa incluye a tres neurotípicos, dos autistas y una persona con TDAH y disléxica”- parecen confirmar esta afirmación.

Al mismo tiempo, la confusión entre neurodivergencia como “diferencia” y TDAH o TEA como “trastorno” (de hecho, la palabra “trastorno” forma parte de la etiqueta diagnóstica) plantea aún más preguntas. ¿Qué debe investigar la investigación, qué deben ofrecer los servicios y si debemos investigar las causas u ofrecer tratamientos? Y si ofrecemos servicios, ¿qué afecciones incluiría el “Servicio de Neurodiversidad” y cuáles excluiría?

He aquí otra extraña paradoja. Cuantas más experiencias se engloban bajo el epígrafe de neurodivergencia, menor es el número de neurotípicos, hasta que todo el mundo es neurodivergente y volvemos al punto de partida. Lo mismo ocurre con el diagnóstico psiquiátrico en general: Cuando todo el mundo está “mentalmente enfermo”, nadie está “mentalmente enfermo”, porque un diagnóstico de “enfermedad mental” se basa en la opinión de que uno es diferente de la norma, y pronto será estadísticamente normal cumplir los criterios de al menos una “enfermedad mental”.

También merece la pena cuestionar la imagen implícita de la persona neurotípica, que aparentemente flota por la vida sin esfuerzo, con competencia y serenidad, sin perder nunca las llaves ni distraerse con el teléfono, y sabiendo siempre exactamente qué decir y hacer en cualquier situación social. ¿Quién es esta criatura extraordinaria? ¿Y cómo nos hemos dejado convencer de que debemos aspirar a estos estándares tan poco realistas, justo cuando el mundo se vuelve más exigente y difícil? No es la primera vez que nos dejamos engañar por esas imágenes -la esposa o madre perfecta, el tipo duro, etc.-, pero ésta parece ser una versión especialmente perniciosa. Sugeriremos algunas razones en blogs posteriores.

Quizá necesitemos una forma mejor, menos contradictoria, de reconocer y aceptar nuestras luchas y habilidades humanas, nuestras semejanzas y diferencias. Y quizá necesitemos reflexionar más profundamente sobre por qué es tan difícil hacerlo. Mientras tanto, parece que gran parte de esta confusión podría evitarse si abandonáramos el prefijo “neuro”. Todos somos diversos. Queremos vivir en una sociedad que nos acepte a todos. Celebremos la diversidad y seamos prudentes con la neurodiversidad para conseguirlo.

Ampliaremos estos temas en las otras tres partes de esta serie.

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[1] En referencia al partido conservador

Red Therapy. Lo personal es político

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Siluetas de una multitud, levantando los puños y agitando pancartas en señal de protesta, con el fondo de la imagen en franjas rojas.

Autores de traducción: Alfredo Aracil y Emiliano Exposto

Red Therapy fue una red contracultural inglesa de los años setentas que desarrollaba sus prácticas al interior del Big Flame, un movimiento cuyo activismo se basaba en la política de la vida cotidiana, la autogestión y en enfoques radicales en problemáticas diversas como antirracismo, alimentación y vivienda, salud mental y política sexual, cooperativas de construcción y comunicación alternativa, sindicalismo, etc.

Su archivo digital completo se puede encontrar en el siguiente link: https://www.eastlondonbigflame.org.uk/red-therapy

A continuación compartimos traducciones con información sobre Big Flame y Red Therapy

Acompañando la locura en el contexto institucional (Parte 2)

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Rostros, no definidos, de perfil, mirando hacía el lado derecho. Los rostros son de distintas tonalidades, y dan la impresión de tener una textura similar al papel arrugado

Nota editorial: El siguiente escrito es la narración de una persona profesionista de la salud mental, radicada en Ciudad de México, cuenta las experiencias que vivió a través de su paso en distintos centros de salud mental de la ciudad, durante esta narración se pretende no solo testimoniar lo acontecido dentro de dichas instituciones, sino que se cuestiona acerca de las lógicas cuerdistas que se implementan durante la formación y que determinan el actuar de las personas profesionistas en su práctica de atención.

A modo de mantener la confidencialidad se evita dar cualquier tipo de nombre o descripción de las personas involucradas durante estas narraciones. El texto se divide en 3 partes, la primera enfocándose en un hospital psiquiátrico al sur de la ciudad, la segunda sobre una comunidad terapéutica y finalmente, la tercera, en un hospital psiquiátrico (también conocido como granja) en la periferia de la ciudad; el texto busca trazar las lógicas y similitudes dentro de tres instituciones dedicadas a la atención de salud mental, denunciando prácticas basadas en la ausencia de consentimiento, sometimiento y las relaciones jerarquizadas.

