“A nosotros los legos siempre nos intrigó
averiguar de dónde esa maravillosa personalidad, el poeta,
toma sus materiales […]y como logra conmovernos
con ellos, provocar en nosotros unas
exaltaciones de las que ni siquiera nos creíamos capaces. “
Sigmund Freud[1]
En la actualidad parte de lo que conocemos como arte se ha establecido desde un consumo intelectual y privado donde aquellos con conocimiento y poder tener acceso. Pongo énfasis al señalar que este arte-consumo no es predominante puesto que existen propuestas divergentes en espacios no institucionalizados dando otro significado al lugar y la expresión. No se consume sino que propone una ventana a otras realidades.
Según la RAE, el arte es una actividad humana que tiene como fin la creación de obras culturales, sin embargo, son precisamente estas las que son consumidas por intelecto o adquisición.
No hay duda que el arte es parte de la cultura, sin embargo, pienso que tiene un matiz más profundo que lo denotado. Otra acepción establece que el arte es la producción final de una persona o conjunto de personas (social, cultural, económica). Esta persona o conjunto de personas parece tener cierto privilegio al acceder a cierto tipo de material que solo ellos tienen acceso y que precede a la obra.
La definición que habito y sigo elaborando es que el arte es un vínculo que conecta no solo con ese material, sino que establece un vínculo con la otredad. El arte no solo consta de la obra finalizada, sino que se da en parte como un diálogo entre aquel que la realiza (Artista), la obra en si, y aquel que la ve (público o espectador).
Es un diálogo indirecto a tres bandas donde el mensaje siempre está moviéndose. El poeta al que Freud busca referirse no es aquel de pensamientos románticos que escribe versos o tiene un don, mucho menos es inspirado por las musas. De acuerdo con el griego, creación significa Poiesis y bajo este término el poeta sería entonces creador.
El poeta, este personaje y su material no es único; “harto a menudo nos aseguran que en todo hombre se esconde un poeta, y que el último poeta desaparecerá con el último de los hombres.”[2] El creador o poeta siempre tendrá un vínculo con otros poetas, No solo es aquel quien produce sino quien establece un diálogo con el espectador y la obra. Desde este sentido es donde conformo mi significado de arte y donde comencé a construir las intervenciones a través del arte.
Cada ser humano es un poeta y en ello se presenta la posibilidad de no solo ser consumidores sino creadores. Cabe mencionar que la transición no es un acto voluntario, requiere de un encuentro con ese material que, de acuerdo con Pichón-Riviere, todo proceso creador proviene de aquello que en nuestro interior ha quedado en ruinas.
El proceso para cada persona es singular y en mi caso, cada encuentro que sostuve con esas ruinas siempre se dio (aún se da) a través de la escritura y la música. En mi infancia fui un niño callado y temeroso, nunca tuve algún sentido o gusto por el arte, ni por la música que mis papás llegaban a escuchar.
No recuerdo exactamente cuando comencé a escribir, aunque lo que puedo rememorar como antecedente a mi escritura es que me gustaba jugar mucho con mis muñecos de Dragon Ball. Me gustaba contar mis propias historias más allá de lo narrado en la serie de televisión, había algo que no me dejaba satisfecho.
Era pensar en la posibilidad de otra historia, una narrada por mí, que representara mis deseos y pudiera establecer mi propia realidad dentro del juego. De manera similar siento algo con la escritura. Llegué a leer un fanfict de un escritor que no lo culminó; y sin que el autor me lo pidiera, continué escribiendo la historia solo para mí. No fue sino hasta una época en mi vida donde caí en ansiedad y depresión donde recuerdo que la escritura fue mi sostén.
La escritura me situó delante de mi propia palabra que, si bien no podía expresar con mi voz, si lo pude hacer a través de las letras que en cada oración o frase me iban tocando. Freud mencionaría algo al respecto para referirse al acto creador: “…todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio o, mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada.”[3] La creación en el juego y en el arte tiene la peculiaridad de acudir a las ruinas para ver los vestigios y transformarlos en otra cosa.