Nota del autor: al momento de escribir el texto el autor se reconoce en un lugar de privilegio, sabiéndose parte de las estructuras que han sostenido dichas prácticas, a la par que se sabe atravesado por la Institución Psiquiátrica y la lógicas cuerdistas.

Para leer la primera parte puede seguir el enlace: https://madinmexico.org/acompanando-la-locura-en-el-contexto-institucional-parte-1/

Comunidad Terapéutica, la locura en el contexto de la cotidianeidad.

Al buscar distintos modos de acercarme a la locura, y a sus formas de “tratamiento”, me encontré con el modelo de la Comunidad Terapéutica y el Acompañamiento Terapéutico, una manera de abordar la locura desde una postura mucho más “humana”, desde la cercanía en el día a día, buscando de alguna manera apartarse de la rigidez de las instituciones psiquiátrica, eliminando los prejuicios y con una supuesta postura crítica frente a la medicalización.

Una vez dentro de la institución encontré con que se repetían los modos psiquiatrizantes, si bien se habían eliminado los usos de las etiquetas diagnosticas se mantenía un modelo marcadamente jerarquizado, haciendo la diferencia entre residentes y miembros del “equipo clínico”, se mantenían las reuniones clínicas en donde se discutían los “casos” a espaldas de los residentes, se hacían propuestas de intervención y tratamientos, todo esto sin la participación de aquellos que allí residían, la medicación se mantenía como eje de intervención, fue una sorpresa, por no decir una decepción, cuando dimos cuenta de que la medicación se administraba no de forma abierta y consentida, sino diluida en las bebidas o molida en los alimentos, en muchos de los casos, en los menos la mediación se administraba de forma abierta, pero nunca mencionando el porqué de las dosis o de los efectos que podían tener, todas estas acciones me parecían justificadas1 en esos momentos, ya que por medio de estas se procuraba el “bienestar” de aquellos a quienes se tenía bajo resguardo2.

Clínica Roja: psicoanálisis y comunismo, crear un espacio político. Conversación con Ian Parker

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Ian Parker es un psicoanalista británico, que ha tenido una participación central y destacada dentro del movimiento de psicología crítica, cuya extensa obra abarca 20 libros en autoría y coautoría, además de diversos artículos, su trabajo ha sido de gran influencia en distintas partes del mundo convirtiéndose en un referente al pensar los abordajes clínicos desde un marco radical.

La Clínica Roja (Red Clinic) es un colectivo de profesionistas de la salud mental comunistas, cuyo fin es la propuesta de una psicoterapia radical, cuestionando las estructuras de poder, así como la psicologización y la psiquiatrización de la vida cotidiana.

Luis Arroyo: De nuevo, muchas gracias por esta oportunidad para charlar, para empezar la conversación la primera pregunta que tengo en mente, si te parece bien, ¿Qué es la Clínica Roja? ¿Y cómo empieza ese proyecto, cuál es su misión, sus objetivos, y cómo está funcionando?

Ian Parker: la Red Clinic (Clínica Roja) fue iniciada por un pequeño grupo de activistas en Londres, uno de ellos se formó en la Clínica Tavistock, utilizando el psicoanálisis kleiniano, y el otro ha estado involucrado en luchas legales radicales, tratando de construir organizaciones activistas de apoyo legal para las personas.

Crearon la Clínica Roja hace unos dos o tres años y luego me pidieron que me uniera, entonces reunimos a un pequeño grupo de psicoanalistas en Londres, yo estoy en Manchester en el norte de Inglaterra, tenemos a alguien en la India, Sabah Siddiqi, alguien en Liubliana, alguien en Francia, es un grupo pequeño, y trabajamos por el momento a través de referencias, así que si alguien contacta con la Clínica Roja entonces vemos si hay alguien disponible y se lo referimos a ese psicoanalista;  discutimos el trabajo en reuniones de grupo de supervisión dirigidas por un psicoanalista en Londres, que también es marxista, en realidad es un psicoanalista kleiniano, lo que es muy interesante. Tenemos reuniones educativas regulares, para hablar de cuestiones de clase, cuestiones de cultura, la cuestión de la historia de las clínicas gratuitas, que fueron importantes en la propia práctica de Freud en Viena, Berlín y Budapest, para aprender sobre esas iniciativas y también discutir con colegas en diferentes partes del mundo sobre cómo practican el psicoanálisis de una manera que sea radical y que esté conectada con los movimientos políticos.

Así que estamos en una fase muy temprana de esta iniciativa, y la ponemos en marcha intentando averiguar cómo podemos hacer nuestro trabajo.

Luis Arroyo: me parece muy interesante esta mezcla de diferentes perspectivas, en primer lugar la idea de que todo empezó con una persona que tiene una formación kleiniana, pero que también hay lacanianos, es un poco raro en cierto modo pero muy interesante, porque, al menos aquí en México poner a Klein y Lacan en el mismo espacio para trabajar es un poco complicado, entonces, con eso en mente, ¿cómo se las arreglan para trabajar con todos estos antecedentes y teorías diferentes, cómo establecer un objetivo común? ¿Cómo funciona la supervisión cuando todos tienen diferentes perspectivas y teorías de fondo?

Ian Parker: Sí, es muy complicado, aquí hay una división muy fuerte entre los psicoanalistas de la IPA[1], en Gran Bretaña principalmente los kleinianos, o seguidores de Winnicott, hay divisiones muy grandes entre ellos y los lacanianos que están fuera de las principales organizaciones, pero lo que nos une en la Clínica Roja es nuestro proyecto político, por lo tanto, es la política de la misma, nos definimos como comunistas, así que la afiliación política es más importante que cualquier otra cosa, también incluimos psicoterapeutas de otras corrientes, incluso junguianos, aunque no me gustan los junguianos en absoluto, creo que tienen algo que ofrecer, y había algunos junguianos radicales en Gran Bretaña que se definían como marxistas, así que creo que tenemos que aprender de esas diferentes corrientes.

Y en relación con eso, también estamos organizando eventos educativos sobre el anarquismo, ahora hay fuertes tensiones políticas entre comunistas y anarquistas, pero creo que el anarquismo también tiene algo que ofrecer y tenemos que unirnos en un movimiento político en torno a esta cuestión de hacer que el psicoanálisis esté disponible, y hablar de las funciones políticas del psicoanálisis, como algo positivo, pero también como algo problemático, y debo decir que vengo de una tradición comunista de un tipo particular, soy trotskista pero hay otras personas involucradas en la Clínica Roja que no son trotskistas, y trabajo con mi camarada David Pavón-Cuellar que viene de una formación maoísta, así que creo que necesitamos ser capaces de trabajar juntos.

Luis Arroyo: Antes de pasar a la siguiente pregunta es curioso que menciones a Trotsky en este momento, justo tengo aquí su autobiografía, y bueno, Trotsky es una figura realmente importante aquí en México, pasó algunos años aquí, así que de alguna manera tenemos a Trotsky presente en la cultura popular, así que, estoy pensando en la política….

Ian Parker: Sólo algo sobre Trotsky; Trotsky también simpatizaba con el psicoanálisis, su hija Zina fue a un psicoanalista en Berlín, y Trotsky defendió a los psicoanalistas de los ataques de Stalin, y había muchos trotskistas que estaban involucrados en el movimiento surrealista, que también estaban muy interesados en el psicoanálisis, por lo que era más abierto al psicoanálisis que más de otras tradiciones marxistas.

Luis Arroyo: esto justo va con la pregunta que tengo en mente, estaba pensando en los objetivos o trasfondos políticos, y cuántas veces la gente piensa en el psicoanálisis como algo de las élites, de los burgueses, y cosas así, todavía ahorita cuando hablamos de psicoanálisis por lo menos aquí en México la gente piensa que es un tratamiento realmente muy caro, y que no es accesible para cualquiera, entonces ¿cómo podemos cambiar eso? ¿Cómo podemos empezar a pensar en el psicoanálisis de una manera que sea más accesible fuera de la idea de que sólo pertenece a las élites?

Ian Parker: Creo que una forma de hacerlo es desafiar la separación institucional entre psicoanalistas, psicoterapeutas y consejeros, porque sabemos que hay muchos psicoanalistas que en realidad no hacen psicoanálisis en absoluto, hacen otro tipo de trabajo de apoyo o trabajo cognitivo-conductual, de una manera muy tradicional, muy conservadora y para reforzar la individualidad, reforzar el ego, en lugar de cuestionar, en lugar de hablar desde el punto de vista del sujeto, así que tenemos ese proyecto.

Y por otro lado, hay muchos consejeros, la mayoría de la gente que hace trabajo terapéutico en Gran Bretaña se llaman a sí mismos consejeros, tienen que hacer formaciones menos costosas, formaciones de duración menor duración, es más probable que sean de clase trabajadora, es más probable que sean mujeres, que trabajen en comunidades, y muchas de esas consejeras están influenciadas por ideas psicoanalíticas y hacen psicoanálisis, hacen más psicoanálisis que algunos psicoanalistas, pero hay una especie de pirámide, de jerarquía, con los psicoanalistas en la cima, y luego los psicoterapeutas, organizaciones y consejeros en la base, así que necesitamos trabajar a través de esas divisiones y vincularnos con los consejeros y los psicoterapeutas también, y decir “bueno lo que haces, si haces trabajo psicoanalítico deberías estar con nosotros, trabajar con nosotros juntos”, así que tenemos que desafiar a las instituciones dominantes, porque esas instituciones también reproducen el privilegio de clase, encontrarás que muchos psicoanalistas son muy ricos, más de clase media, así que tenemos una pregunta sobre la inter-organización del psicoanálisis que necesitamos abordar.

Luis Arroyo: Así que de esta manera, esta lucha es una lucha de la clase obrera, donde tenemos que borrar esas divisiones y trabajar de una manera común, estoy pensando en Bakunin en el Apoyo Mutuo, esta idea del trabajo colectivo, el apoyo entre iguales, y mencionas ahora mismo que la propia institución mantiene el privilegio de clase, y me acuerdo de un libro que escribiste “Psicología como Ideología” y en el mencionas que la psicología en jerarquía está por debajo de la psiquiatría, y la psiquiatría es la que está a cargo de la forma en que pensamos, la forma en que sentimos, nuestra salud mental, y que está muy cerca de la farmacéutica y que la psicología está tratando de ponerse al día, y en algunos puntos tiene sus propios caminos, pero también está bajo la influencia de la psiquiatría.

Y en ese esquema, ¿qué papel juega el psicoanálisis? ¿Está en contra de la psiquiatría y la psicología como ideología, o participa en ella? ¿Cómo piensa el psicoanálisis en ese sentido?

Ian Parker: Creo que tenemos que ser muy claros, el psicoanálisis es una alternativa a la psiquiatría, combate la psiquiatría, y también, combate la psicología, es una alternativa a la psicología, no debe ser una forma de psicología, debe ser algo completamente diferente, y tenemos que ser capaces de abrir el potencial radical del psicoanálisis, para conectar con la lucha y experiencia colectiva.

Creo que podemos pensar en el inconsciente como algo que está fuera, eso es algo que aprendí de David Pavón-Cuellar, que el inconsciente es exterior a nosotros, está en el reino del lenguaje, en la colectividad, y es particularmente el psicoanálisis lacaniano el que enfatiza ese aspecto del inconsciente, el inconsciente no es la cosa individual dentro de la cabeza, sino que es el reino del lenguaje y de los procesos colectivos.

Entonces, el psicoanálisis tiene que combatir a la psiquiatría como una práctica médica que se preocupa de la enfermedad individual, entidades dentro de la cabeza, ahora hay un gran problema que enfrentamos en Gran Bretaña aquí, no sé si es el mismo problema en México, pero el gran problema que enfrentamos en Gran Bretaña es que muchos de los psicoanalistas vienen de la psiquiatría, y muchas de las figuras claves que están involucradas en el movimiento antipsiquiátrico son también psiquiatras, pensamos en Basaglia, era un psiquiatra, R. D. Laing, era un psiquiatra, D. Cooper, era un psiquiatra, o incluso Lacan era un psiquiatra, tenemos esta cuestión todo el tiempo que tenemos que enfrentar. Así que debemos tener muy claro que estamos en contra de la psiquiatría.

Hay otro problema y es que aquí en Gran Bretaña el movimiento antipsiquiatría ve el psicoanálisis como parte de la psiquiatría, así que la gente sospecha mucho del psicoanálisis como parte de la psiquiatría, parte del sistema opresivo, y sé que es diferente en Francia por ejemplo, donde hay una tradición de psicoanálisis radical que se opone a la psiquiatría, pero ciertamente tenemos un problema aquí, demostrar que el psicoanálisis puede ser una alternativa, y que no es parte de la psiquiatría. Creo que es otra razón para construir la Clínica Roja, para hacerla como una intervención cultural, política, que no solo está haciendo un trabajo político, sino que también está haciendo un trabajo educativo para mostrar que hay alternativas a la psiquiatría.

Luis Arroyo: Creo que aquí en México hay 2 situaciones, una es que algunas generaciones anteriores de psicoanalistas lacanianos venían del campo de la medicina y la psiquiatría, pero ahora la línea principal es que el psicoanálisis se ve como parte de la psicología, muchos psicólogos empiezan una práctica de psicoanálisis y se forman, entonces no tenemos este antecedente de psiquiatría/psicoanálisis, pero sí tenemos este antecedente de psicología/psicoanálisis.

Ian Parker: que también es un problema.

Luis Arroyo: el principal problema que empiezo a ver es que el psicoanálisis aquí en México, y tal vez en algunos otros lugares, es que haciéndose eco del discurso patologizante de la salud mental, tienen la misma idea de que la salud mental es un problema individual, que la locura es un problema individual, y empiezan a perder el foco de lo que está fuera del sujeto, y empiezan a individualizar estas situaciones, entonces de esa manera repiten una y otra vez el mismo tema, si empezamos a (sobre)medicar al individuo sólo tapamos el problema y no resolvemos nada.

Entonces, parece que al menos aquí en México, el psicoanálisis no se cuestiona sobre las disparidades económicas, sobre la desigualdad e inestabilidad de los empleos, la distribución desigual de los recursos, etc. son problemas sociales que tienen consecuencias en la salud mental de los sujetos, esos no son problemas individuales, entonces al no abordar esas situaciones parece que el psicoanálisis sigue siendo una forma de práctica individual, un discurso psicológico/patologizante.

Ian Parker: absolutamente, creo que tienes razón, gran parte de la práctica psicoanalítica es un discurso patologizante, es parte del problema, los psicoanalistas radicales son una verdadera minoría, así que tenemos un verdadero problema.

En los años 80 aquí en Gran Bretaña hubo un proyecto que empezó alrededor de una revista que se llamaba “Free Association” (Asociación Libre) y tuvieron una conferencia llamada “Psicoanálisis y la esfera pública” y eran un grupo de marxistas que creían que el psicoanálisis en Gran Bretaña estaba o a la izquierda o al centro-izquierda, y creían que podían trabajar con las instituciones psicoanalíticas y empujarlo más a la izquierda, Estuve involucrado en algunas de esas reuniones pero siempre pensé que estaban siendo demasiado optimistas y siempre estaban dispuestos a comprometerse con los kleinianos sobre formas de patología y creo que reproducen algunas de esas ideas patológicas, todavía trabajo con algunos de los camaradas del Proyecto de la Asociación Libre (Free Association) y todavía hay un Diario de la Asociación Libre (Free Association), está en línea, si lo buscas encontrarás el Diario de la Asociación Libre (Free Association), pero es muy limitado y tenemos algunos conflictos con ellos, debido a sus compromisos con las teorías psiquiátricas y psicológicas dominantes.

Luis Arroyo: entonces, de esa manera podemos empezar a pensar que el psicoanálisis per ser no es patologizante; lo patologizante está en la forma en que el psicoanálisis es enseñado y practicado por algunos analistas, pero el psicoanálisis no es como tal un discurso patologizante, ¿eso sería correcto?

Ian Parker:  Creo que es contradictorio, creo que es un problema más profundo, que es que gran parte del discurso psicoanalítico es patologizante, por lo que incluso si hablas con lacanianos aquí que piensan que son radicales, muchos de los lacanianos aquí en Gran Bretaña todavía creen en subrayar las estructuras clínicas y las divisiones entre la neurosis, la perversión y la psicosis, y eso es lo que me enseñaron en mi formación en Londres, que existen estas estructuras clínicas distintas y que la psicosis es función de la forclusión del Nombre del Padre, etc, etc. Así que es una especie de discurso normalizador aquí, dentro del psicoanálisis, incluso en el psicoanálisis radical, debemos tener mucho cuidado con eso, así que voy a decir que el psicoanálisis no es esencialmente patológico o esencialmente anti-patológico, pero hay contradicciones en todo el camino a través de él, cada punto, tenemos que trabajar para producir algo diferente con él.

Luis Arroyo: esta idea de las contradicciones que subyacen en el psicoanálisis, son realmente complicadas especialmente si se mira desde fuera del psicoanálisis, para entender lo que está pasando o lo que significan todos estos conceptos, así que cuando hablamos de salud mental, lo que la psicología y la psiquiatría están tratando de hacer es normalizar el concepto que usan, cuando la gente oye hablar de ansiedad, de depresión, incluso de esquizofrenia, la psicología y la psiquiatría, por lo menos como yo lo pienso, han estado trabajando muy cerca de la cultura dominante para la “psicologización” de todos esos conceptos, para la “psicologización” de la vida misma, pero, parece que el psicoanálisis perdió esa lucha o ni siquiera le da importancia a eso, cuando hablamos de la “Forclusión del Nombre del Padre” bueno… ese es uno de los conceptos más enigmáticos y si se lo mencionamos a la gente en la calle, seguramente la mayoría de ellos no sabrán lo que se quiere decir con eso, así que, de esa manera, creo que el psicoanálisis dio un paso atrás y dijo “bueno, no vamos a la corriente principal, vamos a mantener nuestras ideas para nosotros mismos” de una manera más subterránea, así que de esa manera, ¿cómo podemos hacer que el psicoanálisis sea más accesible a la gente? ¿Cómo podemos tomar todos esos conceptos e ideas difíciles para mostrarles que el psicoanálisis es una alternativa? Porque, tal y como yo lo entiendo, si la gente no entiende los conceptos, las ideas principales o de qué estamos hablando, tiene miedo acercarse…

Ian Parker: Sí, hay dos maneras que trato de hacerlo aquí, una es la participación en la antipsiquiatría y el movimiento de la psiquiatría democrática, tenemos una revista llamada “Asylum” (Asilo) que fue fundada por los partidarios de Basaglia en Trieste, y fue fundada en 1986 para los pacientes en las salas de hospital psiquiátrico y ahora todavía existe como una revista tiene el subtítulo de “revista para la salud mental radical” que no me gusta, no me gusta el subtítulo, pero todavía estoy involucrado en la revista y en realidad es en su mayoría muy sospechosa del psicoanálisis, y en donde la mayor parte del tiempo se ataca a la psiquiatría y la psicología, lo que creo que está bien, creo que es importante, a veces escribo muy pocos artículos para esa revista sólo señalando algunos puntos de la historia radical del psicoanálisis, sólo de una manera muy general para señalar que hay algunas cosas positivas sobre el psicoanálisis.

Y la otra es mi implicación con mi grupo político que se llama “Resistencia Anticapitalista” donde discuto con mis camaradas allí qué papel podría jugar el psicoanálisis y escribo y discuto un poco sobre psicoanálisis allí, pero tengo que hacerlo de una manera muy accesible, de una manera muy general, así que no hablo de Lacan y la forclusión del nombre del Padre o cualquiera de ese tipo de cosas, sino sobre la alienación y la angustia, la psicologización y nuestro sentido de aislamiento de los demás, y cómo el hablar de eso puede ser útil y cómo la creación de lugares donde hay gente para escuchar, escuchar a la gente hablar de la angustia también puede ser útil, por lo que de una manera muy muy simple de utilizar algunas de las ideas psicoanalíticas, pero sin evangelizar sobre el psicoanálisis, sin decirle a la gente que ahora deben ir al psicoanálisis o que deben escuchar a los psicoanalistas.

Luis Arroyo: como mencionas, con el movimiento antipsiquiatría, ¿cuál es la relación entre psicoanálisis y antipsiquiatría? Porque parece que desde finales de los 60 hasta los 70 hubo una estrecha relación entre ambos, con figuras como Basaglia, Deleuze y Guattari, Lacan, etc. pero después parece que esa relación entre psicoanálisis y antipsiquiatría se rompió y tomaron caminos separados, y ahora mismo, ¿crees que todavía es posible tener un trabajo en común, y ser psicoanalista y antipsiquiatra o es una especie de contradicción?

Ian Parker: [risas] es difícil, tienes razón, había una conexión en los años sesenta, pero siempre había una contradicción allí, por ejemplo, Guattari todavía trabajaba en un hospital psiquiátrico y usaba medicación psiquiátrica, usaba electroshock, así que usaba el aparato psiquiátrico, aunque era conocido como un antipsiquiatría, y hay un problema muchos de los antipsiquiatras todavía estaban implicados en el aparato psiquiátrico.

Luis Arroyo: Recordé que de hecho Basaglia vio la medicación como una oportunidad para liberar a la gente de los manicomios, así que es un poco interesante pensar lo que Basaglia diría hoy sobre la medicación, si pensaría en la medicación de la misma manera.

Ian Parker: creo que en el caso de Basaglia es un poco diferente porque Basaglia no simpatizaba con el psicoanálisis, y él veía la medicación como algo que estabilizaba la vida de las personas, él no veía la medicación como cura, no la veía de una manera psiquiátrica, y pienso que es verdad que algunas personas encuentran la medicación útil, este es un conflicto que tenemos en el movimiento antipsiquiátrico ahora, es que algunos de nosotros estamos realmente en contra de la medicación, y me cuento entre ellos, soy muy desconfiado de la medicación, pero, algunas personas lo encuentran útil, de la misma manera que algunas personas encuentran útil el alcohol o fumar, o encuentran otro tipo de búsqueda que yo vería como peligrosa, van a la iglesia, encuentran útil la espiritualidad, bueno, creo que estas cosas son muy problemáticas, pero, creo que tenemos que reconocer que las personas utilizan diferentes dispositivos, y lo que es importante es que sean capaces de hablar de lo que es útil acerca de estas cosas y colectivizar su experiencia para que las personas tengan más opciones sobre lo que pueden hacer para apoyarse a sí mismos.

Luis Arroyo: Con respecto a esta idea de apoyo colectivo y experiencias colectivas, recuerdo que el Orgullo Loco dio un paso realmente importante allí en Inglaterra, y que hay un movimiento realmente grande de Orgullo Loco, de hecho tengo este libro aquí mismo, sobre el desarrollo del Mad Pride en Reino Unido [Celebration of a Culture: Mad Pride], así que, bueno, vie que en Argentina hubo un día nacional anti-psicoanálisis, el día contra el psicoanálisis en Argentina, un día establecido por el movimiento loco que está en contra específicamente del psicoanálisis, están haciendo esta división entre la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis, pero al final vieron a los tres en la misma línea.

Entonces, según tu experiencia, ¿cuál es la relación entre el psicoanálisis y los movimientos del Orgullo Loco o los movimientos de la experiencia centrados en las propias experiencias?

Ian Parker: bueno, creo que Argentina es un caso especial, ¿no? Porque hay departamentos de psicología que están controlados por el psicoanálisis, que utilizan el psicoanálisis como parte de la psicología y lo han convertido en una visión del mundo y en un aparato de control, así que, si hubiera manifestaciones contra el psicoanálisis, creo que lo que deberíamos hacer es participar en ellas y utilizarlas como una oportunidad para hablar con la gente sobre alternativas.

Aquí el movimiento Mad Pride, creo que la mayoría de la gente en Mad Pride en Gran Bretaña desconfiaría del psicoanálisis, pero estarían abiertos a discusiones sobre ello, y debido a la historia de R.D. Laing, Guattari y ese tipo de cosas creo que sería una posibilidad para hablar con ellos, y algunas de esas personas en Mad Pride están siendo involucradas en la revista Asylum por lo que están dispuestos a discutir diferentes perspectivas.

Luis Arroyo: y con esa idea de discusión vuelvo a lo primero que me dijiste de la Clínica Roja que empezó como un grupo de activismo, entonces, ¿cuál es el papel que tiene que jugar o está jugando el psicoanálisis en el activismo de la salud mental? ¿Es una participación activa o tiene que tomar un papel más pasivo? O ¿cuál crees que es el papel que tiene que desempeñar en el activismo de la salud mental?

Ian Parker: Creo que tenemos que demostrar que estamos ahí, con la gente que está protestando contra el abuso, así que tenemos casos en Manchester de abuso dentro de las instituciones psiquiátricas en los últimos meses, y hubo protestas fuera de la biblioteca que reunió a personas del movimiento antipsiquiatría, los sobrevivientes, los usuarios de los servicios de salud mental y asistí a esas manifestaciones, teníamos que demostrar que estamos ahí, con ellos en su lucha, si queremos hacer algo, y tenemos que demostrar que estamos dispuestos a escucharles así como a participar, que no tenemos todas las respuestas y creo que tenemos que dejar claro que el psicoanálisis no es una cura para todo y que no todo el mundo necesita ir al psicoanálisis, hay muchas maneras diferentes que la gente puede encontrar para cambiar sus vidas, no sólo en el psicoanálisis, es sólo un enfoque entre muchos, y el psicoanálisis en sí es una especie de síntoma de una sociedad en la que las personas están divididas y piensan en sus problemas como problemas individuales, el psicoanálisis es una práctica individual en la que estás hablando con otra persona, por lo que en sí es un síntoma de una sociedad segregada, dividida, tenemos que encontrar maneras de construir alternativas y esas alternativas tienen que ser alternativas al psicoanálisis también.

Luis Arroyo: Perfecto, entonces, para cerrar cuando pienso en la Clínica Roja la primera idea que me viene a la mente es esta idea de llevar el psicoanálisis a toda la población, el psicoanálisis a las calles de alguna manera, aquí en México por lo menos el psicoanálisis pareciera que se encierra en su práctica privada, así que es como “no me importa lo que está pasando fuera de estas cuatro paredes” pero como me explicaste parece que estás haciendo un gran trabajo para llevar el psicoanálisis a las calles como una forma de mostrar a la gente que existe este enfoque y que es parte de las alternativas, así que estaba pensando que con todas esas diferentes procedencias de la gente que participa en la Clínica Roja, cuando alguien llega y pide empezar un proceso psicoanalítico o una psicoterapia ¿cómo deciden con quien se dirige “este va con el kleiniano, este con el junguiano y este con el lacaniano? ¿O la gente decide con cual ir?

Ian Parker: esa es una pregunta muy interesante, creo que en primer lugar debo decir que a pesar de que estamos queriendo participar en las luchas de masas el papel de la Clínica Roja es mucho más limitado, y creo que nuestro papel principal en este momento, porque somos un grupo muy pequeño de personas, nuestro papel principal es apoyar a los radicales que están dentro del sistema de salud mental, radicales que trabajan como psicoanalistas, psicoterapeutas o consejeros, para que puedan salir de su aislamiento y puedan encontrar un espacio para hacer una actividad más radical, por lo que somos una especie de grupo de apoyo, creo que principalmente para los profesionales, por lo que no estamos gastando la mayor parte de nuestra energía en los movimientos de masas, es un enfoque muy limitado, porque hay mucha gente que se forma como psicoanalista o psicoterapeuta, que se forman porque quieren ayudar a la gente, y normalmente se forman porque saben que hay algo mal en la sociedad, pero en la formación se les enseña a centrarse solo en el individuo y se les enseña a ganar su acreditación y a ser obedientes a sus maestros, normalmente a ser obedientes al analista de formación o a ser obedientes a los psiquiatras en los equipos multidisciplinares, necesitamos encontrar formas de apoyarles para que puedan desafiar a la psiquiatría dominante y desafiar al psicoanálisis dominante, eso es lo primero.

Y en segundo lugar, en respuesta a tu pregunta, cuando la gente pide ayuda no sabe la diferencia entre un lacaniano, un kleiniano y un junguiano, sólo necesita a alguien que le escuche, y creo que lo que estamos aprendiendo en la discusión dentro de la Clínica Roja es que lo más importante es que aprendamos a escuchar sin imponer interpretaciones a la gente, y si podemos aprender a hacer eso, entonces en cierto modo no importa si somos kleinianos o lacanianos o junguianos, porque no estamos usando la clínica como una arena para la propaganda, no estamos usando la clínica para hacer propaganda sobre el comunismo, y no estamos usando la clínica para hacer propaganda sobre Lacan o Klein, o Jung, sino que estamos usando la clínica como un espacio, estamos asegurando ese espacio y creo que la razón por la que necesitamos saber sobre política, es que podemos proteger ese espacio de una manera más eficiente para que la gente pueda hablar con nosotros, sin ser juzgados y sin que nosotros le digamos a la gente cómo deben pensar, sin que nosotros le digamos a la gente la razón por la que tienen problemas, no, se trata de escuchar al sujeto hablar y creo que eso puede ser hecho por cualquier tipo de practicante. Creo que realmente usamos los sistemas psicoanalíticos para ayudarnos a nosotros mismos como algún tipo de abono, ayudarnos a nosotros mismos como algún tipo de marco para dar sentido a lo que está pasando cuando estamos escuchando, no es para que podamos dar información o educación al analizante y creo que ese marco podría ser kleiniano, lacaniano, junguiano, o podría ser algún otro tipo de marco espiritual.

Lo importante es proteger el espacio para que la gente encuentre su propia verdad y diga su propia verdad, así que creo que parte de la ética de la Clínica Roja es que protegemos ese espacio y permitimos que la gente hable para que tenga más confianza y sea capaz de hablar junto a otros y con otros y formar parte de una lucha colectiva.

Luis Arroyo: No quiero quitarte más tiempo, así que sólo quiero agradecerte de nuevo esta oportunidad de hablar y sólo un comentario final es que me encanta esta idea de la Clínica Roja también de ser un espacio para enseñar a la gente cómo ser radical, y cómo desobedecer a los amos que se imponen en la formación, así que, la idea de un espacio que nos enseñe cómo desobedecer es realmente impresionante para mí, y este aspecto pedagógico crítico de la Clínica Roja es una gran sorpresa, y de nuevo muchas gracias por tu tiempo…

Haré una transcripción de la conversación y una traducción al español y me aseguraré de hacerte llegar ambas, por si quieres comprobarlo.

Ian Parker: ha sido un placer hablar contigo y seguir en contacto.

Para conocer más de esta propuesta puede visitar su página https://www.redclinic.org/


[1] International Psychoanalytical Association en inglés, Asociación Psicoanalítica Internacional